La princesa que nadie más conoce

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Victoria permaneció unos instantes inmóvil en la habitación que Isabella había ocupado, como si la ausencia de la joven aún resonara entre aquellas cuatro paredes. Sobre la cama, perfectamente tendida, yacían algunas prendas que Isabella, en su premura por partir, había olvidado guardar en la maleta. Victoria las recogió con delicadeza, sintiendo cómo el suave tejido rozaba sus dedos como un eco de la presencia de su hija. Cada objeto, cada pequeño detalle de la habitación, parecía guardar un fragmento de la esencia de Isabella, un recordatorio tangible de la persona que había llegado a amar como si fuera de su propia sangre.

Con un suspiro cargado de tristeza, Victoria terminó de recoger las pertenencias de Isabella y bajó a la sala de estar, donde la esperaban los demás, sentados en un silencio incómodo, cargado de reproches no dichos. El ambiente, antes alegre y festivo, ahora se encontraba impregnado de una tensión palpable, como si la sombra de la discusión aún se cerniera sobre ellos.

"No quiero que esto vuelva a suceder", declaró Victoria con firmeza, su voz, aunque serena, reflejaba la profundidad de su malestar. Su mirada se posó en la novia de José Eduardo, cuyo rostro aún reflejaba la sorpresa y la incomodidad del momento. "Lo que pasó, si decido incluir a Isabella en mi testamento o no, no es algo que te competa, ni a ti ni a nadie más", sentenció Victoria, su voz resonando con una autoridad indiscutible. "Es una decisión personal, que solo me concierne a mí ".

Victoria respiró hondo, tratando de controlar la oleada de emociones que la embargaba: la rabia por la injusticia de la situación, la tristeza por la partida precipitada de Isabella, la decepción por la falta de empatía de su propia familia. "Quieran o no, Isabella es mi hija", afirmó con vehemencia, su voz llena de una convicción inquebrantable. "La quiero como si la hubiera parido yo misma, la he visto crecer desde que era una niña".

Recordó con nostalgia las primeras visitas de Isabella a México, una niña tímida y reservada que poco a poco se fue abriendo camino en sus corazones. "Es cierto que solo ha estado con nosotros en vacaciones y durante una temporada cuando era adolescente", reconoció Victoria, su voz cargada de una ternura infinita. "Pero eso no significa que no la quiera, que no la considere mi otra hija".

Su mirada, cargada de un reproche contenido, se posó en Omar, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, como un espectador más de la tragedia que se desarrollaba ante sus ojos. "Lo que dijiste, Omar, no estuvo bien", lo reprendió. "Isabella no necesita nuestro dinero, ella ha construido su propio imperio con esfuerzo y dedicación".

"Ustedes no la conocen como yo", continuó Victoria, su voz quebrándose por momentos. "Yo he sido testigo de su lucha constante, de su sacrificio incansable. La he visto llorar hasta el amanecer por la presión, por el cansancio, por el miedo a no ser lo suficientemente buena".

Recordó las incontables madrugadas en las que Isabella la llamaba, desesperada, al borde del colapso, buscando una palabra de aliento, un consejo, un abrazo a la distancia que la ayudara a sobrellevar la carga que soportaba sobre sus hombros. "Muchas veces, en medio de la noche, me llamaba diciéndome que ya no podía más, que quería dejarlo todo", confesó Victoria, su voz impregnada de un dolor visceral. "Y yo, con el corazón en un puño y medio dormida, tenía que encontrar las palabras adecuadas para convencerla de que siguiera adelante, de que no se rindiera, de que su esfuerzo valía la pena".

Un nudo en la garganta le impidió continuar por unos instantes. Las imágenes de aquellos días aciagos, en los que Isabella se encontraba en medio de un conflicto armado como médico militar, volvieron a su mente con una crudeza abrumadora. "Recuerdo una vez que estábamos hablando por videollamada y, de pronto, se escuchó una explosión ensordecedora", relató Victoria, su voz apenas un susurro. "Vi en su rostro el terror, la impotencia, la certeza de que la muerte podía estar a la vuelta de la esquina".

Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De InglaterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora