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Harry sabía que Snape no dejaría pasar lo sucedido en el aula. En la siguiente clase de pociones, Snape no lo dejó en paz. Insinuaciones y comentarios hostiles fueron constantes, haciéndolo sentir como si estuviera bajo un microscopio. Cada error, por pequeño que fuera, se convirtió en una oportunidad para Snape de mostrar su desdén.

A la hora del almuerzo, desde el gran podio donde se sentaban los profesores, Snape lo miraba fijamente. Esa mirada intensa y penetrante no daba tregua, como si pudiera ver a través de él y descubrir todos sus secretos. La presión de esa mirada estaba enloqueciendo a Harry, y la culpa aumentaba con cada segundo que pasaba.

Estaba haciendo algo mal. Invadía la privacidad de su profesor, leyendo su diario. Y cuando Snape se enterara, Harry no podía predecir qué haría. La probabilidad de que Snape no hiciera nada en su contra parecía cada vez más remota.

"Deja de verlo," susurró Hermione. "Llevas toda la mañana lanzándole miradas a Snape."

"¿Yo? ¡Es él quien me ha estado mirando!" Harry desvió la mirada del profesor hacia su amiga. "Lo está haciendo en este momento," dijo casi con pánico.

Hermione frunció el ceño y miró hacia la mesa de los profesores antes de devolverle la mirada a Harry.

"Claro que no," dijo con expresión de preocupación.

Harry automáticamente volvió a mirar y se dio cuenta de que tenía razón; Snape estaba hablando con McGonagall. ¿Se estará volviendo paranoico? Hermione preguntó si se encontraba bien, y Harry solo pudo asentir mientras jugaba con la comida en su plato.

En ese momento las lechuzas llegaron con las cartas semanales, y Harry observó como a sus amigos les llegaban sus envíos. Al otro lado del salón, vio a Malfoy recibir un paquete de dulces y una carta de su madre. La expresión avergonzada de Malfoy le arrancó una sonrisa a Harry.

"¡Mira esto!" se quejó Ron, sacando un par de accesorios de su paquete. "Mamá me envió solo esto mientras que a Ginny le mandó todo un paquete de dulces."

Hermione, por su parte, sonreía mientras leía una carta de sus padres. "Parece que mis padres están planeando unas vacaciones para Navidad," comentó, claramente contenta.

Finalmente, las lechuzas llegaron a Harry, dejándole dos cartas, una de su padrino y otra de Remus. Rompió el sello de la carta de Remus primero.

>Querido Harry,

Espero que estés bien. Mi nuevo trabajo en la revista de Quidditch va bastante bien, aunque es un cambio interesante pasar de las aulas a las redacciones. Tonks está un poco estresada por los preparativos de la boda, pero estamos muy emocionados.

Te mando un fuerte abrazo y espero que tus estudios vayan de maravilla. Cuídate mucho y nos vemos pronto.

Con cariño,

Remus.

Sonrió mientras doblaba nuevamente la carta. La familiaridad y el cariño en las palabras de Remus siempre lograban tranquilizar a Harry.

Después abrió la carta de Sirius, ansioso por saber de él. Llevaba semanas sin tener noticias, todo por aquella misión que le habían asignado. Al principio Harry se notó ansioso, no sabría qué hacer si perdía a su padrino, pero Sirius le aseguró que todo estaría bien, que él era el mejor Auror que el pobre ministerio podría tener.

Sin duda Harry no le creyó, pero agradecía el esfuerzo.

>Querido Harry,

Espero que te encuentres bien. Acabo de regresar de la misión en Francia, ¡y qué experiencia ha sido! Estuve de incógnito y, aunque fue emocionante, debo decir que ya extrañaba nuestro hogar. Francia es un país hermoso, pero no hay nada como molestar a Krecher y seguir con las remodelaciones de casa.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora