EMILY - Capítulo 22

571 62 5
                                    

Esta semana fue horrible, no me fue bien en la segunda carrera, terminé fuera de los puntos pero me aferré con uñas y dientes a la onceava posición. El resultado podría haber sido otro si no se hubiese cambiado mi configuración del auto en la última práctica libre.

En las dos primeras prácticas encontré ritmo, me estaba yendo de maravilla, pude haber peleado por las primeras posiciones ¿Pero luego? Fue una mierda.

El auto era otro completamente, no pude conectar o entenderlo, era como conducir sobre hielo.

En la clasificación Carlos se atravesó en mi vuelta rápida y por supuesto no hubo consecuencias ya que él era la prioridad en el equipo. Le reclamé en privado y tuvimos una pequeña discusión por algunos malentendidos en la pista, no terminamos bien después de eso, ambos teníamos diferentes puntos de vista, evidentemente no estábamos en el mejor momento.

Dominic fue otra mierda andante ese día, me dio a entender que esa era la realidad respecto a mí, que lo que pasó en mi primera carrera fue solo suerte, y no talento de mi parte.

Idiota.

Después de un mal día todo parecía continuar igual, me peleé con un periodista machista, los paparazis no me dejaban en paz, mi cargador murió, perdí mi blusa roja favorita, no encontré sandia en ninguna parte, me golpeé el dedo pequeño del pie con el borde de la cama, y por último me obligaron a asistir por publicidad a un aburrido evento de tenis en Mónaco con el idiota de Carlos.

¿Dios tienes algo más para mí?

Comenzó a lloviznar un poco y puse mis ojos en blanco.

— Perfecto, simplemente perfecto — murmuré sentada en un lugar vip en primera fila para ver a los tenistas competir — ahora tendré frizz, no te bastó enviarme otra prueba más — refunfuñé al cielo — ahora me veré como si me hubiese electrocutado, o mejor, como si fuera un perro rabioso ante toda esta gente presumida.

De repente sentí un peso muerto sobre mi cabeza, alcé la vista y noté que Carlos había puesto una revista abierta sobre mi cabeza. Lo miré frunciendo el ceño.

— ¿Qué carajos?

— Eres una mocosa molesta — dijo mirando al frente sin molestarse en verme.

— Soy solo seis años menor que tú, no te creas tan superior, según estudios los hombres tardan más en madurar así que según eso estamos en el mismo nivel.

— Así que sabes leer y no solo vez caricaturas, felicitaciones.

— No es una gran hazaña, quizás te sorprende porque solo sales con descerebradas qué asienten con su cabeza cada vez que dices algo solo porque te encuentran atractivo.

Se digno a verme y levantó sus cejas, una gran reacción para su habitual cara de palo a decir verdad.

— Así que te parezco atractivo, no creas que estamos saliendo.

— ¡Ja! No lo hago, no seas iluso, esto es solo trabajo. Y no — respondí tranquilamente —, no estas mal, pero no eres mi tipo — mentí, pero no iba a decirle que estaba bueno para que saliera volando con su gran ego inflado — hablo solo por los hechos, le gustas a la mayoría de las mujeres, pero no a mí. A diferencia de ellas yo sí puedo ver tu verdadera cara, a mí no me ciegan tus ojos de vaca.

— ¿Ojos de vaca? — hizo una mueca mínima aun mirando el partido.

— Sí, esos enormes y brillantes ojos con los que crees que tienes a todas a tus pies.

— ¿Ah sí? Pareces ser muy perceptiva Emilia, parece que hasta estas obsesionada con mi vida privada.

— No seas iluso, por supuesto soy perceptiva ¿Sabes también que más hago?

— Ilumíname.

— Reconozco idiotas a kilómetros de distancia — me quité la revista de la cabeza y se la hundí en el pecho — no necesito tu estúpida revista.

Me miró tranquilamente antes de responder.

— No quiero que parezcas perro rabioso, aunque creo que ya pasamos ese punto.

Entrecerré mis ojos hacia el descarado pensando en diferentes formas de vengarme.

— Deja de lanzarme dagas con los ojos Emilia, se supone que mostremos ser buenos compañeros ante todos.

— Contigo imposible — me acomodé en la silla y miré al frente, en eso Carlos se quitó su gorra y la puso en mi cabeza.

— ¿Qué rayos haces? — dije entre molesta y confundida.

— Mi cabello es de mejor calidad a mí no me dará tu dichoso frizz, solucionado el problema haz silencio y déjame ver el juego.

— ¿Mejor calidad? Cristo, eres un arrogante pomposo.

— Y tú eres una mocosa molesta.

Idiota. Al menos era mejor solución que verme como una tonta con una revista en la cabeza. Su gorra estaba cálida, incluso olía a él, si algo tenía el tonto de Carlos era que olía a gloria, su aroma era amaderado pero cítrico y con toques varoniles qué ni siquiera sabría cómo explicar, quería impregnarme de su aroma y nunca dejar de olerlo en mí.

— !Basta! — siseé en un arrebato por mis descarrilados pensamientos.

— ¿Ahora qué? — espetó molesto.

— Nada, esto es aburrido no entiendo una mierda y tengo hambre — oculté mis verdaderos pensamientos con otros verdaderos pensamientos.

— Vaya boca la tuya.

— La que quisieras — las palabras salieron de mi boca sin pensarlo. Miré a Carlos quien ahora me veía fijamente de mis ojos a mis labios, su mirada últimamente era fría, pero ahora podía ver un atisbo de calor e interés, aunque duró solo un par de segundos.

Me di cuenta de que había dejado de lloviznar, incluso el sol estaba presente, aun así no me pidió su gorra de vuelta.

— No digas tonterías — se aclaró la garganta y luego comenzó a explicarme cómo funcionaba el tenis.

No me esperaba esa rama de olivo de su parte, en realidad dejó de ser un idiota y respondía mis preguntas sobre el juego de buena manera. El juego se volvió un poco más interesante ahora que entendía que era lo que pasaba.

Unos minutos más tarde se acercó una chica del staff con una hamburguesa que se veía deliciosa y una botella de agua fría.

Extendió la bandeja hacia mí, le dije que no había pedido nada y ella confirmó que mi considerado compañero de equipo lo había hecho. Carlos sonreía con suficiencia como si hubiese hecho una gran acción, recibí la bandeja y agradecí a la chica antes de irse.

— Pensé que aquí no se podía comer — susurré a Carlos acomodando la bandeja en mis piernas. Él solo levantó los hombros y siguió viendo el partido — ¿Tú me pediste esto?

— Bueno... no parece que tengas ganas de snacks de frutos secos.

Miré a mi alrededor y eso era lo que comían algunas personas. Así que él me había hecho este pedido en especial. Dato interesante.

— Vaya, parece que puedes no ser un idiota cuando quieres.

— Cállate y come de una vez Emilia.

— Mmm hablé demasiado pronto — di el primer mordisco y gemí muy bajo, la hamburguesa estaba realmente deliciosa. Después de eso no hablé más.

DESENFRENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora