La aldea, había conocido la paz y la prosperidad durante un tiempo considerable. El hijo de Ailith y Kael, un niño con una vitalidad arrolladora, había llenado los corazones de los aldeanos de alegría y esperanza. Sin embargo, la tranquilidad que reinaba estaba a punto de ser perturbada por fuerzas oscuras que no se contentaban con dejar que la felicidad floreciera.Una noche, mientras todos descansaban plácidamente, esas fuerzas oscuras lanzaron maldiciones contra el niño, sabiendo que su alegría era la esencia de la paz en la aldea. La oscuridad se infiltró silenciosamente, envolviendo al pequeño en un velo de sombras.
A la mañana siguiente, el horror se apoderó de la aldea. El niño yacía inerte, sin vida, y una sensación de vacío y desolación se extendió rápidamente. Ailith, al descubrir lo sucedido, sintió como si su corazón se rompiera en mil pedazos. En un arranque de desesperación y dolor, se volvió hacia Kael, culpándolo de no haber protegido a su hijo.
—¡Tú deberías haberlo vigilado! —gritó Ailith, sus ojos llameando con una furia que nunca antes había mostrado—. ¡Él era todo para mí, y ahora está muerto!
Kael, herido tanto física como emocionalmente por las acusaciones de Ailith, intentó calmarla, pero sus palabras eran como gotas de agua en un incendio furioso.
—Ailith, lo siento.... yo... no podía saber... —intentó decir, pero sus palabras fueron ahogadas por la creciente ira de Ailith.
La magia de Ailith se desató de repente, una tormenta de poder y dolor que arrasó con todo a su alrededor. Los aldeanos, aterrorizados, intentaron huir, pero la fuerza de su magia los alcanzaba sin piedad. La misma aldea que había protegido y amado durante tanto tiempo ahora se convertía en el blanco de su ira desbordada.
—¡Estoy harta de proteger a estos aldeanos mugrosos! —gritó Ailith, sus palabras cargadas de un veneno que nunca antes había mostrado—. ¡Todo lo que he hecho por ellos y ahora esto!
Kael, debilitado por las heridas y el dolor de ver a su amada tan cambiada, trató de acercarse a ella.
—Ailith, por favor, debes calmarte. Esto no eres tú... —dijo, pero fue en vano.
En un arranque final de desesperación, Ailith lanzó toda su fuerza contra Kael, dejándolo malherido en el suelo. Al ver a su esposo herido por su propia mano, Ailith se dio cuenta de lo que había hecho, pero la corrupción del dolor y la pérdida seguía nublando su juicio.
—No puedo seguir así.... —susurró, lágrimas de rabia y tristeza corriendo por sus mejillas.
Los aldeanos, viendo la devastación y la locura de Ailith, se retiraron, temiendo por sus vidas. La aldea, una vez llena de vida y felicidad, ahora estaba envuelta en una sombra de dolor y desesperación.
Mientras la noche caía nuevamente sobre las aldea, Ailith se arrodilló junto a Kael, quien la miraba con ojos llenos de dolor y amor.
—Ailith... sé que estás sufriendo, pero por favor... no dejes que el mal te consuma —dijo Kael con dificultad, cada palabra un esfuerzo doloroso.
Ailith, desgarrada por la culpa y el dolor, tomó la mano de Kael, su mente un torbellino de emociones. Sabía que debía encontrar una forma de vencer la oscuridad que la había corrompido, pero en ese momento, la esperanza parecía lejana.
Con una última mirada al cielo estrellado, Ailith juró encontrar una manera de restaurar la paz, no solo en la aldea, sino también en su corazón.
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Lo que esconden los sueños
FantasiSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...