Los días que siguieron al tiroteo en el hospital estuvieron marcados por un clima de tensión y cautela. Las medidas de seguridad se reforzaron, y cada entrada al hospital estaba bajo estricta vigilancia. Los médicos y el personal no dejaban de hablar del heroísmo de Kayla, y su valentía era el tema recurrente en todos los pasillos.
Kayla había vuelto a su turno habitual, pero algo en ella había cambiado profundamente. A pesar de su regreso al quirófano y su actitud aparentemente normal, sus colegas podían notar que aún lidiaba con los fantasmas de aquella noche. Aunque nunca se mostraba vulnerable, cada mirada, cada pausa en su voz, delataba una lucha interna que solo ella entendía completamente.
Durante las semanas siguientes, Kayla se enfocó en su trabajo como nunca antes. Pasaba horas en la sala de neonatología, donde se sentía más tranquila, revisando a los recién nacidos y asegurándose de que cada uno de ellos recibiera el mejor cuidado posible. La ternura con la que trataba a los bebés contrastaba con la frialdad que había adoptado en otros aspectos de su vida, como una máscara que llevaba para protegerse de su propio dolor.
Emily: (entrando en neonatología, con una sonrisa) "¿Ya es tu tercer turno aquí esta semana? Vamos, Kayla, necesitas descansar un poco."
Kayla: (sin apartar la vista de uno de los neonatos) "Estos pequeños necesitan a alguien que esté aquí. No me molesta quedarme."
Emily se acercó, observando a Kayla en silencio por un momento. Sabía que forzarla a hablar sobre lo ocurrido no funcionaría, pero también entendía que Kayla no podía simplemente esconderse en su trabajo para siempre.
Emily: "Escucha, todos estamos aquí para ti. Si necesitas hablar… o gritar, o lo que sea, estamos aquí."
Kayla: (con una sonrisa débil) "Lo sé, Emily. Gracias. Es solo que… cuando estoy aquí, con ellos, me siento útil. Siento que todavía puedo hacer algo bueno."
Emily asintió, respetando el espacio de su amiga y compañera. Sabía que Kayla encontraría su camino de regreso a sí misma, incluso si ese camino estaba lleno de altibajos.
El día del juicio del hombre que había amenazado al hospital se acercaba rápidamente, y aunque Kayla intentaba evitar pensar en ello, la realidad era que pronto tendría que enfrentarse a esa experiencia una vez más. Mientras tanto, sus colegas trataban de devolver la normalidad a sus vidas y la rutina del hospital se reanudaba con la misma intensidad de siempre.
Una mañana, mientras Kayla revisaba sus casos quirúrgicos, Harper se acercó con un café en mano, dejando caer los papeles en la mesa de la sala de descanso.
Harper: "Me dijeron que te dieron un paciente nuevo. Una cirugía complicada. ¿Qué opinas?"
Kayla: (tomando el café y mirando los papeles) "Parece un reto, pero nada que no podamos manejar. He estado esperando algo así. Necesito ocupar mi mente con algo complicado."
Harper: "Típica Kayla. Nunca dejas de sorprenderme."
Mientras se preparaban para la cirugía, Kayla podía sentir la energía del quirófano dándole fuerza. Los casos complejos siempre habían sido su escape, una manera de perderse en el trabajo y olvidar, aunque sea momentáneamente, los problemas que la atormentaban.
Al entrar en la sala, los murmullos de los demás médicos llenaban el aire con una mezcla de preocupación y admiración. El equipo quirúrgico, liderado por Kayla, estaba listo para enfrentar uno de los procedimientos más desafiantes del año. Kayla, con una precisión casi mecánica, daba órdenes y se movía con una confianza inquebrantable.
La cirugía fue un éxito, y al terminar, Kayla se permitió un pequeño respiro de alivio. Sentía que cada victoria en el quirófano la acercaba más a recuperar su equilibrio. Sin embargo, sabía que su camino de sanación estaba lejos de haber terminado.
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Una noche, después de un turno agotador, Kayla se sentó en su penthouse, mirando las luces de la ciudad a través de la ventana. La soledad de su hogar, que antes le traía consuelo, ahora se sentía pesada y vacía. Pensó en su hermana, en su cuñado, y en cómo todo se había salido de control. Recordó la última vez que había visto a su hermana, y cómo ambas habían estado demasiado ocupadas para arreglar las cosas antes de que fuera demasiado tarde.
El timbre de la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Emily, quien había traído comida china y una botella de vino.
Emily: "No te preocupes, no planeo hacerte una intervención. Solo pensé que tal vez… podríamos cenar juntas. Como en los viejos tiempos."
Kayla: (sonriendo levemente) "Gracias, Emily. Creo que necesito eso más de lo que me doy cuenta."
Mientras cenaban, hablaron de todo y de nada. Se rieron de chistes tontos y recordaron anécdotas de la facultad de medicina. Por un momento, Kayla sintió un poco de la calidez que había perdido, un destello de la luz que aún permanecía en algún lugar dentro de ella.
Kayla sabía que había un largo camino por delante, pero estaba dispuesta a recorrerlo. Con sus amigos y colegas a su lado, y su pasión por la medicina como su guía, poco a poco, comenzaba a creer que podría superar cualquier obstáculo.
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Between life and death
Short StoryUna médica cirujana de 23 años se embarca en el hospital mas famaso y conocido de toda américa siendo la más joven.