Capítulo 41: Muy Pronto

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Sarocha Chankimha

Me detengo frente a la puerta de la habitación de Becky justo a tiempo para ver a Sam salir. Las lágrimas en sus ojos brillan bajo la tenue luz del pasillo, y algo en su expresión me inquieta. No suele mostrarse tan vulnerable, así que me acerco despacio.

—¿Estás bien? —le pregunto en voz baja.

Pero Sam solo sacude la cabeza, evitándome con la mirada. —Necesito volver a la hacienda —murmura rápidamente. Antes de que pueda decir algo más, me da un beso en la mejilla y se va por el pasillo. La miro mientras se aleja, con una sensación extraña en el pecho. Algo no anda bien. Decido que hablaré con ella más tarde, cuando todo esté más tranquilo.

Tomo un respiro profundo y entro en la habitación de Becky. Está con los ojos cerrados, pero al escuchar mis pasos, sus pestañas se levantan y me encuentra con la mirada. Me acerco sin decir nada, y en silencio, le doy un suave beso en los labios. La veo sonreír, esa pequeña sonrisa que siempre consigue desarmarme.

Me inclino, llenándola de pequeños besos en la frente, las mejillas y los labios, mimándola como si fuese un tesoro que casi perdí. Becky se ríe entre besos y murmura algo sobre lo melodramática que puedo llegar a ser. La adoro tanto en estos momentos tranquilos, cuando somos solo ella y yo.

Después de un rato, entre susurros y sonrisas, dejo que una pregunta que llevo guardando salga al fin:

—¿Por qué estabas discutiendo con Sam antes del accidente?

La noto tensarse apenas un instante, lo suficiente para saber que trata de ocultarme algo. Intenta evadir el tema, murmura que no es nada importante, que son cosas sin sentido, pero no se me escapa su tono evasivo.

—Becky, dime la verdad. —Mi voz es suave, pero firme. Quiero entender, quiero saber qué está pasando. Ella me mira, dudando, como si buscara las palabras adecuadas.

Becky se muerde el labio, mirándome con esa sonrisa juguetona que me tiene completamente hechizada.

—De verdad no fue nada importante, amor. —Susurra mientras se acomoda en la cama para acercarse un poco más a mí—. Solo le sugerí a Sam que sería bueno que vinieras a vivir conmigo. Pero ya sabes cómo es… como eres su hermana, no estuvo de acuerdo.

La miro unos segundos y dejo que la explicación me convenza. La conozco lo suficiente para saber que hay momentos en los que simplemente no quiere compartir cada detalle, y si de verdad fue solo eso, no hay razón para insistir. Además, la idea de que Sam fuera tan celosa me hace sonreír, así que bromeo:

—Nunca pensé que Sam fuera tan celosa. —Sacudo la cabeza mientras ambas nos reímos, y el sonido de su risa me llena de calidez.

Con cuidado, acaricio su rostro, deslizando mi pulgar suavemente por su mejilla. Sus ojos se suavizan mientras me observa, y hay algo en su mirada que siempre logra derretirme. Su mano sube hasta mi nuca y me acerca un poco más, hasta que nuestros labios están apenas a unos centímetros de distancia.

—¿Sabes cuánto te amo? —le susurro, apenas audible, casi como un secreto entre las dos.

Becky sonríe, mirándome como si yo fuera la única persona en el mundo, y su voz es un susurro lleno de ternura cuando me responde:

—Dímelo otra vez.

La beso con suavidad, tomándome el tiempo para dejarle saber cuánto significa para mí en cada toque de mis labios. En este momento, solo somos ella y yo, sin preocupaciones, sin miedos. Nos perdemos en caricias lentas, en promesas silenciosas. Siento que nunca habrá palabras suficientes para expresar lo que siento, pero sé que Becky lo entiende.

—Te amo —repito entre besos, aferrándome a ella como si pudiera sostenerla así para siempre.

Ella cierra los ojos y suspira, su rostro relajado, y en ese momento puedo ver cuánto hemos pasado y cuánto hemos crecido juntas. Nos quedamos así, abrazadas y en silencio, compartiendo un amor que se siente infinito, sin necesitar nada más que nuestra presencia mutua.

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Observo a Becky mientras la doctora Fahlada revisa sus reflejos y sensibilidad, viendo cómo cada prueba parece un pequeño triunfo. Han sido semanas llenas de paciencia, frustración y pequeños avances, pero ver a Becky sonreír cuando confirma que siente ese ligero piquete en su pie me hace sentir una inmensa felicidad.

La doctora Fahlada nos da una sonrisa leve, algo poco común en ella, pero Becky y yo ya hemos aprendido a conocer sus pequeños gestos. Desde el primer día, su actitud reservada y profesional nos dio confianza, y ahora se ha vuelto alguien en quien confiamos mucho. Sin embargo, he notado que cuando Earn, su novia, aparece por el hospital, esa seriedad se disuelve por completo y deja ver un lado de Lada que casi nadie más ve. Becky y yo siempre bromeamos con que ella es como un osito cariñoso en presencia de Earn, y a Fahlada le resulta difícil esconder su vergüenza cuando lo mencionamos.

—Así que mañana comienzas, ¿eh? —dice Lada, rompiendo mis pensamientos. Me giro hacia ella mientras asiente con profesionalismo—. Estén aquí por la tarde. La fisioterapeuta encargada del caso de Becky les mostrará todo el proceso.

Asiento agradecida, tomando mentalmente nota de cada indicación.

—Gracias, doctora. De verdad, gracias por todo lo que ha hecho —le digo, sin poder evitar que mi tono se llene de emoción.

Becky también la mira con una sonrisa sincera, agradecida por cada pequeño paso que la ha acercado a su recuperación.

Lada parece un poco incómoda con nuestras expresiones de gratitud, y rápidamente vuelve a su tono profesional.

—Es mi trabajo, no tienen nada que agradecerme. Solo hagan lo que les indico y verán resultados. —Luego, en un tono más suave y quizás hasta algo maternal, añade—: Becky, tienes una gran actitud, y eso hará toda la diferencia.

Becky sonríe y asiente con firmeza, con esa determinación que sé que siempre ha tenido.

Cuando Lada se retira de la habitación, me siento junto a Becky y le tomo la mano. Ella me mira con esos ojos llenos de fuerza, y me siento tan orgullosa de ella. Esta recuperación no será fácil, lo sabemos, pero juntas hemos pasado por tanto que sé que también superaremos esto.

—¿Lista para mañana? —le pregunto, apretando suavemente su mano.

—Lista para lo que venga —responde con una sonrisa desafiante, esa misma sonrisa que siempre me ha enamorado.


Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora