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Capítulo largo, avisándoles para que tomen sus precauciones, y no se les haga tan agobiante.

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Sirius caminaba de un lado a otro por la oficina, pasando las manos por el cabello, deseando con todas sus fuerzas estar en casa. Había estado demasiado tiempo lejos de Harry, y ahora, a pesar de estar tan cerca de cerrar uno de los casos más complicados, se sentía como un mal padrino. Su vida en el Ministerio no le daba tregua, y aunque había intentado equilibrar su trabajo con el tiempo que debía pasar con Harry, esta tarea de adelantar un trabajo lo tenia atareado.

"¿Aún sigues aquí?" La voz lo sacó de sus pensamientos, y levantó la vista justo cuando Marlene entraba sin tocar la puerta. Ella lo observó con una sonrisa divertida mientras caminaba hacia él. "Santo Merlín, trabajas más que Rufus," bromeó, sentándose en la silla giratoria frente a su escritorio.

Sirius le lanzó una mirada de cansancio pero con un toque de diversión. "Tú deberías estar trabajando," le respondió con una sonrisa ladeada mientras le arrebataba los documentos de las manos. "¿No te tocaba turno monitoreando las redes flu?"

Marlene hizo una mueca, pero no dejó pasar la oportunidad de seguirle el juego. "El turno de monitoreo puede esperar," dijo en tono ligero, mientras sus ojos se deslizaban lentamente hacia él de una manera que Sirius reconocía. "Además, es mucho más interesante estar aquí contigo que perder el tiempo frente a una chimenea vacía."

Sirius reprimió un suspiro. Podía notar el coqueteo en su voz, y no era la primera vez que lo hacía. Marlene era guapa, sin duda siempre lo fue en el colegio. Era divertida, e inteligente, pero simplemente no podía verla de esa manera. No ahora. Se había quedado soltero durante años, y aunque había salido con algunas mujeres aquí y allá, nunca llegaba a nada. Siempre había algo que lo detenía. O tal vez alguien.

Marlene siguió hablando, intentando captar su atención, pero Sirius apenas escuchaba. Mientras ella hablaba, su mente divagaba. Era frustrante. Ya habían pasado tantos años, y aún no podía sacarlo de su cabeza. Había intentado olvidarlo, seguir adelante, pero no podía evitar que su mente regresara una y otra vez a los mismos recuerdos. Era ridículo. No podía seguir anhelando algo que nunca funcionó, y mucho menos por alguien que lo había ignorado cuando más lo necesitaba.

"Sirius, ¿me estás escuchando?" La voz de Marlene lo trajo de vuelta al presente, pero antes de que pudiera responder, la puerta de la oficina se abrió de golpe.

Una subordinada entró, algo agitada, y se disculpó por la interrupción antes de dirigirse directamente a Marlene. "Perdón por interrumpir, pero acabamos de interceptar un viaje por flu de un menor de edad... sin la autorización de un adulto responsable."

Sirius levantó una ceja, mirando a Marlene como si dijera; te lo dije, deberías estar en tu puesto. No pudo evitar reírse un poco mientras veía la frustración en el rostro de Marlene, que se frotaba los ojos cansada.

"¿De qué domicilio?" preguntó finalmente Marlene, su tono claramente afectado por la interrupción de su coqueteo.

La subordinada miró el documento en sus manos antes de responder: "Los Lupin."

De inmediato, el aire en la habitación cambió. Sirius y Marlene se miraron fijamente, como si ya supieran lo que eso significaba. Sin decir una sola palabra, Sirius se levantó de golpe, su corazón latiendo con fuerza. Harry. Lo supo al instante.

Sirius salió corriendo hacia la puerta, sin siquiera voltear cuando escuchó a Marlene llamarlo para detenerlo. Entró en el elevador y subió rápidamente al departamento encargado de los viajes por red Flu. A pesar de la confusión por su repentina aparición, todos lo saludaron con cortesía, sin saber qué lo traía por ahí.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora