Capitulo 42: Miradas Frías

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MIA

Al día siguiente, despierto temprano con la suave luz de la mañana filtrándose a través de las cortinas, pero noto inmediatamente que estoy sola en la cama. Alessandro no está a mi lado, y la habitación se siente extrañamente vacía sin su presencia. Me quedo quieta por un momento, escuchando los sonidos de la casa mientras mi mente aún está entre el sueño y la vigilia. De repente, el llanto de Nora rompe el silencio, reclamando mi atención. Es un llanto familiar, ese tono particular que me indica que tiene hambre.

Me siento en la cama, estirándome un poco antes de levantarme. El aire fresco de la mañana me envuelve, despejando las últimas telarañas del sueño. Me dirijo al armario y elijo un vestido sencillo de color morado, la falda me llega hasta las rodillas. Es cómodo, perfecto para una mañana tranquila en casa. Me pongo unas botas negras y, por último, tomo un cepillo para desenredar mi cabello, dejándolo caer en suaves ondas sobre mis hombros.

Una vez lista, me acerco a la cuna de Nora, donde la encuentro con los ojos grandes y húmedos, sus pequeñas manitas agitándose en el aire. Al recogerla en mis brazos, noto cómo su llanto disminuye, convirtiéndose en suaves quejidos mientras juega con un mechón de mi cabello. Sus dedos pequeños y delicados se enredan en él, tirando suavemente mientras bajamos por las escaleras.

Al entrar en la cocina, el aroma del café recién hecho me recibe, junto con la vista de Alessandro y Dylan sentados en la mesa del comedor. Ambos están con una taza en mano, bebiendo café negro. Puedo ver en sus expresiones que todavía están afectados por la tensión de la noche anterior. Aunque intentan ocultarlo, hay un rastro de ira y rencor en sus ojos, una sombra persistente que no ha desaparecido del todo.

               Buenos días les saludo con una sonrisa, tratando de aliviar un poco la atmósfera.

Alessandro me devuelve la sonrisa, aunque es tenue, y se inclina hacia mí para un beso. Es un gesto breve pero lleno de cariño, y en ese instante, su expresión se suaviza un poco. Luego, me giro hacia Dylan, que me observa con una mirada que se ilumina ligeramente cuando choco el puño con él en un gesto amistoso. Aunque ambos intentan parecer normales, puedo ver que la molestia sigue latente, escondida justo debajo de la superficie.

De repente, Dylan me mira con un brillo curioso en los ojos y me pregunta:

               ¿Puedo sostener a Nora por un momento?.

Sonrío y le respondo que sí, extendiéndole a nuestra pequeña. Dylan toma a Nora con cierta torpeza, pero con una ternura que no esperaba ver en él. Es evidente que no está acostumbrado a sostener a un bebé, pero lo intenta con cuidado. Mientras preparo el biberón para Nora, escucho de repente las risas de Alessandro, un sonido que ha sido raro escuchar últimamente.

Me giro y veo la escena que lo ha provocado: Nora, con su manita pequeña, ha agarrado un mechón del cabello de Dylan y tira de él con fuerza. Dylan, lejos de estar molesto, se ríe, una carcajada genuina que llena la cocina. Continúa sosteniendo a Nora, levantándola suavemente en el aire, lo que provoca una risita encantadora de mi hija. Luego, comienza a hacerle caras graciosas, provocando más risas de Nora.

Es un momento encantador y tranquilizador. Ver a Dylan, siempre tan serio y ocupado, jugando con su sobrina me llena de calidez. Me doy cuenta de que, a pesar de todo, hay espacio para la alegría en medio de las dificultades que hemos enfrentado.

Cuando termino de preparar el biberón, me acerco a Dylan, que todavía está haciendo reír a Nora. Con una sonrisa, le insisto en que intente alimentarla.

               Dale, Dylan. Intenta alimentarla le digo, extendiendo el biberón hacia él.

Dylan me mira con una mezcla de sorpresa y duda, claramente inseguro de cómo proceder.

A la Sombra del AnilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora