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Una vez más, Harry dormía plácidamente, disfrutando del calor de sus frazadas, que lo envolvían, haciéndolo acurrucarse más profundamente entre sueños. Sin embargo, esa paz fue interrumpida abruptamente por Kreacher, quien irrumpió en la habitación. El elfo lo despertó de golpe, y Harry soltó una maldición en voz baja.

"Es día de limpieza, amo Harry," anunció Kreacher, mientras sostenía un plumero y se dedicaba a limpiar con parsimonia el polvo acumulado en los muebles.

"Kreacher..." se quejó Harry, enterrándose bajo las frazadas hasta cubrirse de pies a cabeza.

Maldecía el día en que decidieron que Kreacher no podía encargarse de todo por sí solo y Sirius se negara rotundamente a contratar otro elfo doméstico. Al final, acordaron que dos veces al mes ayudarían en la limpieza o en cualquier otra tarea que el elfo decidiera.

Harry no podía creer su mala suerte. Justo la semana en la que estaría en casa coincidía con el 'día de limpieza'. Antes, solía reírse de Sirius cuando le contaba cómo le había ido ese día, siempre agradeciendo que la mayor parte del año él estaba en Hogwarts y no tenía que lidiar con ello. Pero esta vez, el elfo no iba a dejar que se escurriera tan fácilmente.

"Kreacher siempre lo hace todo solo," murmuró el elfo, limpiando a un ritmo que, según Harry, era desesperantemente lento. "Kreacher pide un solo día en que el amo Harry lo ayude, y el amo solo se queja. Kreacher lo encuentra injusto."

Para evitar más sermones innecesarios, Harry se levantó con desgana y, sin mucho ánimo, fue enviado al ático, el lugar que Kreacher le asignó para limpiar.

(...)

El cuarto estaba oscuro, solo iluminado por la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Era un lugar desordenado, lleno de objetos que nunca utilizaban o que simplemente Sirius decidió guardar. Harry suspiró molesto por haberle tocado el lugar más sucio de toda la casa.

Comenzó moviendo los objetos caídos, acomodándolos en los estantes desocupados. El piso estaba empolvado así que tomó un trapo y comenzó a tallarlo, poco a poco el polvo comenzaba a desvanecerse. En una esquina, vio un baúl viejo y polvoriento, no era diferente a todo lo demás, pero el hecho de que estuviera cerrado sin llave, hizo que Harry se acercara con curiosidad.

¿Por que lo guardia Sirius con llave? No era como si todo lo demás fuera menos insignificante. Harry tomó su varita y con un simple Alohomora el baúl se abrió. Dentro, encontró varias cosas, supo de inmediato que eran objetos de Sirius, de su tiempo en Hogwarts. Habían revistas de modas, algunos dulces muy viejos, libros de cada año, y también estaban los uniformes, adornados con un lindo color rojizo.

Harry sonrió con satisfacción, sacando cada cosa para observarla más de cerca. Cuando retiro la última túnica, se encontró con algo más, una caja pequeña.

La caja a diferencia de lo demás, estaba fuera de el alcance del polvo. Harry la sacó y la abrió, encontrando varias hojas de papel dobladas, con los bordes devorados por el tiempo. Con cuidado saco la primera hoja, sorprendiéndose por descubrir que eran cartas. La tinta en algunas estaba borrosa, pero todavía era legible. Y supo demasiado pronto para quien iban dirigidas cada una de ellas, Snape. Su nombre aparecía en todas.

Con manos temblorosas, Harry tomó una de las cartas y comenzó a leer.

'Severus, no sé si alguna vez leerás esto. No sé si alguna vez tendré el valor de dártelo. He sido un idiota. Sé que lo sabes, y probablemente no quieras escuchar mis disculpas, pero tengo que intentarlo.'

Harry siguió leyendo, sus ojos recorriendo las palabras con rapidez.

'Te dejé solo. Lo sé. Y no tengo excusa. No merezco tu perdón, pero no puedo dejar de pedirlo. Me odio por lo que te hice. Por lo que no hice.'

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora