Capítulo 39: Parálisis Temporal

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Maratón 3/3

Despierto, y lo primero que veo es el rostro de Freen, sus ojos llenos de preocupación pero también de una ternura que me llena el pecho. Me esfuerzo por sonreír, tratando de enfocar la vista y acostumbrarme a la luz de la habitación. Algo en su aspecto capta mi atención y suelto una pequeña risa, aunque mi voz apenas es un susurro.

-¿Me perdí tanto que te dio tiempo de cambiar de look? -bromeo, aunque mi corazón late un poco más rápido solo al verla.

Ella sonríe, y aunque noto un brillo de alivio en sus ojos, también hay algo de tristeza allí. Pero trato de no pensar en eso ahora.

-Te ves... -hago una pausa, mirándola con admiración- hermosa. Y, bueno, un poco más sexy, para ser honesta.

Freen ríe un poco y me da un beso suave en la frente. Siento que todo está bien, que regresé al lugar correcto. Pero al intentar levantarme un poco en la cama, algo no va bien. Mis piernas... trato de moverlas, solo un poco, pero no siento nada. El pánico empieza a instalarse en mi pecho, como una sombra que se cierne rápidamente sobre mí.

Intento moverlas de nuevo, esta vez con más fuerza, pero mis piernas permanecen inmóviles. Mi sonrisa se desvanece, y mis manos comienzan a temblar mientras miro a Freen, esperando una explicación, una señal de que esto no es tan grave como parece.

-Freen... -mi voz sale en un susurro aterrorizado-. No puedo... no puedo mover mis piernas.

Freen toma mis manos, sus ojos buscando los míos. Puedo ver que está tratando de mantenerse firme, de ser la calma que necesito, pero su mirada también refleja miedo.

-Becky, por favor, tranquila. Acabas de despertar... es normal que al principio sientas adormecimiento. -Su tono es suave, pero en el fondo de su voz noto una duda que no logra ocultar del todo.

Pero yo sé que no es normal. Puedo sentirlo en mi interior, una certeza dolorosa que comienza a ahogarme. Intento mover las piernas una y otra vez, como si con cada intento pudiera romper esa barrera que parece separarlas de mí, pero nada sucede. La angustia se apodera de mí, y mis manos empiezan a temblar más fuerte.

-¡No puedo sentirlas, Freen! -exclamo, ya con la voz quebrada por el miedo-. No... no puedo mover mis piernas. ¿Qué está pasando?

Freen me toma del rostro, sus manos cálidas contra mi piel helada. Veo lágrimas en sus ojos, lágrimas que intenta contener por mí.

-Becky, vamos a superar esto juntas, ¿sí? -su voz es un susurro desesperado, como si quisiera convencerme y convencerse al mismo tiempo-. Estaré aquí contigo, pase lo que pase.

Pero, a pesar de sus palabras, siento que el mundo se me desmorona. Todo mi ser grita en silencio, intentando rechazar la posibilidad que se dibuja cada vez más clara en mi mente. Freen me sostiene mientras sollozo, y aunque intento buscar consuelo en su presencia, el miedo no se va.

Me tomo un rato para calmarme, aferrada a la mano de Freen, mientras el eco de mi miedo aún retumba en mi pecho. Pero su voz, su presencia, hacen que el pánico vaya cediendo poco a poco. Aún me cuesta respirar con normalidad, pero al menos ya no siento que me estoy ahogando.

Entonces, la puerta se abre y veo entrar a la doctora Fahlada, seguida de mis padres. Ambos se acercan a mi cama, sus rostros llenos de preocupación y ternura. Mi madre se detiene a un lado, acariciándome la mejilla, mientras papá se queda en silencio, con las manos entrelazadas, sin saber qué decir.

La doctora se acerca y, con voz calmada y profesional, comienza a explicarme la situación.

-Becky, lo que tienes es una inflamación en la columna -dice, mirándome con comprensión-. Esa inflamación podría estar causando la pérdida de movilidad en tus piernas. Esto es algo temporal; no significa que la parálisis sea permanente.

La escucho con atención, y aunque el miedo sigue presente, sus palabras me traen un alivio que apenas puedo describir. La parálisis no es permanente. Esa idea se aferra a mi mente como un salvavidas en medio de una tormenta.

-Tendremos que esperar a que baje la inflamación -continúa la doctora-. Con el tiempo, haremos algunas pruebas para evaluar la sensibilidad y, en cuanto sea posible, comenzaremos con sesiones de fisioterapia. Esto ayudará a que tus músculos se mantengan activos y, eventualmente, recuperarás la movilidad.

Mis padres asienten mientras la escuchan, y siento el cálido apretón de la mano de Freen. A pesar de todo, no me siento sola. La presencia de todos ellos, su apoyo, es como un escudo que me rodea.

-¿Entonces hay esperanza de que vuelva a caminar? -pregunto, con la voz aún temblorosa, pero ya no tan asustada.

La doctora asiente y me sonríe con paciencia.

-Sí, Becky. Lo importante ahora es mantener una actitud positiva y seguir las indicaciones médicas. Recuerda, esto es solo un obstáculo temporal. Con el tratamiento adecuado, estoy segura de que podrás superar esto.

Respiro profundamente, tratando de procesar todo. No será fácil, pero al menos ahora tengo una luz al final del túnel. Mi madre me acaricia el cabello, susurrándome palabras de aliento, mientras Freen me mira con esa mezcla de ternura y fortaleza que tanto amo. Aún hay un largo camino por recorrer, pero, por primera vez desde que desperté, siento que puedo enfrentarlo.

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Después de que Freen y mi papá se van, me quedo a solas con mamá. Su presencia siempre ha sido un consuelo para mí, y hoy, después de todo lo que he pasado, la siento más cerca que nunca. Ponh se sienta junto a mí, y por un momento, guarda silencio, como si buscara las palabras adecuadas.

-Becky... -dice, y noto un temblor en su voz-. No tienes idea del alivio que sentí cuando supe que estabas bien. Pensé que... que te perdería, como a Richie.

Sus palabras traen un peso que me hace recordar todo lo que pasó con Richie, y por un instante veo en sus ojos todo el miedo y el dolor que mi madre ha tenido que soportar. Le sonrío suavemente, tratando de animarla.

-No te vas a librar de mí tan fácilmente, mamá -le digo en tono juguetón, y ambas reímos, aliviadas de compartir este momento entre risas.

Después, la miro y le cuento algo que llevaba guardado desde que desperté.

-Mamá... soñé con Richie. -Su rostro se suaviza, y veo un brillo en sus ojos-. Pude abrazarlo, hablar con él... fue tan real.

Ella sonríe, con ese tono nostálgico y a la vez juguetón que siempre tiene cuando habla de él.

-Ustedes dos siempre fueron inseparables, hija. No me sorprende que se hayan encontrado, aunque sea en sueños.

Nos reímos juntas, y me siento un poco más ligera. Pero entonces, una sombra cruza mi mente. Recuerdo la conversación con Sam antes del accidente, y las palabras de Richie en el sueño vuelven a mi mente, claras y fuertes. Sin pensarlo mucho, suelto la pregunta casi sin anestesia.

-Mamá, Richie... él tuvo un hijo.

Veo cómo su expresión cambia, sorprendida, sus ojos abriéndose en confusión.

-¿Cómo es eso posible? -me pregunta en un susurro.

Tomo una respiración profunda y le explico lo que escuché, la conversación que tuve con Richie en el sueño y lo que me dijo Sam. Mi madre se queda en silencio, procesando lo que le cuento, su mirada perdida en algún punto lejano.

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora