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Severus ajustaba meticulosamente las cosas dentro de su baúl, en la pequeña y fría habitación que había ocupado durante tantos años. Nochebuena ya había pasado y, como Dumbledore lo había ordenado, había regresado antes de Año Nuevo para hacerse cargo de los estudiantes que se quedarían en el castillo.

Mientras trabajaba en silencio, no podía evitar pensar en las vacaciones que recién había terminado. Fueron, en su extraña manera, agradables. No recordaba la última vez que había pasado más de un día lejos de Hogwarts, sin la constante presión de sus deberes, sin las preocupaciones que siempre lo acosaban. Estar fuera del castillo había sido algo... refrescante. Aunque no lo admitiera en voz alta, esas semanas lejos del bullicio cotidiano le dieron una pequeña pausa, una especie de respiro que sabía sería crucial para enfrentar lo que quedaba del ciclo escolar. De alguna manera, sentía que ese descanso le daría la energía necesaria para soportar el agotador tramo final.

Suspiró al pensar en la tranquilidad momentánea que había disfrutado. Pero esa sensación de paz no duraría mucho.

De repente, la puerta se abrió de golpe, rompiendo el silencio y haciendo que Severus girara los ojos con irritación. Barty Crouch Jr. entró en su habitación sin siquiera molestarse en tocar. Severus dejó escapar un largo suspiro y apretó los labios, frustrado.

Severus, lo ignoró completamente, manteniendo la mirada en su baúl mientras continuaba ordenando sus pertenencias. Con tono frío, apenas murmuró: "No quiero hablar contigo, Barty."

Barty, con su acostumbrada confianza, sonrió como si la tensión entre ambos no existiera. "Oh, Severus, sabes que no puedes estar molesto conmigo para siempre."

Severus, con su rostro serio y su mirada cortante, le dejó claro que sí, en efecto, podía estar molesto para siempre. Esa expresión fue suficiente para hacer titubear un momento a Barty, pero no perdió su compostura. "Tengo una buena explicación para lo de Sirius Black," dijo, como si esas palabras fueran suficientes para arreglar el caos que había causado.

Sin dejar de prestarle apenas atención, Severus replicó con frialdad: "Lo único que quieres es joderme la existencia, como siempre."

Barty se rió, sacudiendo la cabeza con un gesto despreocupado. "Tienes el mejor humor, Severus." Mientras él reía, Severus seguía con la misma expresión sombría, sin compartir ni una pizca de esa supuesta diversión.

"En serio, es tu regalo de navidad," continuó Barty, con un tono que no encajaba con el ambiente tenso de la habitación.

Severus dejó de ignorarlo por un momento, mirando a Barty con una mueca de desagrado. "¿Qué?" Su tono era mordaz, como si la simple idea le pareciera más ridícula que cualquier cosa que pudiera imaginar.

Barty sonrió de forma maliciosa, acercándose un poco más. "Vamos, Sevy. ¿Acaso no lo extrañas?"

Severus entrecerró los ojos, claramente irritado. "No tengo tiempo para tus idioteces, Barty. Sal de mi habitación," dijo, sin molestarse en ocultar su fastidio.

Barty, sin embargo, continuó, ignorando por completo la petición de Severus. "Sirius pudo haber sido un idiota, pero, vamos, sería un buen polvo. ¿Hace cuánto que no estás con un hombre?"

La paciencia de Severus llegó a su límite. Sacó su varita y, con un rápido movimiento, abrió la puerta de la habitación de golpe. "Lo que dices no te concierne, y no pienso tolerar tus estupideces grotescas en mi habitación. Será mejor que te vayas ahora, o te sacaré yo mismo."

Barty, fingiendo inocencia, se levantó lentamente de la cama. "Vaya, no quise molestarte, Severus. Mis disculpas." Y sin añadir más, salió de la habitación.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora