La Plaza Roja de Testigo

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Isabella miró a Vladimir con determinación, sus ojos reflejando una mezcla de vulnerabilidad y fuerza. "Necesitamos hablar sobre los límites en nuestra relación. Entiendo tu posición como presidente de Rusia, pero no puedo ser solo una opción en tu vida pública", dijo, su voz firme pero suave, como si cada palabra fuera un paso cuidadoso en un terreno delicado.

Vladimir asintió, sintiendo el peso de sus palabras. La tensión en el aire era palpable, como si un rayo estuviera a punto de caer. "Tienes razón. No quiero que te sientas insegura", respondió, su tono grave y reflexivo. "Prometo que seré más consciente de mi entorno y de las mujeres con las que interactúo. Pero también necesito que entiendas que mi vida está llena de compromisos".

Isabella se acercó un poco más, buscando su mirada con intensidad. "Lo entiendo, pero necesito saber que no habrá más sorpresas ni rumores. Quiero ser tu prioridad". Su voz tembló ligeramente al pronunciar la última palabra, como si el miedo a perderlo se manifestara en su tono.

"Y así será", respondió Vladimir, su voz llena de sinceridad. "Te prometo ser transparente y proteger lo que tenemos". En ese momento, la gravedad de su promesa resonó entre ellos, creando un espacio donde la confianza podía florecer.

Un silencio cargado de emoción los envolvió. Finalmente, él se inclinó hacia ella y sus labios se encontraron en un beso suave pero intenso. Fue un gesto que sellaba su compromiso mutuo, una promesa de que lucharían por su relación. Isabella sintió cómo su corazón latía con fuerza, como si cada latido reafirmara lo que ambos deseaban construir juntos.

Al separarse, ambos sonrieron, sintiendo la tensión disiparse un poco. Sin embargo, la realidad de su situación seguía latente, como una sombra en la esquina de sus mentes.

"¿Qué te parece si salimos a distraernos un rato?", sugirió Vladimir, buscando cambiar el ambiente. "Podemos ir a un lugar privado, lejos de miradas curiosas". Su propuesta era tentadora y, al mismo tiempo, una oportunidad para escapar del mundo exterior por un tiempo.

Isabella asintió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. "Me encantaría". La idea de pasar tiempo a solas con él la llenaba de alegría y ansiedad a la vez. Sabía que cada momento junto era precioso y que debían aprovecharlo al máximo.

El coche negro esperaba en la entrada del edificio, un vehículo elegante que parecía estar diseñado para ocultar secretos. Vladimir tomó su mano con firmeza mientras se acomodaban en el asiento trasero, creando una burbuja de intimidad en medio del caos de la ciudad.

Mientras el coche se deslizaba por las calles iluminadas de Moscú, Isabella miraba por la ventana, observando cómo las luces parpadeaban y reflejaban la vida vibrante que los rodeaba. Sin embargo, su mente estaba centrada en él; cada movimiento de Vladimir, cada gesto sutil, la hacía sentir más conectada a él.

"¿A dónde vamos?", preguntó Isabella con curiosidad, girando ligeramente hacia él.

"Un lugar especial", respondió Vladimir con una sonrisa enigmática. "Es un restaurante privado donde podemos ser nosotros mismos sin preocupaciones". Su tono era juguetón, pero había una seriedad subyacente que hizo que Isabella se sintiera aún más intrigada.

A medida que se acercaban a su destino, el ambiente dentro del coche se volvió más íntimo. Isabella sintió cómo la adrenalina corría por sus venas. Había algo electrizante en la idea de estar con él en un lugar donde nadie pudiera interrumpirlos.

Finalmente llegaron a un elegante restaurante escondido entre las calles empedradas del centro de Moscú. La entrada estaba adornada con luces cálidas y una puerta de madera tallada que invitaba a entrar. Vladimir la miró con complicidad antes de abrir la puerta para ella.

Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De InglaterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora