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El silencio envolvía el hospital como un manto opresivo, una calma que parecía el preludio de algo importante. Kayla King revisaba los historiales de sus pacientes en su tablet cuando recibió una notificación urgente.
"Paciente trasladada de emergencia desde el convento de Santa Cecilia. Diagnóstico inicial: embarazo complicado. Estado emocional: inestable."
Frunciendo el ceño, Kayla se dirigió al área de emergencias, donde el caos de cada día seguía siendo su normalidad. Sin embargo, lo que encontró esta vez no era algo que pudiera catalogarse como normal.
En una de las salas, una joven de no más de 21 años estaba acostada en la camilla. Su piel era pálida, y sus ojos, enmarcados por ojeras profundas, reflejaban una mezcla de miedo y vergüenza. Llevaba todavía parte del hábito de novicia, pero el velo estaba ausente, dejando su cabello oscuro desordenado sobre la almohada.
Kayla tomó el expediente y lo leyó rápidamente.
Nombre: Sor Beatriz Gómez Edad: 20 años Motivo de ingreso: Hemorragia leve y contracciones prematuras.
Kayla respiró hondo antes de entrar. Se acercó lentamente, consciente de la fragilidad emocional de la paciente.
Kayla: (con voz calmada) "Hola, Sor Beatriz. Soy la Dra. King. Estoy aquí para ayudarte."
La joven alzó la vista, sus labios temblando mientras intentaba hablar.
Sor Beatriz: (susurrando) "No debería estar aquí. Esto... esto es un pecado."
Kayla se sentó a su lado, dejando el expediente a un lado.
Kayla: "Estás aquí porque necesitas ayuda, y eso no tiene nada de malo. Pero para que podamos cuidarte, necesito que me cuentes qué pasó."
Beatriz guardó silencio por unos segundos, sus ojos fijos en el techo. Luego, las palabras comenzaron a salir en un torrente desordenado, como si hubiera estado reprimiéndolas durante demasiado tiempo.
Sor Beatriz: "Fue... el padre. El Padre Marcelo. Me dijo que me estaba ayudando a fortalecer mi fe. Que este... este hijo era parte del plan divino."
Kayla sintió una mezcla de incredulidad y rabia arremolinarse en su interior.
Kayla: (pensando) "¿Cómo alguien puede aprovecharse de una persona así? Esto no es fe, es abuso."
Beatriz continuó, su voz quebrándose.
Sor Beatriz: "No quería, pero... me sentía atrapada. Y ahora todos en el convento lo saben. Me miran como si fuera un monstruo. Me enviaron aquí porque dijeron que ya no puedo quedarme. Que debo enfrentar las consecuencias de mis actos."
Las lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Beatriz, y Kayla tomó su mano, tratando de brindarle algo de consuelo.
Kayla: "No estás sola en esto, ¿de acuerdo? Vamos a asegurarnos de que tú y tu bebé estén bien. Y después... nos encargaremos de todo lo demás."
Después de realizar una ecografía y varias pruebas, Kayla reunió al equipo para discutir el caso.
Kayla: "El bebé está en la semana 30. Tiene problemas de crecimiento y hay signos de estrés fetal. Además, Beatriz tiene preeclampsia leve. Necesitamos estabilizarla antes de considerar un parto prematuro."
Harper: (frunciendo el ceño) "¿Y emocionalmente? Esta chica está al borde de un colapso. ¿Se lo has contado a psiquiatría?"
Kayla: "Sí, pero su prioridad ahora es física. Una vez estabilizada, veremos cómo manejar lo demás."
Mientras tanto, Beatriz permanecía en su habitación, sola, con la mirada perdida. Su mente estaba atrapada entre el miedo al juicio de los demás y el terror a lo desconocido.
Horas más tarde, mientras Kayla revisaba los informes, una figura inesperada apareció en la sala. El Padre Marcelo, con su sotana impecable y una expresión severa, estaba allí.
Padre Marcelo: (con voz firme) "Estoy aquí para ver a Beatriz."
Kayla sintió cómo su sangre hervía.
Kayla: "No creo que sea una buena idea. Ella necesita descansar."
Padre Marcelo: (alzando una ceja) "Es mi deber como su guía espiritual. Usted no tiene derecho a impedírmelo."
Kayla dio un paso hacia él, sus ojos ardiendo con determinación.
Kayla: "Mi deber es protegerla, y eso incluye mantenerla alejada de cualquier cosa que pueda causarle más daño. Así que no, no va a verla."
El Padre Marcelo la miró fijamente, pero antes de que pudiera responder, Nathan apareció detrás de Kayla.
Nathan: (con una sonrisa fría) "¿Hay algún problema aquí, doctora King?"
El Padre Marcelo pareció medir la situación antes de retroceder.
Padre Marcelo: "No me quedaré mucho tiempo. Pero esto no ha terminado."
Cuando se fue, Kayla dejó escapar un suspiro tembloroso.
Nathan: (colocando una mano en su hombro) "Hiciste lo correcto, Kayla. Ese hombre no merece estar cerca de ella."
Kayla: "Lo sé. Pero esto no va a ser fácil para Beatriz. Ni para ese bebé."
Dos días después, la situación de Beatriz empeoró. Sus niveles de presión arterial aumentaron peligrosamente, y Kayla tomó la decisión de inducir el parto.
El quirófano estaba lleno de tensión mientras el equipo trabajaba para traer al bebé al mundo. Kayla, con su experiencia y determinación, lideró el procedimiento.
Kayla: "Necesito más oxígeno aquí. El bebé está entrando en distress."
Harper: "El cordón está enrollado. Voy a intentar liberarlo."
Los segundos parecían horas mientras luchaban por estabilizar al bebé. Finalmente, un llanto débil llenó la sala, y Kayla sintió cómo el peso de la tensión se levantaba ligeramente.
Kayla: (suspirando) "Es una niña. Vamos a asegurarnos de que esté bien."
Beatriz, aunque débil, comenzó a llorar de alivio al escuchar a su hija.
Horas después, mientras Kayla observaba a Beatriz sostener a su hija en la sala de recuperación, no pudo evitar sentir una mezcla de emociones. Había logrado salvarlas a ambas, pero sabía que el camino para Beatriz sería largo y lleno de desafíos.
Nathan se acercó a ella, su presencia como un ancla en medio de todo.
Nathan: "¿Estás bien?"
Kayla: (asintiendo) "Sí. Pero no puedo dejar de pensar en lo que esta chica ha pasado. Y en cuántas más hay como ella, atrapadas en situaciones que nunca deberían haber vivido."
Nathan colocó una mano en su espalda, ofreciéndole consuelo.
Nathan: "Hiciste todo lo que podías, Kayla. Eso es más de lo que mucha gente estaría dispuesta a hacer."
Mientras ambos miraban a Beatriz, Kayla prometió que, de alguna manera, encontraría justicia para ella y para su hija. Porque algunas historias no deberían ser silenciadas.