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Aquella mañana, el viento recorría fríamente las entradas del castillo, y Severus no había dormido en toda la noche. Se mantenía sentado en algún lugar de su cama, sintiendo el frío emanando de las paredes de las mazmorras.

Después de la conversación en la Torre de Astronomía, a Severus le daba miedo lo que pasaría a continuación. Nunca pensó llegar hasta el punto de perdonar de nuevo a Sirius, y la incógnita de qué pasaría lo estaba matando. No había dormido pensando en cada escenario posible que Sirius podría causar; es un idiota y podría ser realmente fastidioso.

Miró el reloj y se dispuso a comenzar a alistarse. No tenía tiempo para preocuparse por ese asunto; se había acabado, ya no eran esos jóvenes que darían todo por su vínculo.

"Ya basta", se miró al espejo y notó sus ojeras. Apenas eran visibles, pero sin duda reflejaban lo angustiado que estaba. En el reflejo miraba sus ojos, debía abandonar ese rostro agonizante. Estaba bien, nada podría empeorar después de esto.

(...)

"¿Te caíste de la cama? O ¿por qué ese humor de mierda?", Barty le dio un bocado a sus panqueques. Severus bebía tranquilamente su té y le dirigió una mirada nada sutil.

"Wow, siempre eres un imbécil amargado, pero hoy decidiste subir la vara de aquí", anunció Barty colocando su mano en el suelo. "Hasta la Torre de Astronomía."

Severus chasqueó la lengua, irritado. No quería escuchar nada sobre esa estúpida torre, y mucho menos mirar a un sujeto que estaba riendo felizmente mientras hablaba con Trelawney. ¿Qué tenía de interesante hablar con esa chiflada?

"Ayer", murmuró, llamando la atención de Barty, quien preparaba otros panqueques. "Un perro vino arrastrando su cola y se disculpó."

Barty lo pensó un poco y luego sonrió, teniendo en mente molestar a su queridísimo amigo.

"¿Y qué? ¿Te declaró su amor? ¿Regresaron?", movió sus cejas en torno a Severus, el cual solo lo alejó bruscamente. Barty comenzó a reírse. "Ah, épocas de San Valentín. El amor está en el aire, y le llega a quien menos lo espere", señaló a Severus.

"No sé para qué hago el intento de hablar civilmente contigo", se sirvió otro té para tranquilizarse.

"Porque soy tu único amigo", se encogió de hombros y esperó alguna respuesta, pero cuando miró de reojo, Severus observaba atentamente a los alumnos. "¿Y bien? ¿Por qué estás con el humor de un centauro?"

Ni siquiera Severus lo entendía. Ya estaba, se disculpó, lo había perdonado. Pero había ese estúpido sentimiento de ausencia, como si faltara algo, y sin duda no se sentía bien.

"Ya lo entendí", Barty asintió con asombro. "Esperabas algo más", sonreía burlesco, mientras que Severus podría matarlo ahí mismo. "Por años llenabas tu corazón con odio y resentimiento hacia Sirius, pero ahora que ya no está, no sabes qué hacer o cómo sentirte."

Severus lo miró como si hubiera perdido la cabeza.

"Por las tangas de Merlín", murmuró Barty, abriendo más los ojos y mostrando una sonrisa tan grande que dolería después. "Esperabas algo más", volvió a concluir.

"No", Severus comenzó a pensar en esa idea, pero realmente no era así. Solo se sentía vacío, pero no porque quisiera afecto de ese pulgoso.

Antes de que Barty pudiera seguir molestándolo, Dumbledore se levantó y aplaudió, dando fin al desayuno y despidiendo a los alumnos y maestros que comenzaban a levantarse para irse.

Severus huyó tan rápido como pudo. No había tiempo para desconcentrarse; debía dar su mayor esfuerzo en sus clases si es que quería un permiso especial de Dumbledore para tomar sus vacaciones en junio. Así que caminó por los pasillos, intentando olvidar este extraño sentimiento.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora