Capítulo 18: Provocaciones

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Sarocha Chankimha

Caminaba despacio por la habitación, con la incomodidad de la media de compresión recordándome cada paso, pero Becky había tenido razón: aunque era incómodo, realmente me ayudaba. Cojeaba un poco, sí, pero al menos podía moverme por mi cuenta.

La puerta de la habitación se abrió de repente, y levanté la mirada para ver a Sam entrando, vestido como si fuera a salir. Parecía que tenía algo en mente, pero su atención se desvió hacia mí en cuanto me vio de pie.

—¿Por qué estás de pie? —me preguntó con una ceja levantada—. Se supone que deberías estar descansando.

Le sonreí, acercándome a ella mientras sentía esa pequeña punzada en el tobillo. Sin embargo, no me importó. Tomé su brazo suavemente y, estirándome un poco, dejé un beso en su mejilla. Podía sentir su ligera sorpresa por el gesto, pero no retrocedió.

—Quiero ir a ver a Becky —le dije, mi voz casi susurrante.

Sam frunció el ceño, como si estuviera evaluando si eso era una buena idea o no. Sabía que mi tobillo era una preocupación para ella, y estaba seguro de que no le gustaba la idea de que saliera cuando apenas podía caminar sin problemas.

—No es buena idea que salgas, no con tu tobillo así —respondió, su tono firme, aunque preocupado.

No pude evitarlo; puse mi mejor cara de súplica, inclinando un poco la cabeza y usando esa voz aniñada que sabía que siempre lo desarmaba.

—Por favor, Sam... —dije, alargando un poco las palabras para añadir ese toque extra de dulzura.

Vi cómo suspiraba, y supe que lo había logrado. Sam tenía esa manera de ser estricto, pero nunca podía decirme que no cuando realmente lo necesitaba.

—Está bien —cedió finalmente, aunque su tono seguía mostrando algo de preocupación.

Sonreí ampliamente, sintiendo un pequeño triunfo en ese momento. Sabía que Sam se preocupaba por mí, pero también sabía que nunca me detendría si algo era realmente importante para mí. Y en ese instante, ir a ver a Becky lo era.

Mientras me preparaba para salir, sentí una mezcla de emoción y gratitud. Sam podía ser sobreprotectora a veces, pero su amor siempre estaba presente, y eso era lo que hacía que todo valiera la pena.

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Ya estábamos estacionadas frente al edificio donde vivía Becky. El día era soleado, un típico sábado, y aunque no lo había confirmado, estaba casi segura de que Becky estaría en casa. Al menos, eso esperaba. Estaba a punto de abrir la puerta del auto cuando de repente me detuve, sintiendo una oleada de nervios que me hizo girar rápidamente hacia Sam. Ella me miró, claramente confundida por mi repentino cambio de humor.

—¿Qué pasa? —me preguntó, su ceja arqueada en esa expresión típica de quien no entiende nada.

Sentí que mis mejillas se calentaban, y antes de darme cuenta, las palabras empezaron a salir.

—¿Y si no está en casa? —dije rápidamente, casi atropellando las palabras—. O, o quizás está ocupada...

Sam me miró como si acabara de decir la cosa más absurda del mundo, lo cual, pensándolo bien, probablemente era cierto. No solía ponerme así de nerviosa, pero Becky siempre lograba desarmarme de alguna manera.

—¿Acaso no la llamaste antes para preguntarle si podían verse hoy? —preguntó, con un tono de ligera incredulidad.

Mi cara debió delatarme porque las mejillas me ardieron aún más, y solo pude negar con la cabeza, sintiéndome un poco tonta.

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora