Capítulo 46: ¿Todos?

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Omnisciente

Becky había ido al orfanato a buscar información sobre el hijo de su hermano; sin embargo, no logró nada. La muchacha que la atendió le informó que volviera el fin de semana, ya que la directora no se encontraba. Algo frustrada, Becky aceptó. Antes de irse, decidió dar una vuelta por el orfanato, observando a los niños jugar.

Su vista se pozo en un niño alejado de los demás, ella lo reconoció y se acercó por atrás cubriendo sus ojos.

-¿Quién es? -preguntó la pequeña voz, tratando de quitar las manos de Becky de sus ojos.

Becky sonrió y apartó las manos de sus ojos, luego, se sentó al lado del niño. Damián la observó con calgo de curiosidad antes de recordarla y sonreír.

-¡Becky! -exclamó, se acercó a ella y la abrazó.

-Hola, ¿cómo estás? -lo sentó en sus piernas.

-Bien, pero algo aburrido.

-¿Y por qué no vas a jugar con los demás? -preguntó. Damián observó hacia los demás niños y luego bajó su vista, comenzando a jugar con sus dedos.

-Ellos no me gustan, son muy bruscos. Prefiero hacer cosas más tranquilas o jugar con niños que no sean tan... ¿arrebatados? -Becky río antes el término. -Quisiera salir, o tener una familia.

-Alguien te adoptará. Estoy segura de eso -dijo, tratando subir el ambiente.

-¿Crees eso de verdad? -Becky asintió.

-¿Y tú? ¿Qué haces aquí? -preguntó con curiosidad.

-Oh, vengo a buscar un niño. Hace muchos años una persona lo dejó aquí. Necesito encontrarlo para llevarlo a casa conmigo.

-¿Y cómo se llama? Quizás yo pueda ayudarte a buscarlo, conozco a todos los niños de aquí.

Becky esbozó una sonrisa, acariciando el cabello de Damián. -Bueno, no sé cómo es. Pero se llama Damián y debe tener unos tres o cuatro años.

Damián se quedó pensando y Becky admiró lo adorable que era el niño mientras se concentraba.

-Bueno, hay, aproximadamente. Veinte niños llamados Damián, pero puedo reducir tu búsqueda a siete. Solo siete niños de todo el orfanato se llaman Damián y tienen tres años o van a cumplir cuatro años.

Becky lo miró con sorpresa. Tratando de encontrar un pizca de broma o duda en el rostro de Damián, pero el niño parecía muy seguro de su respuesta.

-Bueno, te lo agradezco mucho. ¿Y quienes son?

Damián comenzó a señalar uno por una a cada niño. Y Becky solo observaba todas las posibilidades que habían de que uno de esos niños fuera el hijo de Richie, pero Damián solo había nombrado a seis niños, y el había dicho siete.

-¿Quién es el séptimo? -preguntó mirando el jardín. Damián se removió en sus piernas.

-Yo -respondió en un susurro.

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Después de despedirse de Freen y Sam, Becky y sus padres volvieron al ajetreo de la ciudad. La calma de la hacienda quedó atrás, y al día siguiente la esperaban las responsabilidades de su empresa, ahora en su control nuevamente. Al llegar a la casa de sus padres, Becky se recostó en la cama de su vieja habitación, cerrando los ojos por un rato y tratando de descansar. Sin embargo, la culpa continuaba persistente, acechándola cada vez que estaba cerca de Freen. A medida que el tiempo pasaba, el deseo de decirle la verdad se volvía más apremiante, aunque el miedo de las consecuencias la frenaba.

El proceso para encontrar al hijo de Richie avanzaba con una lentitud exasperante. La directora del orfanato le informó que requería una orden judicial para poder acceder a la información completa sobre el niño. Obtener la orden llevó casi un mes, y durante ese tiempo, Becky se encontró atormentada por la posibilidad de que el niño ya hubiera sido adoptado y que su búsqueda fuera en vano. Aun así, continuó cada visita con esperanza. En cada ocasión, al llegar al orfanato, siempre encontraba a Damián en la entrada, como si esperara su regreso. Su vínculo con el niño se fortalecía, y cada vez le parecía más natural pensar en él como el niño que tanto estaba buscando.

Mientras tanto, su empresa avanzaba con pasos firmes. Habían escalado en el mercado internacional, logrando posicionarse en el quinto lugar y consolidando su éxito. Este crecimiento reafirmaba su capacidad de liderazgo y le daba la confianza de que podía manejar cualquier reto.

La relación con Freen también florecía. Becky comenzaba a vislumbrar un futuro compartido, lleno de amor y estabilidad. Ahora, solo faltaba reunir el valor para confesarle la verdad que tanto le pesaba; y si todo salía bien, estaba considerando pedirle que se casara con ella.

Becky estaba concentrada en su oficina, revisando y firmando una pila de documentos importantes. Los números y decisiones del día a día en la empresa requerían toda su atención, pero la puerta se abrió suavemente, y al levantar la mirada, vio a Freen entrar con una sonrisa tranquila y sentarse frente a ella. Becky le devolvió la sonrisa, dejando por un momento el trabajo de lado.

—Mañana es tu cumpleaños —dijo Freen, apoyando la barbilla sobre una mano mientras la miraba—. ¿Qué te gustaría de regalo?

Becky pensó por unos segundos, jugueteando con la pluma entre los dedos.

—No estoy muy segura, la verdad… lo que tú me regales me parecerá bien —respondió con sinceridad, sonriendo suavemente. Freen siempre lograba sorprenderla, y no importaba tanto el regalo como el gesto.

Freen asintió, satisfecha con la respuesta, y Becky aprovechó para recordarle la celebración que su familia había organizado en su honor.

—No olvides que mañana habrá una pequeña celebración en casa de mis padres. Va a ser algo sencillo, pero todos quieren que estés allí.

Freen negó suavemente con la cabeza, sin dejar de sonreír.

—¿Todos? —preguntó Freen con un tono juguetón. Becky se sonrojó y asintió.

—Todos.

—No te preocupes, Bec. No me lo perdería por nada —le aseguró con determinación.

Las dos se quedaron en silencio por un momento, intercambiando miradas llenas de complicidad y cariño. Becky sintió un pequeño alivio al saber que tendrían esa reunión familiar, y aunque la culpa seguía allí, en su interior, decidió disfrutar de esos pequeños momentos con Freen, dejando de lado las preocupaciones por ahora.

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora