Aric

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La aldea se recuperaba lentamente de las secuelas de la batalla. Aunque Morgana había sido derrotada, la paz todavía era frágil. Sarah y sus amigos sabían que debían mantener la guardia alta y proteger los portales que conectaban los mundos.

Un día, mientras Sarah exploraba las colinas cercanas, encontró a Aric practicando con su espada de cristal en un claro tranquilo. Los rayos del sol atravesaban las hojas de los árboles, creando un juego de luces y sombras en el suelo.

-Aric -llamó Sarah, acercándose-. ¿Practicas solo?

Aric se detuvo y sonrió al verla.

-Solo quería asegurarme de estar listo para cualquier cosa -respondió-. Nunca sabemos cuándo podría aparecer una nueva amenaza.

Sarah asintió, comprendiendo la necesidad de estar preparados. Sin embargo, notó la tensión en los ojos de Aric.

-Has estado cargando con mucho peso últimamente -dijo suavemente-. Todos hemos perdido y sacrificado, pero tú siempre estás ahí para protegernos.

Aric suspiró y bajó la espada.

-A veces me pregunto si podré estar a la altura de las expectativas -admitió-. Pero entonces te veo a ti, Sarah. Tu valentía y determinación me inspiran a seguir adelante.

Sarah se sonrojó ligeramente ante el cumplido. Durante los últimos meses, había sentido una conexión especial con Aric. Sus batallas juntos habían forjado un vínculo profundo.

-Juntos podemos enfrentar cualquier cosa -dijo Sarah, tomando la mano de Aric-. No tienes que cargar con todo solo. Somos un equipo.

Aric la miró, su expresión suavizándose.

-Gracias, Sarah. Tu apoyo significa mucho para mí.

De repente, un estruendo sacudió el claro. Sarah y Aric se pusieron en guardia inmediatamente. Una grieta se abrió en el suelo, y una criatura gigantesca emergió, rugiendo con furia. Era un dragón oscuro, su cuerpo cubierto de escamas negras y ojos rojos como el fuego.

-¡Es un guardián de las sombras! -gritó Aric-. Debemos detenerlo antes de que cause más destrucción.

Sarah y Aric se lanzaron a la batalla con una sincronización perfecta. Sarah utilizó el poder del medallón para crear barreras de luz que frenaban los ataques del dragón, mientras Aric atacaba con su espada de cristal, apuntando a los puntos débiles de la bestia.

El dragón contraatacó, lanzando fuego y oscuridad hacia ellos. Sarah creó un escudo de luz para protegerlos, pero el poder del dragón era abrumador. Sentían que sus fuerzas se agotaban.

-¡No podemos rendirnos! -exclamó Sarah, lanzando una ráfaga de energía que cegó momentáneamente al dragón-. Debemos seguir luchando.

Aric asintió, reuniendo toda su fuerza. Con un grito de batalla, saltó sobre el dragón, clavando su espada en el corazón de la bestia. El dragón rugió de dolor y comenzó a desintegrarse.

Lo que esconden los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora