Rebecca Armstrong
La pregunta de Freen me tomó completamente desprevenida. Me congelé por un instante, pero enseguida me recompuse, esbozando una sonrisa que, espero, haya ocultado bien mi sorpresa. —¿Por qué preguntas eso? —le pregunté, intentando mantener mi voz lo más natural posible.
Freen se acomodó mejor en la cama, evidentemente nerviosa. Desvió la mirada por un momento antes de volver a fijarla en mí. —Es solo que... cada vez que Sam está cerca, parece que te molesta su presencia —murmuró, su voz suave, como si temiera haber hecho mal en preguntar.
Internamente, me regañé. No había sido lo suficientemente cuidadosa, y ahora Freen se había dado cuenta de mi actitud. ¿Cómo no sentirme incómoda cuando la hermana de la persona frente a mí destruyó la vida de Richie y está tan tranquila, como si nada hubiera pasado? La vida de Sam continuó, mientras que la de Richie se detuvo para siempre. Ese pensamiento me llenaba de resentimiento.
Me senté a su lado y acaricié su cabello, intentando calmar tanto a Freen como a mí misma. —No es cierto, Freen —mentí con suavidad. —Sam no me molesta, es solo que soy un poco reservada con las personas que estoy conociendo. Necesito tiempo para sentirme cómoda. —Vi cómo Freen asentía, aliviada por mi explicación. Al menos había logrado tranquilizarla, y eso me hacía sentir un poco menos culpable.
Queriendo recuperar el ambiente ligero que teníamos antes de que Sam interrumpiera, decidí ser un poco atrevida. Sin previo aviso, me incliné hacia Freen y le robé un beso en los labios. Fue un gesto rápido, pero lo suficientemente intenso como para que ella se sonrojara al instante. Su reacción fue adorable: cubrió su rostro con las manos y, entre risas nerviosas, gritó mi nombre.
No pude evitar reírme. Freen era tan diferente a Sam, tan inocente, que por un momento me olvidé de todo lo demás. Verla así, tan desarmada por un simple beso, me hizo sentir algo cálido en el pecho, una emoción que me asustaba tanto como me atraía.
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Después de regresar a la ciudad tras visitar a Freen, volví a mi rutina diaria, sumergiéndome en el trabajo como si nada hubiera cambiado. Pero esa noche, al llegar a mi apartamento, todo el peso de lo que estaba evitando se estrelló contra mí. Dejé caer mis cosas y me desplomé sobre el sofá, cansada tanto física como emocionalmente.
Entonces, escuché el sonido seco de una carpeta golpeando el suelo. Me incorporé y la vi allí, como una sombra de algo que preferiría no enfrentar. Era la carpeta con toda la información sobre Sam. Sentí un nudo en el estómago al recordar el contenido que me había negado a revisar detenidamente. Me acerqué lentamente, como si acercarme a la carpeta fuera acercarme al abismo de mis propios sentimientos contradictorios.
Me senté en el sofá, con los codos apoyados en las rodillas, y pasé las manos por mi cabello en un gesto de desesperación. Era como si el solo hecho de tocar esa carpeta me llevara a un lugar oscuro del cual había estado intentando escapar.
Con un suspiro profundo, abrí la carpeta y la primera imagen que vi fue una foto de Sam y Freen juntas. Parecían felices, como si nada en el mundo pudiera perturbarlas. El rostro de Sam irradiaba una alegría que hacía que me hirviera la sangre. ¿Cómo podía sonreír así después de lo que había pasado? ¿Después de lo que su familia le había hecho a Richie?
Entonces, la pantalla de mi teléfono se iluminó, distrayéndome por un momento. Solo era una notificación sin importancia, pero el fondo de pantalla me golpeó como un puño en el estómago. Era una foto de Richie y yo cuando éramos adolescentes, un día en el parque de diversiones. Lo recordaba como si hubiera sido ayer; la risa de Richie, su felicidad contagiosa... Me sentí atrapada entre dos mundos: el pasado, donde Richie aún estaba vivo, y el presente, donde estaba atrapada en este ciclo de venganza y confusión.
La tristeza me invadió, un peso insoportable en el pecho. Me pregunté si alguna vez podría dejar todo esto atrás. Si podría ver a Freen y no pensar en Sam. Si podría ser feliz, aun cuando la persona que más amé ya no estaba. Acaricié la imagen en la pantalla, deseando, por un instante, que las cosas hubieran sido diferentes. Que Richie aún estuviera aquí, que yo no estuviera atrapada en esta espiral de dolor y resentimiento.
Pero las cosas no eran así, y tenía que lidiar con la realidad, aunque me costara cada día más.
Puse mi teléfono al lado de la foto, y mi mirada se alternaba entre la imagen de Richie y la de Sam. Un pensamiento oscuro comenzó a formarse en mi mente, algo que había tratado de ignorar, pero que ahora se hacía imposible de evitar. Tanto Sam como yo compartíamos algo en común, algo que definía gran parte de nuestras vidas: nuestros hermanos.
Richie había sido todo para mí, mi mejor amigo, mi confidente, y Sam me lo había arrebatado de la peor manera posible. Sentí un fuego arder en mi interior al pensar en ello. ¿Cómo podía seguir adelante, sonriendo, viviendo su vida como si nada? ¿Cómo podía estar tan tranquila, mientras yo cargaba con el dolor de perder a Richie cada día?
Entonces, una idea comenzó a tomar forma. Si Sam había sido la causa de mi dolor al quitarme a Richie, ¿por qué no hacer que ella sintiera lo mismo? ¿Por qué no arrebatarle a Freen, la única persona que parecía importarle? De repente, me di cuenta de que la venganza que tanto había tratado de evitar se había convertido en una necesidad, en una especie de justicia retorcida.
Sam debía saber lo que era perder a alguien que amaba, sentir en carne propia el sufrimiento que había causado. Mis manos se cerraron en puños sobre mis rodillas, mientras el deseo de venganza se apoderaba de mí. Sabía que era un camino peligroso, uno que probablemente me destruiría a mí también, pero en ese momento, nada parecía importar más que hacerle pagar a Sam por lo que me había quitado.
Miré nuevamente la foto de Sam y Freen, y supe que tenía una decisión que tomar. Una parte de mí gritaba que no lo hiciera, que no me dejara consumir por el odio, pero otra, la más herida, quería ver a Sam sufrir, quería que entendiera el dolor que yo había sentido desde que Richie se fue.
—Te haré pagar por lo que hiciste —murmuré en voz baja, como si al decirlo en voz alta, sellara mi decisión. Freen era mi única arma, y estaba dispuesta a usarla, sin importar las consecuencias.
Ojalá lo hubiera pensado mejor aquel día…
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Entre La Venganza Y El Amor
FanfictionRebecca Armstrong tenía una vida perfecta hasta que su hermano, Richie, se suicidó, dejando una devastadora carta que revelaba el motivo de su muerte. Consumida por el dolor y el enojo, Rebecca jura vengarse de la persona responsable. Sarocha Chanki...