The night of the attack

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Cinco meses habían pasado desde aquella noche caótica en Urgencias, y la rutina en Seattle Grace Memorial seguía siendo intensa, pero manejable

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Cinco meses habían pasado desde aquella noche caótica en Urgencias, y la rutina en Seattle Grace Memorial seguía siendo intensa, pero manejable. Kayla había aprendido a moverse con fluidez entre la locura del hospital y la calma de su vida personal, aunque ambos mundos siempre parecían colisionar en los momentos menos esperados.

El día había transcurrido de manera relativamente normal para Kayla y el equipo. Sin códigos rojos ni emergencias fuera de control, las cirugías programadas se realizaron sin mayores contratiempos y hasta hubo tiempo para algunas bromas en la sala de descanso.

Harper: "¿Alguien más siente como si fuera un día de esos raros en los que todo parece... tranquilo?"

Emily: "No lo digas en voz alta, Harper. La última vez casi acabamos con medio hospital colapsando."

Kayla, terminando su turno, se dirigió a los vestidores. Se cambió rápidamente, dejándose caer por un momento en el banco mientras pensaba en la jornada. Todo parecía marchar bien, pero un pequeño nudo de ansiedad se asentaba en su pecho. Había sido un día agotador, y aunque las cosas se habían calmado un poco, el estrés acumulado se sentía en cada músculo de su cuerpo.

Kayla: (hablándose a sí misma mientras se mira en el espejo) "Esto está siendo mucho más difícil de lo que pensaba. Pero... así es esto, ¿no?"

Suspiró, salió de los vestidores, y caminó hacia la salida del hospital. Afuera, el cielo comenzaba a oscurecerse mientras las luces de la ciudad encendían un nuevo capítulo de la noche. Kayla tomó un taxi y se dejó caer en el asiento trasero, cerrando los ojos mientras el coche avanzaba hacia su penhouse. Necesitaba descansar. Era lo único que su mente le pedía a gritos.

Al llegar a su penhouse, entró y dejó sus cosas en la entrada, relajando los hombros mientras caminaba hacia la sala. Pero algo no se sentía bien. La atmósfera estaba tensa y un desorden evidente la hizo fruncir el ceño.

Kayla: (en voz baja) "¿Molly? ¿David? ¿Están aquí?"

Pensó que tal vez su hermana Molly y su cuñado David habían decidido visitarla sin previo aviso, pero cuando entró a la sala, la realidad la golpeó de manera brutal. David, que había estado lidiando con un trastorno bipolar durante años, estaba revolviendo su sala, lanzando objetos y murmurando cosas incoherentes. El desorden era evidente: papeles tirados, muebles volcados, como si un huracán hubiese pasado por su casa.

Kayla: (sorprendida) "David, ¿qué demonios estás haciendo? ¡Para, ahora!"

David levantó la mirada, sus ojos desorbitados y llenos de una furia que no había visto en él en mucho tiempo. El hombre que había mejorado tanto en los últimos meses ahora estaba fuera de control.

David: (gritando) "¡Esto es tu culpa! ¡Tú la alejaste de mí! ¡Todo es tu maldita culpa!"

Kayla: (tratando de mantener la calma) "David, cálmate, por favor. No tienes que hacer esto. Hablemos."

Pero antes de que pudiera reaccionar, David cruzó la sala en un arrebato de ira y golpeó a Kayla con tanta fuerza que la lanzó contra la pared. El dolor fue inmediato, y Kayla apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que David volviera a golpearla, esta vez en el rostro, haciendo que se desplomara en el suelo.

Kayla: (gritando, en shock) "¡David, para! ¡Por favor!"

David: (con los puños apretados y la voz temblorosa) "¡Te odio! ¡Lo arruinaste todo! ¡Arruinaste mi vida!"

Kayla intentó protegerse, pero los golpes seguían llegando. David la culpaba por la separación con Molly, su ira cegándolo completamente. La violencia del momento lo dominaba, y cada golpe se sentía como una cuchillada en su ya frágil estado mental.

David: (golpeando y llorando) "¡Ella te escucha a ti, no a mí! ¡Siempre a ti! ¡Siempre has sido la favorita!"

Kayla, dolorida y sangrando, logró rodar y arrastrarse hasta el baño. La cabeza le daba vueltas, y su visión era borrosa. Sentía cada latido en sus heridas, pero no podía rendirse. Se metió al baño y cerró la puerta tras ella, sus manos temblorosas buscando su teléfono. Al encenderlo, se dio cuenta de que estaba roto, pero no tenía otra opción. Intentó hacer una llamada, apretando el dispositivo con desesperación.

Kayla: (con la voz rota) "Por favor... que alguien me escuche..."

Finalmente, después de varios intentos fallidos, logró conectar una llamada con la seguridad del penhouse. Sus palabras eran confusas y llenas de dolor.

Kayla: (jadeando) "Necesito... ayuda... mi cuñado... está fuera de control..."

Antes de poder dar más detalles, la adrenalina que la había mantenido consciente comenzó a desaparecer. El dolor y la pérdida de sangre la superaron, y el mundo a su alrededor comenzó a desvanecerse. Cayó al suelo, su cabeza golpeando con un sonido sordo mientras la llamada continuaba, ahora en un tono desordenado y entrecortado. Sus ojos se cerraron, y la oscuridad la envolvió justo cuando el guardia de seguridad, al otro lado de la línea, comenzó a gritar su nombre.

Guardia de Seguridad: "¡Señorita King! ¡Señorita King! ¿Está ahí? ¡Señorita King!"

Pero Kayla no respondió. Su cuerpo quedó inerte en el suelo del baño, con el teléfono aún prendido y la voz del guardia sonando como un eco distante. La policía fue alertada de inmediato, y las sirenas comenzaron a acercarse a su penhouse, rompiendo la calma de la noche. Pero para Kayla, el mundo ya se había apagado.

Between life and deathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora