Capítulo 45: Discusión Entre Hermanas

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Sarocha Chankimha

La luna se reflejaba en el lago de forma tan tranquila que parecía un espejo, duplicando las estrellas en el agua. Becky y yo estábamos sentadas sobre la manta, disfrutando de la calma que nos rodeaba. Sentía su mano acariciando mi cabello de una manera suave y rítmica, y me acurruqué, apoyando mi cabeza en sus piernas, sintiéndome completamente en paz. Con ella, todo era más cálido, más brillante.

—No tienes idea de cuánto te amo, Becky —le susurré, mirando el reflejo de su rostro bajo la luz de la luna—. A veces siento que esto es un sueño… que voy a despertar, y tú no estarás.

Ella me sonrió, pero pude notar un cambio sutil en su expresión, una sombra que nubló sus ojos por un instante. Parecía como si quisiera decir algo, pero en lugar de hablar, se inclinó hacia mí y me besó suavemente. Su beso era lento, casi como si tratara de retener el momento, de hacer que durara para siempre.

—Todo esto es real, Freen —susurró Becky, apenas separando sus labios de los míos—. Quiero que siempre recuerdes eso. Y… si alguna vez me equivoco o te lastimo… solo te pido que me escuches antes de juzgarme.

Me quedé mirándola en silencio por unos segundos, estudiando su rostro con una mezcla de ternura y curiosidad. No entendía del todo a qué se refería, pero confiaba en ella.

—Claro, Becky —le respondí, asintiendo lentamente—. Pase lo que pase, siempre estaré aquí para escucharte.

Ella me sonrió, y pude ver el brillo de sus ojos mientras nuestras miradas se conectaban en esa promesa silenciosa. Nos quedamos en ese momento, sin necesidad de palabras, solo disfrutando de la compañía mutua y del cielo estrellado. Becky continuó acariciándome el cabello, sus dedos recorriendo cada mechón con suavidad, hasta que poco a poco mis párpados se fueron cerrando.

—Descansa, Freen —la escuché susurrar en un tono tan dulce que me hizo sentir segura y amada.

Me dejé llevar por el sueño, con el sonido de su respiración y el suave vaivén de sus caricias como mi única realidad. Aquella noche, sentí que nada en el mundo podía perturbar la felicidad que compartíamos.

La luz del sol entraba tímidamente por la ventana cuando desperté en mi habitación. Me tomó un momento recordar cómo había llegado hasta allí; la última imagen que tenía en mi mente era la de Becky y yo bajo la luna, en aquel lugar tan mágico. Aun así, me levanté, un poco desorientada, y salí de la habitación. La casa estaba en silencio, pero escuché ruidos en la cocina, así que bajé.

Allí estaba Sam, con una expresión concentrada mientras cocinaba. Algo en su semblante parecía… distinto, como si llevara una carga invisible que yo no lograba ver.

—Sam —la llamé, con un tono serio, mientras ella volteaba a verme—. Necesito hablar contigo.

Ella levantó la vista, sorprendida al notar mi expresión. Sin embargo, no dijo nada y siguió cocinando. Pero ya no podía ignorarlo; era algo que me había estado carcomiendo desde hace tiempo, y necesitaba respuestas.

—¿Dónde está tu hijo? —pregunté, sin rodeos.

La cuchara que Sam sostenía tembló en sus manos, pero su expresión se volvió rígida al instante.

—¿De qué estás hablando, Freen? —respondió, mirándome con desdén mientras volvía a concentrarse en la comida.

—No me vengas con eso, Sam —insistí, dando un paso adelante—. ¿Por qué no me contaste nada? ¿Por qué lo ocultaste?

Ella soltó un suspiro, y pude ver cómo su rostro se tensaba más.

—No es asunto tuyo, Freen —me dijo con frialdad, su voz marcada por una defensa evidente—. No tienes derecho a preguntarme nada sobre eso.

—¿Perdona? —solté, sintiendo cómo la rabia crecía dentro de mí—. ¿Soy tu hermana o no? ¿De verdad crees que no debería saberlo?

Sam apretó los labios, claramente irritada, y nos quedamos mirándonos, cada una más decidida a no dar su brazo a torcer. La tensión era palpable, un silencio denso se apoderó del ambiente.

Pero entonces, unos pasos se escucharon cerca, y ambas volteamos. Allí, en el umbral de la puerta, estaban Aon, Ponh, Irin y Non, observándonos con preocupación.

Sam y yo intercambiamos una mirada rápida. Sin decir una palabra, decidimos pausar la discusión. Podíamos ver la incomodidad en sus rostros, y tampoco queríamos arruinar el día con nuestra pelea.

—Está bien —dije en voz baja, dirigiéndole una última mirada seria a Sam—. Lo hablaremos después.

Ella asintió de mala gana, y regresó a la cocina en silencio. Yo, por mi parte, intenté calmarme y me uní a los demás en un intento de recuperar la normalidad… aunque la incomodidad seguía ahí, flotando entre nosotras.

El desayuno transcurrió en un silencio casi incómodo, cargado de pensamientos no dichos. Todos trataban de mantener una apariencia normal, pero la incomodidad era evidente. Al final, Irin y Non se levantaron, rompiendo la quietud con una sonrisa.

—Tenemos que tomar el vuelo a Inglaterra —dijo Irin, arreglándose la chaqueta—. Ya dejamos la empresa bastante descuidada.

Me despedí de ellos con un abrazo y un "cuídense" sincero, aunque mi mente aún estaba atrapada en la conversación que tuve con Sam. Me sentía tan dividida entre la ternura de esa despedida y la tensión que me provocaba lo que ella me ocultaba.

—Me iré a descansar un rato más antes de que traigan al nuevo ganado —murmuró Sam, levantándose con el rostro cansado. Apenas le dirigí una mirada y asentí, aún molesta, sin querer dedicarle mucha atención.

Ponh, con su habitual sonrisa, se acercó cuando todos comenzaron a dispersarse.

—¿Me darías un recorrido por la hacienda, Freen? —preguntó con una mezcla de curiosidad y emoción.

Asentí, sintiendo que un cambio de ambiente era justo lo que necesitaba.

—Claro, será un placer —le respondí, y volviéndome hacia Aon, le indiqué el despacho—. Si quieres leer algo, allí tienes algunos libros interesantes.

Aon asintió agradecido y se dirigió hacia la puerta indicada, mientras Ponh y yo salimos de la hacienda. Caminamos tranquilamente por el campo, disfrutando del aroma de la hierba fresca y el paisaje abierto. El sol estaba en su punto justo, y una ligera brisa hacía que el ambiente fuera perfecto para una mañana de paseo.

Después de mostrarle algunos lugares y el ganado, le pregunté:

—¿Sabes montar a caballo?

Ponh sonrió con un leve rubor en las mejillas y negó.

—Nunca he tenido la oportunidad, pero me encantaría aprender.

—Entonces hoy es tu día de suerte —le dije con una sonrisa, llevándola hacia el establo.

Le di una pequeña lección, explicándole cómo guiar al caballo, cómo mantener el equilibrio y la importancia de la confianza con el animal. Ponh seguía mis instrucciones atentamente, haciendo preguntas aquí y allá. La conversación fluía de manera ligera y natural hasta que, entre risas y comentarios sobre el paisaje, Ponh mencionó a Becky.

—Becky realmente parece muy feliz contigo —dijo Ponh, sonriendo suavemente mientras me miraba de reojo—. Es la primera vez que me habla de alguien de una forma tan especial.

El calor subió a mis mejillas casi de inmediato, y sonreí, sintiéndome repentinamente tímida.

—¿De verdad? —pregunté, tratando de mantener la compostura.

—Oh, sí —confirmó Ponh—. Y no solo eso, sino que eres la primera persona que me presenta oficialmente como su pareja.

Sus palabras me llenaron de una calidez especial que era difícil de describir. Saber que Becky me había hecho parte de su vida de una forma tan auténtica, que me había presentado a su familia y amigos, me hacía sentir única y valorada.

—Eso significa mucho para mí, en serio —admití, con una sonrisa que no lograba esconder.

Ponh me miró con ternura y asintió, como si comprendiera todo sin necesidad de más palabras. Disfrutamos el resto del recorrido en silencio, con una tranquilidad nueva en mi corazón.

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora