En una de las habitaciones privadas del palacio, reservada especialmente para la ocasión, Vladimir se enfrentaba a una batalla interna. No era la presión del protocolo, ni la expectación de la multitud lo que lo inquietaba, sino una mezcla de emoción contenida y un nerviosismo que amenazaba con desbordarlo.
A su alrededor, el príncipe Carlos, William y Harry, Jason Beghe, sus hijos, nietos y yernos, completaban sus propias vestimentas, transformando la atmósfera en una danza de elegantes movimientos y silencios cómplices. El sonido de los gemelos al abrocharse, el roce de las telas impecables y las risas contenidas se mezclaban en el aire cargado de expectación.
Vladimir ajustaba con esmero la corbata frente al espejo, pero sus manos temblaban ligeramente, traicionando su aparente calma. En su cabeza, una maraña de pensamientos se agolpaban, mezclando recuerdos felices con la incertidumbre del futuro.
El príncipe Carlos, con la experiencia de quien ha estado en situaciones similares, percibió la inquietud de su yerno. Se acercó a él y, con una palmada amistosa en el hombro, le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
-Tranquilo, Vladimir -dijo, con un tono de voz que invitaba a la calma-. Es normal estar nervioso. Es más, diría que es una buena señal. Significa que te importa, que este día es tan especial para ti como lo es para ella.
Vladimir se giró hacia él, agradecido por sus palabras.
-Lo es, Suegro-respondió, con sinceridad-. Isabella... Ella es la mujer de mis sueños. No puedo creer que esté a punto de convertirme en su esposo.
-Lo sé -dijo el príncipe, con un guiño cómplice-. Se nota en tu mirada, en cada palabra que dices.
-Es solo que... -Vladimir titubeó, aún luchando por ordenar sus pensamientos-. Quiero que todo sea perfecto. Que este día sea inolvidable para ella, que sea el comienzo de una vida llena de felicidad a su lado.
-Lo será -afirmó el príncipe Carlos, con convicción-. Isabella te ama, Vladimir. Y tú la amas a ella. Esa es la base más sólida sobre la que se puede construir un matrimonio. Lo demás... son solo detalles.
En ese momento, un discreto golpe en la puerta interrumpió su conversación. Un trabajador, con la elegancia y la discreción propias de su rango, entró en la habitación portando una bandeja de plata cubierta con un paño de terciopelo.
-Con permiso, Su Alteza -dijo, dirigiéndose al príncipe-. Un presente para el novio.
Vladimir, intrigado, aceptó la bandeja. Bajo el paño, encontró una elegante caja de madera de caoba.
-Adelante, ábrela -le animó William, con una sonrisa pícara-. No nos tengas en vilo.
Con manos temblorosas, Vladimir levantó la tapa de la caja. En su interior, sobre un lecho de satén blanco, descansaban una carta escrita en una elegante caligrafía, un reloj de oro blanco y un cuaderno forrado en cuero.
Su corazón dio un vuelco al reconocer la letra de Isabella. Tomó la carta con delicadeza, como si se tratara de un objeto frágil y precioso, y comenzó a leer en voz alta:
_"Mi querido Vladimir,_
_Estas palabras marcan el inicio de nuestra historia. Te escribo con el corazón desbordándose de amor y la emoción de saber que en unas horas estaremos unidos para siempre._
_Mientras lees estas líneas, yo me estoy preparando para el momento en que nuestros caminos se encuentren en el altar. No te entretengo más, mi amor. Ve y vístete de felicidad. Esperame. Soy la de blanco._
_Con todo mi amor,_
_Isabella"_
Un murmullo de aprobación recorrió la habitación mientras Vladimir, con una sonrisa que iluminaba su rostro, dejaba la carta sobre la mesa y observaba con detenimiento los demás obsequios.
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Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De Inglaterra
RomanceEn los salones dorados del Palacio de Buckingham, donde las sombras esconden intrigas y los retratos de antiguos monarcas observan en silencio, se forja una historia prohibida. La princesa Isabella, cuarta en línea de sucesión al trono de Inglaterra...