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Kayla se quedó junto a la pareja mientras el dolor y la desesperación llenaban cada rincón de la habitación. Observó cómo el esposo sostenía a su mujer con fuerza, tratando de ser su ancla, pero él mismo se estaba hundiendo en un océano de dolor. Kayla sabía que su presencia no cambiaría el resultado, pero también sabía que a veces el acto de estar junto a alguien, simplemente sosteniendo el espacio para su sufrimiento, era lo único que se podía ofrecer.
Kayla: (pensando) "¿Por qué esto tiene que suceder? Maldita sea… Este dolor, esta crueldad… No tiene ningún sentido. Quisiera hacer algo, cualquier cosa, para aliviar su dolor."
Una oleada de frustración se apoderó de ella. La impotencia de la situación la hacía hervir por dentro. Miraba los rostros desolados de aquella pareja y deseaba poder tomar parte de su dolor, absorberlo y hacer que desapareciera. Pero no había nada que pudiera hacer, nada que pudiera decir que realmente sirviera en ese momento.
La obstetra Clarissa, que aún estaba a su lado, observaba con una mezcla de compasión y profesionalismo. Era una mujer fuerte, acostumbrada a enfrentar momentos difíciles con aplomo, pero incluso para ella este caso parecía particularmente desgarrador. Después de un rato, colocó una mano en el hombro de la mujer y habló en un tono suave pero firme.
Clarissa: "Entiendo que esto es lo más doloroso que pueden imaginar. Pero queremos que sepan que estaremos aquí para ustedes, en cada paso de este proceso. No están solos."
Las palabras de Clarissa parecían darles un atisbo de consuelo. La esposa miró a la obstetra con los ojos empañados de lágrimas, y asintió levemente, aunque su expresión seguía cargada de dolor y confusión.
Esposa: (llorando) "¿Por qué nos pasa esto? ¿Qué hicimos mal?"
Las palabras de la mujer resonaron en Kayla como un eco. Sabía que esa pregunta no tenía una respuesta justa, que no había una razón lógica o coherente para explicar la crueldad de lo sucedido. Kayla deseaba poder ofrecer una explicación, algo que les diera sentido, pero las palabras se le escapaban, y la verdad era que no tenía ninguna respuesta para darles. No existía una razón que pudiera aliviar el vacío que el destino les había dejado en el pecho.
Kayla se acercó un poco más, respirando hondo y tratando de mantener la compostura. En su mente, las emociones se arremolinaban como una tormenta. Sentía la frustración y la ira latentes bajo la superficie, un sentimiento de injusticia hacia la vida y hacia la fragilidad de la existencia humana. Pero, al mismo tiempo, sabía que debía ser fuerte por ellos.
Kayla: "No fue culpa de ustedes… nada de esto lo fue. A veces, simplemente… suceden cosas que no tienen sentido, cosas que desafían toda lógica. Pero quiero que sepan que vamos a hacer todo lo que podamos para que ustedes puedan superar este momento."
El esposo miró a Kayla, sus ojos llenos de lágrimas y de una profunda tristeza que parecía consumirlo desde adentro. Extendió una mano hacia ella, como si necesitara algo, cualquier cosa, a lo que aferrarse. Kayla tomó su mano, sintiendo la conexión humana en ese acto tan simple, y le devolvió una mirada de empatía.
Esposo: (con voz quebrada) "No sé cómo vamos a hacer esto… No sé si podemos."
Kayla: (con voz suave) "Lo entiendo… pero están juntos, y eso es algo. Ustedes tienen la fuerza para salir adelante. No será fácil, y el dolor no se irá rápidamente, pero estaremos aquí para ayudarlos a superar cada paso."
Mientras hablaba, Kayla sentía el peso de cada palabra en su pecho, como si las emociones que intentaba contener estuvieran al borde de romper la barrera de su propia voluntad. Su estómago aún estaba revuelto, y sus manos temblaban ligeramente, pero se esforzó por mantener la compostura.
Después de un largo rato, Clarissa les explicó con más detalle el procedimiento que tendrían que enfrentar. La esposa escuchaba en silencio, con una expresión de incredulidad y dolor en su rostro, mientras el esposo se esforzaba por no derrumbarse. Las palabras de la obstetra eran calmadas y serenas, pero cada palabra parecía golpear como un martillo en el corazón de la pareja.
Clarissa: "El proceso será difícil, pero el personal estará allí para acompañarlos en cada paso. Queremos asegurarnos de que todo sea lo menos doloroso posible dentro de lo inevitable."
La mujer asintió lentamente, sus ojos perdidos en el vacío mientras asimilaba la realidad. El esposo la sostuvo con fuerza, como si quisiera protegerla del dolor que ambos sentían.
Después de un rato, Clarissa y Kayla se despidieron, dejándolos a solas para que pudieran procesar la noticia en su propia intimidad. Tan pronto como salieron de la habitación, Kayla sintió cómo la tensión y el dolor la abrumaban. Apenas lograba respirar, y cada paso que daba parecía pesar toneladas.
Clarissa se dio cuenta y se detuvo, mirándola con preocupación.
Clarissa: "¿Estás bien, Kayla? Sabía que este caso sería duro, pero no tienes que cargar con todo esto sola."
Kayla asintió, aunque las palabras se le escapaban. La imagen de la pareja, la devastación en sus ojos, el dolor en sus rostros, todo se había grabado en su mente. Sintió que su propio dolor y frustración estaban al límite, como si estuviera al borde de romperse. La impotencia de no poder hacer nada, de no poder cambiar el destino, la consumía desde adentro.
Kayla: (con voz ahogada) "Es… es tan injusto, Clarissa. Quiero ayudar, pero… no puedo. No hay nada que pueda hacer para aliviar su dolor."
Clarissa asintió, comprendiendo completamente. Había pasado por esa misma lucha muchas veces en su carrera, y sabía lo agotador que era enfrentar la realidad de que, a veces, los médicos simplemente no podían sanar todo.
Clarissa: "Kayla, eres humana. Lo que sentimos en momentos como estos es lo que nos mantiene conectados con nuestros pacientes, lo que nos hace ser más que solo médicos. Pero también es nuestra responsabilidad aprender a vivir con este dolor. No es fácil, y nunca será fácil, pero tienes que encontrar una manera de seguir adelante."
Kayla asintió, tragando sus lágrimas y respirando hondo. Agradeció a Clarissa por su consejo y comenzó a caminar por el pasillo hacia la sala de descanso. Sabía que necesitaba un momento para procesar todo lo que había ocurrido, para reconectar con su propósito como médico y recordar por qué hacía lo que hacía.
En el fondo, sentía una pequeña chispa de ira, no solo hacia la injusticia del destino, sino también hacia la naturaleza misma de su trabajo. Sabía que la medicina era tanto una bendición como una maldición, una vocación que le exigía enfrentar el dolor y la desesperanza de sus pacientes sin importar lo difícil que fuera. Pero, en ese momento, todo lo que quería era escapar de esa realidad, aunque solo fuera por un breve instante.
Kayla: (pensando) "Maldición, ojalá pudiera hacer algo para cambiar esto. Este trabajo… a veces es demasiado."
Finalmente, llegó a la sala de descanso y se dejó caer en una silla, cerrando los ojos por un momento. Sabía que no había solución para el dolor que acababa de presenciar, pero también sabía que su papel en la vida de esa pareja era ser su apoyo, su guía en medio de la oscuridad. Por más injusto y cruel que fuera el mundo, su trabajo seguía siendo dar esperanza, incluso cuando parecía imposible.