Will you be able to save them?

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5:42 AM

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5:42 AM.

El hospital entró en alerta roja cuando varias ambulancias llegaron al mismo tiempo. Explosión en una fábrica de productos químicos. Múltiples heridos. Quemaduras graves.

El intercomunicador sonó por todo el hospital:

—¡Código de desastre! ¡Se necesitan todos los médicos en urgencias!

Kayla se puso los guantes mientras Harper y Nathan ya corrían a la entrada.

—Será una maldita carnicería —susurró Nathan.

Y tenía razón.

Las camillas entraban en fila. Hombres, mujeres, hasta adolescentes, todos cubiertos de quemaduras y heridas abiertas. El olor a piel chamuscada hizo que algunas enfermeras palidecieran.

—¡Tres con quemaduras de tercer grado! —gritó Emily.

Kayla y Harper se lanzaron a trabajar.

El primer paciente, un hombre de 45 años, tenía el 70% del cuerpo quemado. Su piel parecía papel quemado pegado a la carne viva.

—No… no quiero morir… —jadeó, con los ojos vidriosos.

Kayla sostuvo su mano.

—No lo harás.

Pero sabía que estaba mintiendo.

La segunda paciente, una joven de 22 años, gritaba de dolor. Su brazo derecho estaba carbonizado, y parte de su rostro también.

—¡No puedo ver! ¡No puedo ver!

Kayla apretó la mandíbula.

—¡Al quirófano!

El tercer paciente, un chico de 16 años, tenía las piernas destrozadas por el derrumbe de una pared tras la explosión.

—¡Mi mamá! ¡Sálvenla, por favor! —gritó.

Kayla tragó saliva.

—¿Dónde está?

—¡No sé! ¡Estaba conmigo y de repente la perdí!

Emily pasó corriendo con otra camilla.

—¡Encontraron a su madre, pero está en paro cardiorrespiratorio!

Nathan chasqueó la lengua.

—Mierda.

Kayla y Nathan entraron a la sala de reanimación. La madre del adolescente estaba sin pulso.

—¡Adrenalina! —ordenó Kayla.

Emily le pasó la jeringa y Nathan la inyectó directo al corazón.

Nada.

—¡Otra carga! 300 Joules —dijo Harper, preparando el desfibrilador.

—¡Claro! —gritó Kayla.

Between life and deathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora