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Severus estaba curando las heridas de la última represalia de Voldemort. Mientras pensaba en su itinerario, mañana sería su primer día como profesor de Pociones.

Realmente, nunca había sido su anhelo ser maestro. Si le hubieran preguntado qué haría con su vida, esto no estaría ni cerca de su respuesta. No se consideraba el mejor enseñando. Si bien sus habilidades eran buenas, no creía tener lo necesario para educar a toda una generación. Sin embargo, Severus ya se había mentalizado: esta sería su vida por ahora, mientras la guerra llegaba a su fin.

La semana había sido abrumadora. Su cuerpo se sentía más agotado con cada día que pasaba, no recordaba cuándo había tenido su última comida decente y la herida en su pecho no ayudaba en absoluto.

Esa noche, la herida ardió como si estuviera en carne viva. Cada roce lo hacía querer gritar de dolor. Estando solo en su habitación, comenzó a quitarse el vendaje, dejando al descubierto las líneas que cruzaban su torso. Eran cuatro cortes profundos, desde el inicio de su pecho hasta su cadera. Aún rojas y sangrantes, debían ser tratadas con pociones calmantes y antiinflamatorias para cicatrizar adecuadamente.

"¿Dónde conseguiré ingredientes para una poción de caléndula?" murmuró, contrayéndose al recordar la orden de Voldemort: no debía curar sus heridas.

Todo esto había sucedido por culpa de Greyback, el nuevo invitado del Señor Tenebroso. A diferencia de Remus, este hombre lobo era una bestia, alguien que no se detenía en mostrar su lado más sanguinario. Durante la reunión de la semana pasada, Severus lo había corregido en algo insignificante, pero eso fue suficiente para que Greyback lo atacara. Voldemort no hizo nada por detenerlo; más bien lo incitó, diciendo que Severus debía aprender cuándo guardar silencio frente a un oponente más poderoso.

Narcissa, que pocas veces los acompañaba debido a su estado de embarazo, se había mostrado tensa y desesperada. Pero, ¿qué podía hacer ella? No había lugar para contradecir una decisión de Voldemort, así que todos simplemente dejaron que ocurriera.

Severus limpió sus heridas lo mejor que pudo y volvió a vendarse, soltando quejidos de dolor con cada movimiento. Sin embargo, se quedó inmóvil al escuchar pisadas afuera de su habitación. ¿Qué estaba ocurriendo? Mientras intentaba vestirse, la puerta se abrió bruscamente, revelando a una nerviosa Narcissa. Cerró rápidamente la puerta con un encantamiento y luego lo miró fijamente, con una angustia evidente en sus ojos.

"Narcissa," pronunció Severus con cautela, buscando una explicación para la inesperada intromisión. La señora Malfoy solía ser su único consuelo en esos días, pero jamás habían llegado a este punto.

"¿Qué hiciste, Severus?" preguntó, sus palabras cargadas de una gravedad inusual.

"No entiendo a qué te refieres," respondió, aunque ya comenzaba a sospechar el motivo.

Narcissa lo miraba con más intensidad. "Alguien ha revelado que eres un espía... ¿es cierto?"

Severus guardó silencio. Un frío repentino recorrió su cuerpo mientras intentaba procesar cómo había podido suceder. Siempre había sido cuidadoso. Nadie, excepto Dumbledore y McGonagall, conocía la verdad. Entonces, su mente lo llevó a una imagen perturbadora... un par de ojos grises, y su corazón se detuvo por un instante.

Narcissa lo miró sorprendida, susurrando: "Es verdad..." Su voz apenas era audible. "Voldemort está furioso. Dice que te van a cazar. Tienes que huir... ¡O te matarán!"

A Severus no le importaba su vida. Era toda la situación lo que lo mantenía paralizado. Solo una persona aparte de sus superiores conocía su verdadera lealtad. No quería aceptar lo inevitable, Sirius. ¿Sirius lo había traicionado?

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora