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"¿Por qué no?" Harry observaba a Remus, que se alistaba para ir al trabajo. "Solo será una visita, no me quedaré a dormir." Aunque la idea de molestar a Draco pasando la noche resultaba tentadora, no era su verdadera intención.

"Me encantaría darte el permiso," respondió Remus mientras ajustaba sus botas y alisaba su camisa, "pero Sirius no dijo nada sobre dejarte ir con amigos."

Harry había pasado la noche en casa de Remus, y Sirius no regresaría hasta el domingo. Aunque Harry ya había encontrado el collar que buscaba, la idea de ir a la mansión de Draco seguía rondando su mente.

"Pero..." empezó a decir, pero se detuvo cuando Remus se giró a mirarlo. Su tío era fácil de convencer en la mayoría de los casos, pero si Sirius lo había prohibido, las posibilidades de lograrlo eran pocas.

"No lo sé, Harry. ¿No puedes esperar a que Sirius regrese?"

Eso sería demasiado tiempo, y Harry necesitaba hacerlo ese mismo día. Sin embargo, respiró hondo y le sonrió a su tío con una expresión inocente, sorprendiendo a Remus por un instante.

"Está bien, esperaré a que Sirius vuelva," respondió Harry, dando por terminada la conversación y dirigiéndose hacia su habitación.

Escuchó a Remus despedirse a lo lejos, y cuando por fin quedó solo en la casa, Harry salió de la habitación directamente hacia la chimenea. Sabía que esto podría meterlo en problemas, pero ¿qué tan diferente era de las cosas que solían hacer en el colegio? Se acercó a la chimenea, esperando que Remus mantuviera la línea abierta, tomó un poco de polvo flu y respiró profundamente. Odiaba viajar de esa forma; siempre se equivocaba al pronunciar las palabras y encontraba el proceso estresante. Aun así, dijo las palabras necesarias, y en menos de un minuto ya estaba en la chimenea de otro lugar.

Harry se tambaleó un poco al salir y se encontró en un salón impresionante, el de la mansión Malfoy. Era tan elegante como había imaginado: alfombras gruesas y paredes decoradas con antiguos retratos de magos de aspecto severo. El mobiliario era oscuro y pesado, con detalles en dorado, muy al estilo de las familias puristas de sangre. Todo parecía sacado de un cliché de las élites mágicas, y el lugar Iliana riqueza.

Antes de que pudiera moverse mucho más, un elfo doméstico apareció de repente, notablemente preocupado. "¿A qué ha venido el joven a la mansión Malfoy?" preguntó el pequeño ser con una voz temblorosa.

"He venido a visitar a Draco Malfoy," respondió Harry de inmediato, intentando parecer casual.

Antes de que el elfo pudiera decir algo más, una figura alta y elegante entró en el salón. Su cabello rubio caía en ondas suaves y su expresión mostraba sorpresa al ver a Harry. Inmediatamente la reconoció, era la señora Malfoy.

La mujer lo miró con cierto escepticismo y, sin quitarle los ojos de encima, se dirigió al elfo. "Tinny, ¿acaso pensabas avisarme de que teníamos un invitado?"

El elfo, visiblemente nervioso, respondió con una inclinación. "El joven viene a ver al amo Draco, señora."

Susurró el nombre de su hijo, como si no lo esperara, y luego ordenó al elfo con suavidad: "Ve a buscarlo, por favor."

El elfo asintió rápidamente y desapareció de inmediato, dejando a Harry solo en el majestuoso salón con la madre de Draco.

Ella se mantenía de pie, vestida con un conjunto elegante y sofisticado. Llevaba una blusa de seda translúcida color marfil, ajustada en las muñecas con delicados botones, lo que resaltaba la gracia de sus manos. Su cuello estaba adornado con un collar fino, mientras que una esmeralda brillante colgaba de su oreja, reflejando la luz de las velas que flotaban a su alrededor. Su falda, de un profundo negro, caía hasta el suelo con un movimiento fluido y refinado.

El Diario |Snirius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora