Capítulo 19: Los Señores Armstrong

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Después de provocar a Freen de esa manera, me levanté con una sensación de satisfacción corriendo por mis venas. Me encantaba ver lo fácilmente que podía leerla, cómo cada pequeño gesto mío provocaba una reacción en ella. Esa mezcla de nervios y deseo en sus ojos me hacía sentir poderosa. Mientras buscaba las llaves del auto por la habitación, no podía evitar sonreír. Sabía lo que hacía, y me deleitaba en ello.

Encontré las llaves y regresé a la sala. Allí estaba Freen, ya más tranquila, aunque todavía podía ver el rastro de la emoción en su rostro. Le pregunté si ya nos íbamos, esperando con una especie de anticipación su respuesta. Cuando me respondió que sí, aunque con un leve nerviosismo en su voz, algo en mí se agitó.

Nos dirigimos al ascensor, y mientras bajábamos, no pude evitarlo: tomé su mano. El simple contacto fue como una chispa eléctrica recorriendo mi piel. Sentí mi corazón latir más rápido, pero traté de mantener la calma. Sabía que no debía permitirme sentir aquello. No podía distraerme con lo que Freen me hacía sentir; tenía que mantenerme enfocada en lo que debía hacer.

Pero era difícil. Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, con nuestras manos entrelazadas, no podía evitar sentirme conectada a ella de una manera que me asustaba. Intentaba convencerme de que solo era parte del juego, parte del plan. Pero la verdad era que, por más que lo intentara, no podía ignorar completamente lo que Freen significaba para mí.

Aun así, exteriormente me mostré calmada, le sonreí como si todo estuviera bien, como si no hubiera una tormenta dentro de mí. Actué con la misma ternura y amor que siempre le había mostrado, porque en el fondo, esa parte de mí no podía ser ignorada. Me preocupaba por ella, más de lo que debería, y eso complicaba todo.

Pero no podía permitirme pensar demasiado en eso ahora. Necesitaba mantener la fachada, mantener el enfoque. Por mucho que mi corazón quisiera traicionarme, mi mente sabía lo que debía hacer.

El camino hacia la casa de mis padres fue sorprendentemente tranquilo. Freen y yo hablamos de todo un poco, como si quisiéramos aprovechar cada segundo para conocernos más. La forma en que su risa llenaba el auto y cómo compartía pequeñas historias de su vida me hizo sentir más conectada con ella. Por momentos, casi olvidé por qué realmente estábamos haciendo esto. Casi.

Al llegar a la casa, apagué el motor y tomé un momento para observar a Freen. Parecía tan relajada durante el viaje, pero ahora, al estar aquí, podía ver cómo los nervios comenzaban a hacer acto de presencia. Bajé del auto primero y rodeé el vehículo para abrirle la puerta. Le ofrecí mi mano, y cuando la tomó, sentí esa familiar corriente eléctrica que siempre me hacía cuestionar todo. Le sonreí mientras ella bajaba y, aunque intenté bromear para aliviar la tensión, mis propias palabras sonaron un poco más serias de lo que había planeado.

—Mis padres no muerden, ¿sabes? —le dije, tratando de sonar despreocupada.

Ella sonrió, pero su respuesta, "Uno nunca sabe", reveló el nerviosismo que intentaba ocultar. Me hizo gracia, pero también me hizo querer protegerla de cualquier incomodidad que pudiera sentir.

Tomé aire profundamente y me dirigí a la puerta principal. Al insertar la llave en la cerradura, un pequeño nudo se formó en mi estómago. No solía sentirme así en casa, pero traer a Freen aquí, al corazón de mi vida familiar, me hacía sentir expuesta de una manera que no esperaba.

Al abrir la puerta, lo primero que vi fue la figura de mi padre, sentado en su sillón favorito, con los ojos fijos en las noticias de la mañana. Como si sintiera mi presencia, levantó la vista y me vio, su rostro se iluminó con una sonrisa. —Papá —lo llamé, y al instante se levantó para venir a abrazarme. Era un gesto tan familiar, tan reconfortante, que por un momento todos mis planes, todas mis preocupaciones, se desvanecieron.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó, su tono lleno de sorpresa y alegría.

—Quería venir a desayunar con ustedes —respondí mientras me alejaba un poco para señalar a Freen. —Y traje a una invitada.

Vi cómo su atención se centró en Freen. Ella estaba un poco nerviosa, lo noté en la forma en que dijo "buenos días"casi como si se hubiera preparado mentalmente para ese momento. Pero el nerviosismo fue recibido con calidez cuando mi padre sonrió y la abrazó como si la conociera de toda la vida.

—Soy Aon Armstrong —se presentó mi padre, manteniendo la cordialidad.

—Freen... bueno, Sarocha Chankimha, pero todos me dicen Freen —respondió ella, todavía un poco insegura, pero mostrando esa dulzura que siempre me desarmaba.

El momento fue breve, pero en esos pocos segundos, sentí como si el aire alrededor de nosotros se volviera un poco más liviano, un poco más cálido. Algo en mí se relajó, sabiendo que al menos, en este momento, las cosas iban bien. Mi padre la había aceptado con una sonrisa y un abrazo, y eso significaba más de lo que podía expresar.

En ese momento, escuché la voz de mi madre desde la cocina, preguntando quién había llegado. Antes de que pudiera responder, apareció en la puerta, su rostro iluminándose con una gran sonrisa al verme. Se acercó rápidamente y me envolvió en un cálido abrazo que correspondí con todo el amor que sentía por ella. Era en momentos como ese cuando me daba cuenta de lo mucho que significaba mi familia para mí, incluso con todo lo que estaba en juego.

Cuando nos separamos, mi madre dirigió su atención a Freen, quien estaba un poco más tranquila después de la cálida bienvenida de mi padre. —Hola —dijo mi madre con su habitual amabilidad, extendiendo una mano hacia Freen. —Soy Ponh, la madre de Becky.

Freen tomó su mano con una sonrisa más relajada. —Es un placer conocerla, señora Ponh.

Después de esas breves presentaciones, nos dirigimos hacia el comedor. Me sentía aliviada al ver cómo la tensión inicial en Freen comenzaba a disiparse. Sin embargo, esa sensación se mezclaba con una creciente inquietud. Sabía que mis padres no tardarían en empezar a hacer preguntas, y me preguntaba cómo manejaría Freen cada una de ellas.

No tuve que esperar mucho. Apenas nos habíamos sentado cuando mi padre lanzó la primera pregunta. —Entonces, Freen, ¿dónde se conocieron ustedes dos?

Pude notar cómo Freen se acomodó en su asiento, buscando la mejor manera de responder. A pesar de sus nervios iniciales, habló con confianza. —Nos conocimos en el aeropuerto. Venía algo distraída y sin querer choqué con Becky.

Mi madre, con su característico sentido del humor, intervino casi de inmediato. —¡Como en las películas! —exclamó, arrancando risas de todos en la mesa, incluida Freen. La broma de mi madre logró aliviar aún más la tensión.

Decidí continuar la historia para mantener la conversación fluida. —Es cierto —añadí, sonriendo. —Lo curioso es que nos volvimos a encontrar al día siguiente, de la misma manera, en la calle. Parecía cosa del destino. Después me di cuenta de que Freen tenía un increíble talento para la fotografía, así que decidí contratarla para que trabajara en la empresa.

El relato pareció complacer a mis padres, quienes intercambiaron miradas cómplices mientras la conversación fluía. Freen, ahora más confiada, participaba con comentarios ocasionales y sonrisas, cada vez más cómoda en la compañía de mi familia. Yo también me sentía más relajada al ver cómo todo iba tan bien, pero al mismo tiempo, una parte de mí no podía dejar de preocuparse.

El desayuno llegó en manos de la empleada, y nos dispusimos a disfrutarlo en medio de conversaciones animadas. Observé a Freen mientras hablaba con mi madre sobre algo trivial, notando lo natural que se veía ahora, casi como si hubiera encontrado su lugar aquí, con nosotros.

Pero esa misma comodidad que ahora irradiaba Freen era lo que me inquietaba. Sabía que si mis padres se encariñaban con ella, las cosas se complicarían aún más. No podía permitir que esa conexión creciera, no cuando tenía un plan que no admitía distracciones, ni mucho menos la posibilidad de que Freen se convirtiera en algo más que una simple herramienta para mis objetivos.

Así que, mientras seguía sonriendo y participando en la conversación, en el fondo de mi mente, la voz de la cautela me recordaba que debía mantener el control, que no podía permitirme olvidar lo que realmente estaba en juego.







Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora