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"¿A dónde vas?" preguntó Harry, notando que Draco había dejado de seguirlos con tanto entusiasmo.

"Me reuniré con Pansy," respondió Draco mientras se despedía con un gesto de Luna. Luego miró a Harry. "No pongas esa cara de cachorro, también tengo otros amigos, Potter." Sonrió y comenzó a caminar en dirección contraria.

Harry frunció el ceño. No creía tener cara de cachorro, y le daba igual si Draco se iba con Parkinson o no. Sin embargo, ese malestar en su estómago lo delataba; más que tristeza, estaba molesto, lo cual le resultaba desconcertante y perturbador.

"¿Estás bien, Harry?" Luna caminaba a su lado, con su aire distraído de siempre, aunque sorprendentemente perceptiva cuando él se desconcentraba.

Pasaron junto a un cartel que promocionaba las actividades del Día de San Valentín. El afiche se movía y explicaba la dinámica de las festividades. Harry se detuvo a observarlo con indiferencia. 'Este San Valentín, regálale una rosa a quien más quieras', leía el anuncio. De repente, se encontró sonrojado sin razón aparente, ignorando el resto de la información que el cartel animado ofrecía.

"Las rosas rojas son símbolo de pasión," comentó Luna, fascinada. "Me hubiera gustado más que regalaran Ipomoeas." Harry rodó los ojos.

"Todo esto de las flores es absurdo," murmuró, molesto. "El amor no tiene sentido en Hogwarts. Deberíamos centrarnos en divertirnos, en aprender hechizos, no en estas tonterías de regalar rosas."

"Es algo bonito," sonrió Luna antes de alejarse. "Adiós, Harry."

Harry se quedó ahí, inmerso en su frustración. Esa conversación no había hecho nada por aliviar su malestar. Quería criticar el San Valentín y lo ridículo que le parecía que los estudiantes se tomaran tan en serio algo tan trivial. Pero, al pensarlo mejor, tampoco era algo malo... solo chicos entregando rosas de manera tonta.

"¡Harry!" Ginny apareció de repente, apresurada, sosteniendo uno de los anuncios del Día de San Valentín. "Te vi con Luna hace un momento."

"Se fue," respondió Harry, señalando el cartel en sus manos. "¿Estás quitando esos anuncios?"

Ginny negó con la cabeza, sonrojándose ligeramente. "Estaba ayudando al profesor Crouch a colgarlos." Parecía avergonzada, pero Harry apenas prestaba atención. "Pareces molesto. ¿Te pasa algo?"

"Todo el mundo está haciendo un escándalo por esto, y ni siquiera es algo importante," dijo, tomando el anuncio y volviéndolo a leer con desprecio. El diseño de las imágenes en movimiento le parecía ridículo.

"A mí me parece lindo," comentó Ginny con calma. "Son solo rosas, Harry. No tienes que regalar ninguna si no quieres. No pasa nada por no tener a alguien que te guste."

"¿Qué sabes tú sobre eso?" la interrumpió Harry, mirando a Ginny con una mezcla de incredulidad y desdén. "Me refiero a todo eso del amor, gustarse, besos, citas."

"Bueno, yo..."

"Tienes doce años," continuó él, cortándola antes de que pudiera responder. "No puedes decirme que te gusta alguien. Es ridículo." Ginny lo miró, claramente molesta por su actitud, pero antes de que pudiera replicar, Harry volvió a interrumpirla. "Nos vemos luego, Ginny."

Harry siguió caminando, sintiéndose aún más confundido. No entendía su enojo. No era una de sus habituales explosiones de ira, pero algo dentro de él no estaba bien. Se detuvo un momento, dándose cuenta de lo grosero que había sido con Ginny. Frustrado, echó a correr. No debía comportarse de esa manera. No era algo tan grave, se decía.

Y sin embargo, no podía evitar sentirse así.

Sirius estaba reorganizando su estudio, usando su varita para mover muebles y transfigurar otros. Minerva había hecho un buen trabajo decorando, pero todo le parecía demasiado anticuado, casi deprimente. En medio de esta actividad, una voz lo interrumpió.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora