Capítulo 35: Era Nuestro Hijo

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Rebecca Armstrong

Saint me observa con esa calma suya, pero sus palabras ya han plantado una semilla incómoda en mi cabeza. "Probabilidades", dice. Probabilidades de que Richie haya tenido un hijo. Trato de ocultar el súbito desorden de emociones que me invade, pero es como si mi mente estuviera corriendo una y otra vez sobre la misma pista, hilando ideas y teorías que no había considerado antes.

—¿Cómo que Richie estaba en Italia al mismo tiempo que Freen y Sam? —pregunto, tratando de sonar serena, aunque mi voz me traiciona un poco.

—Así es. No tenemos nada confirmado, pero... resulta extraño, ¿no crees? —responde Saint, observándome como si intentara leer cada uno de mis pensamientos.

Asiento lentamente, incapaz de despejar las ideas que empiezan a formarse. La coincidencia es, sin duda, extraña, y la posibilidad de que haya algo que no se me ha contado me deja con una sensación de vacío.

Empiezo a imaginar escenarios que me resultan difíciles de aceptar, de procesar. Por mucho que quiera decirme que son solo teorías, siento una punzada de inseguridad que me golpea donde menos lo esperaba. ¿Y si Freen no me ha contado toda la verdad? ¿Y si hay algo más en su relación con Sam de lo que yo conozco?

Inhalo profundamente, queriendo aferrarme a la idea de que Freen no sabe nada de esto, quiero confiar en que ella es inocente, en el amor y la sinceridad que compartimos. Pero en este momento, en el silencio que sigue a las palabras de Saint, esa seguridad comienza a desmoronarse.

Lo miro a los ojos, esperando algún tipo de certeza, alguna pista de que mis miedos son infundados. Pero él solo me observa en silencio, y en su mirada parece haber una comprensión que no necesito ni quiero en este instante.

Me quedé en mi oficina, recostada en la silla, sin poder deshacerme de las dudas que Saint había sembrado en mí. No había dejado de darle vueltas a la posibilidad de que Freen estuviera implicada en algo que ni siquiera imaginaba.

Escucho la puerta abrirse y, sin mirar, le pido a mi secretaria que se vaya, que quiero estar sola. Pero la respuesta que llega no es la suya; es una voz que me es demasiado familiar, que siempre logra derretir cualquier muro que intento construir.

—¿No quieres verme a mí tampoco? —pregunta Freen con su tono suave, un poco divertido.

Abro los ojos, obligándome a sonreír y a ocultar la tensión que siento en el pecho. Hago un gesto para que se acerque y trato de mantener la calma. Ella camina hacia mí y, sin decir nada, me toma de las manos. Me sonríe con esa calidez que siempre me desarma y, sin más, se sienta en mis piernas, apoyando su cabeza en mi hombro y envolviéndome con sus brazos.

Dejo que el aroma de su perfume y el calor de su cuerpo me envuelvan, aferrándome a este momento, intentando que todas las dudas y miedos que me atormentan se disipen. No quiero pensar en nada más; solo quiero dejarme llevar por la tranquilidad que siempre encuentro en ella.

Cierro los ojos y, en silencio, la acurruco contra mí, acariciando su cabello y olvidando por un instante todo aquello que me había quitado la paz. Siento cómo mis pensamientos, las ideas que había estado construyendo desde esta mañana, se desvanecen lentamente mientras me pierdo en el simple hecho de tenerla aquí, conmigo.

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Los meses pasaron como un suspiro, llenos de momentos en los que sentía que, finalmente, todo comenzaba a encajar. La campaña de amor y amistad fue un éxito rotundo, mucho más de lo que esperaba. Ver a Freen ganarse al público con su autenticidad y su carisma fue emocionante. Varias empresas intentaron atraerla con mejores ofertas, pero ella se negó. Me aseguré de que supiera cuánto valoraba su lealtad y el esfuerzo que ponía en cada sesión, tanto detrás como delante de la cámara.

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora