EMILY - Capítulo 44

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— Te envié mis medidas y el diseño por mensaje de texto, gracias por ayudarme, te llamo luego. — Colgué la llamada con Briana.

Hace unas semanas Dominic nos informó a Carlos y a mí que Audi realizaría una gala para conmemorar la marca automotriz, en representación del equipo de F1 iríamos Carlos, Dominic y yo. Por supuesto no solo estaría con ellos, Anny era una de las anfitrionas de la gala y Tore estaría con ella, así que era una ocasión más para ver a mis amigos que ya extrañaba.

Briana se ofreció a ayudarme a conseguir el vestido de mis sueños. Tuve una charla con ella sobre el mensaje que le habían enviado a Carlos, pero ella aseguró no saber de qué le hablaba y negó a toda costa haber sido la responsable. No tenía ninguna otra prueba así que dejé el tema por ahora.

Quizás si fue ella y por eso se ofreció a ayudarme con el vestido como forma de disculparse, o tal vez solo me ayudó desinteresadamente. En todo caso estaba emocionada, el vestido que quería era de un diseñador importante, le había enviado mis medidas a Briana para que realizara todo el proceso de pedido y compra. Faltaba muy poco, era dos días después de la carrera en Canadá.

Debíamos volar de Canadá a New York allí tendría lugar la gala. me imaginaba llegando junto a Carlos, tal vez podríamos combinar atuendos. Le preguntaría cuando lo viera. No habíamos hablado desde que hizo ese hermoso picnic hace dos días. Si no lo viera por las ventanas de mi sala de estar cuando cruzaba el patio para entrar a su casa luego de entrenar, pensaría que no estaba en la villa.

Aquel día fue fantástico, quizás uno de los mejores días de mi vida, el viaje fue increíble, la comida no tenía comparación y su compañía definitivamente no tenía precio, cuando no actuaba extraño o de manera estúpida era muy divertido estar con él, me hizo reír a carcajadas, me sentí en confianza y segura. Se sentía diferente, no sabría cómo explicarlo, pero fue como si perteneciera.

Cuando se disculpó conmigo de nuevo no pude evitar que el corazón casi abandonara mi pecho, todo fue muy hermoso, el tipi, la cena, la música, ese baile mientras me abrazó... Y luego todo fue raro, no sabía qué había pasado. De acuerdo, sí sabía, tenía unas ganas infinitas de besarlo, pero no pueden culparme, él estaba tan sexy con su camisa remangada y ese cabello despeinado por el viento. Además, yo era víctima de su perfecto gesto para disculparse.

— Okey es momento de parar Emily — murmuré para mí misma — Quizás se dio cuenta de mis sucios pensamientos y se puso extraño. O tal vez, si fue sincero y estaba cansado.

Negué con mi cabeza y volví a la escalera metálica para continuar con mi trabajo.

— ¿Qué rayos estás haciendo?

¡Mierda! La voz de Carlos sonó detrás de mi mientras estaba sobre la escalera pintando la parte superior de una pared de la sala, había decidido cambiar algunas cosas para sentirme más a gusto en casa, lo aprendí de mi madre, a ella le gustaba cambiar y reformar los espacios. Ella me enseñó a hacer casi todo por mi cuenta, disfrutar del arduo trabajo de hacer algo para sentirme orgullosa y satisfecha con el resultado, eso era una filosofía de vida para mí.

— ¿Pero qué demonios? — giré lentamente mientras me ponía una mano en el pecho — Si no muero por caerme del susto, me moriré de un infarto. ¿Qué pasa contigo? ¿Cómo se te ocurre aparecer de la nada?

De lo asustada que estaba no me había fijado que Carlos estaba junto a la escalera agarrándome de la cintura con ambas manos.

— Estaba aburrido — respondió viéndome desde abajo, Jesús me encantaba este ángulo de él —. Vine a ver qué hacías y te encuentro montada en esto — con su agarre en mi cintura me levantó, yo tomé sus hombros y él me dejó en el piso — ¿Sabes lo peligroso que es? Podrías caerte y lesionarte.

— Podría caerme... ¡Si alguien me asustara! — Dije refunfuñando entre dientes.

Él se quedó viéndome y levantó sus manos en señal de rendición.

— Si estas aburrido mejor prepara algo para cenar — Espeté mientras recogía las brochas y tapaba la pintura.

— No soy tu chef — Caminó hacia la cocina y abrió la nevera.

Me giré hacia él y miré con arrogancia.

— Por supuesto que no, eres un chismoso entrometido.

Asomó su cara detrás de la puerta de la nevera y le di una sonrisa inocente.

— No soy chismoso — habló mientras buscaba quien sabe que ahí dentro.

— ¡Oh! Claro que lo eres. Lo que en realidad no eres es ser mi invitado... Y henos aquí. — Terminé de guardar la pintura y brochas en un armario junto al baño de visitas — Voy a ducharme, estoy llena de pintura. Espero que cuando termine de ducharme la comida esté lista, esclavo. — No le di tiempo de decir nada ya que subí corriendo las escaleras hacia mi habitación.

DESENFRENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora