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Mientras la puerta de la celda se cerraba tras la liberación de Sirius Black, el eco del metal resonaba en la mente de Severus. Después de un año en Azkaban, los jurados del Wizengamot finalmente habían concedido la libertad que Sirius tanto merecía. Severus había cumplido su objetivo, aunque ese triunfo no le trajera la satisfacción que alguna vez pensó que sentiría.

Barty y Pandora lo instaron a que fuera a ver a Sirius, a hablar con él, pero para Severus, aquello carecía de sentido. Las palabras no arreglarían nada. Su relación con Sirius había quedado enterrada hacía años, desde aquella traición que nunca se pudo reparar. Aunque los fantasmas de ese pasado se negaban a desaparecer, Severus sabía que no podía retroceder el tiempo. Sirius no necesitaba saber quién lo había salvado, no tenía por qué conocer los sacrificios que Severus había hecho. Después de todo, lo importante era que Sirius estaba libre, lejos de las frías paredes de Azkaban.

"No es necesario", pensaba Severus, caminando por el pasillo hacia su despacho, donde el crepitar de la chimenea lo recibió con su calor familiar. "Ya lo salvé, y eso es todo lo que necesitaba hacer".

Barty, siempre impulsivo, había sido insistente. "Deberías verlo, Severus. Al menos dile lo que has hecho. Él tiene derecho a saber."

Pandora, con su calma habitual, añadió en su tono apacible: "Cerrarlo todo sin hablarlo no siempre es la mejor opción. Hay cosas que deben decirse, por el bien de ambos."

Pero Severus ya lo había decidido. Sirius estaba mejor sin él, sin la complicación que su presencia traería. Al fin y al cabo, Severus no buscaba gratitud ni reconocimiento. No esperaba redención ni un perdón que, sabía, no llegaría. Lo único que siempre había querido era asegurarse de que Sirius pudiera tener una vida mejor. Una vida que él, Severus, nunca podría darle.

Mientras se imaginaba el futuro de Sirius, Severus sabía que había hecho lo correcto. Sirius ahora podría dedicarse a cuidar del niño Potter, cumplir con su deber como padrino. Podría volver a ser un auror, rodearse de sus amigos, los pocos que le quedaban. Incluso podría enamorarse de nuevo, reconstruir los fragmentos de la vida que le habían robado. Todo aquello era posible gracias a Severus, pero él no necesitaba formar parte de esa nueva vida.

"Le di todo lo que necesitaba, una vida feliz. Eso es lo único que siempre quise para él", murmuró para sí mismo.

La escena en su hogar lo sacó brevemente de sus pensamientos. Pandora, sonriendo suavemente mientras observaba a su hija Luna dar sus primeros pasos, se volvió hacia Severus con una mirada llena de significado. "Luna camina hacia tu Padrino."

Severus la escuchó en silencio, esperando que la pequeña llegara hasta el. Aún podía sentir aquel hormigueo en el estómago, parecía que, la única decisión correcta era el distanciamiento. Ya había hecho su parte. Lo demás, las emociones, las conexiones rotas, no podían arreglarse. Sirius estaba mejor sin su sombra proyectándose en su vida. Severus no podía ofrecerle una amistad, ni mucho menos un lugar a su lado. No después de todo lo que había pasado entre ellos.

"Estará mejor lejos de mí", pensó mientras observaba cómo Luna exploraba el mundo con sus pequeños pasos. El tiempo y la distancia sanarían las heridas que Azkaban había dejado, o al menos eso esperaba Severus. Su propia vida ya estaba trazada. Como profesor en Hogwarts, podría seguir adelante, aunque la carga del pasado siempre estuviera presente.

Con un suspiro, Severus se levantó, observando cómo Pandora celebraba los avances de su hija. Decidió que la vida de ambos, Sirius y él, estaría bien así: separada. Él no necesitaba la gratitud de Sirius ni que reconociera lo que había hecho. Mientras Sirius estuviera a salvo, eso sería suficiente para Severus.

(...)

Harry se quedó en silencio mientras Snape terminaba la historia. Todo lo que le había contado se mantenía en su mente, el amor profundo que había entre ambos jóvenes, era doloroso al recordar sus interacciones en el presente. No podía evitar comparar la imagen del joven Slytherin lleno de esperanza y afecto con el hombre que ahora estaba frente a él, amargado por años de traición y sufrimiento. Era doloroso recordar cómo las acciones de Sirius y Dumbledore lo habían moldeado hasta convertirlo en alguien tan distante.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora