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Después de aquel fatídico encuentro con Sirius, Severus se encontró oculto en un rincón apartado del mundo, refugiado en el hogar de los Lovegood. Pandora, quien siempre lo había visto como más que un compañero en Hogwarts, fue la primera en tenderle la mano. Su esposo, Xenophilius, había colocado un poderoso Encantamiento Fidelio sobre la casa cuando la guerra comenzó a intensificarse, convirtiendo la residencia en un refugio seguro y, para Severus, en su último escondite.

Severus había cambiado. El chico reservado, sarcástico, pero aún amable a su manera, desapareció lentamente bajo el peso de lo que había vivido. En su lugar, emergió alguien más ácido, más cruel. Su humor, que alguna vez había sido mordaz pero llevadero, ahora tenía filo. Las palabras que solía usar para defenderse o para debatir, ahora eran puñales. Pandora, sin embargo, parecía ajena a ese cambio o, más bien, decidida a ignorarlo. Para ella, él seguía siendo su Sev, el joven que alguna vez había compartido con ella tantas conversaciones fascinantes.

Intentó en varias ocasiones hablar con él sobre lo sucedido con Sirius, pero Severus se negaba categóricamente a discutirlo. Cada vez que Pandora lo mencionaba, su respuesta era cortante, casi afilada: "No es asunto tuyo, Pandora". En lugar de enfrentarse a esos recuerdos, Severus se refugiaba en el jardín. Pasaba horas entre las plantas, metiendo las manos en la tierra, podando con precisión, como si el acto de cuidar de algo vivo lo mantuviera a flote. Curiosamente, aunque Pandora intentaba distraerlo con pociones, ofreciéndole participar en sus experimentos y descubrimientos, él siempre rechazaba su oferta. Las pociones, que alguna vez habían sido su escape y su pasión, ahora le parecían lejanas, como si no pudiera enfrentarse a ese aspecto de su vida. No quería experimentar, no quería mezclar ingredientes ni crear nada; todo lo que necesitaba estaba en el jardín.

Meses transcurrieron en esa rutina silenciosa. Pero mientras su entorno parecía mantenerse igual, Severus comenzó a desmoronarse lentamente por dentro. El dolor físico que había experimentado siendo un mortífago era brutal, pero el dolor emocional que sentía ahora lo consumía a un nivel que ni siquiera podía comprender. Por la noche, cuando todo estaba en calma y la casa dormía, Severus lloraba. No solía hacerlo, solo cuando estaba completamente al límite, pero ahora, las lágrimas venían cada noche, silenciosas pero constantes.

La traición de Sirius lo atormentaba. Perder al hombre que había amado era una herida que no dejaba de sangrar, pero más allá de eso, la incertidumbre sobre el futuro lo paralizaba. No sabía qué sucedería con sus amigos, ni con él mismo. Se encontraba atrapado en un limbo, incapaz de avanzar, incapaz de dejar atrás lo que había sido. El peso de todo aquello que no podía controlar lo aplastaba cada día un poco más, y el jardín, por hermoso que fuera, no podía darle la paz que tanto necesitaba.

Y así, entre el silencio de la noche y las lágrimas que derramaba en secreto, Severus Snape comenzó a convertirse en el hombre que el mundo conocería: cerrado, amargado, desconfiado, pero por debajo de todo eso, un hombre profundamente herido, con cicatrices que jamás desaparecerían.

(...)

La noticia del embarazo de Pandora llegó a Severus como un rayo inesperado. Estaban plantando ipomoeas en el jardín que él había estado cuidadosamente construyendo. Mientras aplastaban las semillas en la tierra, en medio del silencio habitual entre ellos, Pandora habló con la misma tranquilidad de siempre: "Hace una semana me enteré de que estoy embarazada". No hubo preámbulos ni advertencias, simplemente lo dejó salir, como si fuera algo casual.

Severus, quien llevaba mucho tiempo sumido en un constante dolor, levantó la vista, sorprendido. Miró a Pandora, su largo cabello rizado enmarcando su rostro, con una sonrisa tímida que trataba de contener la emoción. "Sorpresa", dijo, antes de que las lágrimas comenzaran a llenar sus ojos. Era evidente que estaba abrumada por la felicidad. Algo en su forma de llorar, en la pureza de su emoción, rompió el muro que Severus había construido a su alrededor. Por una vez más, decidió permitirse algo de ternura. Se acercó a ella y la abrazó, envolviéndola con sus brazos de manera protectora, acariciando su espalda como si estuviera intentando infundir algo de fortaleza en ella.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora