Capítulo 38: Tienes Que Despertar

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Rebecca Armstrong
Maratón 2/?

Despierto sintiendo una ligera brisa acariciando mi piel, el murmullo de las hojas moviéndose al viento me rodea. Abro los ojos lentamente, y el mundo a mi alrededor es desconocido, pero de alguna manera reconfortante. Estoy en medio de un pequeño bosque, rodeada de árboles altos y verdes que parecen susurrar un secreto que no alcanzo a comprender. Me levanto, sacudiendo la confusión, y miro a mi alrededor, intentando orientarme. Hay algo extrañamente familiar en este lugar, como si hubiera estado aquí antes.

Comienzo a caminar, siguiendo un camino que aparece entre los árboles, sin saber hacia dónde me lleva. Camino con cuidado, cada paso hundiéndome un poco más en una nostalgia que no comprendo. Entonces, al salir del bosque, me encuentro en un prado lleno de flores silvestres que se balancean suavemente al ritmo del viento. El paisaje es sereno, casi mágico.

Mis ojos captan una figura entre las flores. Es un chico, inclinado mientras corta algunas flores con una delicadeza que me llena de calidez. Lo observo, conteniendo el aliento, hasta que él se gira y nuestras miradas se encuentran. No puedo evitarlo; una sonrisa se extiende por mi rostro, y de pronto, como si fuera una niña otra vez, comienzo a correr hacia él.

Lo abrazo con todas mis fuerzas, sin querer soltarlo, mientras las lágrimas caen sin control.

—Te he extrañado tanto… —le susurro, la voz rota por la emoción contenida durante tanto tiempo.

Él me sostiene, acariciando mi cabello con ternura, y me susurra con una suavidad que me rompe y me sana al mismo tiempo.

—Lo sé, Becky… nunca me cansaré de pedirte perdón por haberte dejado.

Nos separamos un poco, y él limpia las lágrimas de mis mejillas con sus dedos, mirándome como si también hubiera estado esperando este momento.

—¿Por qué lloras? —me pregunta, su sonrisa cálida y nostálgica a la vez.

—Porque… —intento controlarme, pero las palabras apenas salen— porque estoy feliz de verte otra vez.

Él suelta una pequeña risa, esa risa que tanto extrañé y que solo él tenía.

—Mi hermanita siempre fue así de llorona conmigo. —Su sonrisa se ensancha, y me doy cuenta de que hasta en esta ocasión logra hacerme reír entre lágrimas.

—Eso es porque eras mi hermano, Richie. —Siento que mi voz tiembla, pero también está llena de una alegría serena. Me doy cuenta de cuánto he necesitado este momento, este abrazo—. Y además, era tu culpa por consentirme tanto.

Ambos reímos, y en ese instante, el tiempo parece detenerse. No hay preocupaciones, ni dolor, solo nosotros en medio de este prado lleno de flores y recuerdos.

Nos volvemos a abrazar, y siento cómo todo el amor y la añoranza que he guardado durante tanto tiempo se disuelven en ese abrazo. Aquí, con él, las heridas se sienten un poco menos profundas, el peso en mi pecho un poco más ligero.

Nos tumbamos juntos en medio de las flores, mirando al cielo que parece tan azul y vasto, como si no tuviera fin. Siento el suave roce de las flores bajo mi cuerpo y el calor de Richie a mi lado, y por un momento me parece que el tiempo no existe, que estamos suspendidos en un lugar donde solo estamos él y yo, como en los viejos tiempos.

Richie gira su rostro hacia mí y sonríe, con esa chispa de curiosidad que nunca perdió.

—Entonces… —dice, y puedo sentir que está por soltar algo que me hará reír o sonrojarme—, cuéntame más sobre esa chica de la que hablaste la última vez. ¿Cómo se llamaba? ¿Freen?

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora