Un Día de Grabación

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En ese instante, rodeada del amor de sus hijas, Victoria sintió que no necesitaba nada más para ser feliz.

La luz del sol se colaba tímidamente por las rendijas de la persiana, pintando la habitación con suaves tonalidades doradas. Victoria permaneció unos minutos más contemplando la escena: Isabella, con el rostro sereno y relajado, la abrazaba con fuerza. Vicky, a su lado, dormía plácidamente, con una sonrisa dibujada en los labios. Parecía que ambas, al dormir, buscaban inconscientemente ese contacto físico que les brindara seguridad y calor. Verlas así, tan vulnerables y tan cerca, llenó a Victoria de una inmensa ternura.

Con cuidado de no despertarlas, Victoria se desprendió suavemente del abrazo de Isabella y apartó los pies de Vicky. Se levantó de la cama sintiendo los músculos algo entumecidos después de una noche diferente, pero con el corazón desbordante de felicidad. Se acercó a la ventana y la abrió de par en par, permitiendo que el aire fresco de la mañana inundara la habitación. Desde allí, podía ver el jardín de su casa, bañado por la luz del sol naciente. Un nuevo día comenzaba, lleno de promesas y posibilidades.

Se giró para contemplar una vez más a sus hijas. Isabella empezaba a moverse entre sueños, murmurando algo ininteligible. Victoria sonrió. Su niña, a pesar de ser ya toda una mujer, conservaba esa inocencia y esa dulzura que la caracterizaban desde pequeña. Vicky, en cambio, seguía profundamente dormida, ajena al mundo exterior.

Victoria salió de la habitación de puntillas y se dirigió a la cocina para ver si el desayuno ya estaba. Mientras el olor a café recién hecho empezaba a invadir la casa, escuchó pasos en la escalera. Era Isabella, con el pelo revuelto y una amplia sonrisa en el rostro.

—Buenos días, mamá —saludó, abrazándola con cariño—. ¿Qué tal has dormido?

—Como nunca —respondió Victoria, devolviéndole el abrazo—. Rodeada de mujeres hermosas y dormilonas...

Ambas rieron mientras se sentaban a la mesa. Minutos después, Vicky se unió a ellas, aún con cara de sueño pero con una amplia sonrisa. El desayuno transcurrió entre risas, confidencias y planes para el futuro. Isabella les contó con más detalle su próxima defensa de tesis y sus planes de futuro con Vladimir. Victoria, a su vez, les habló de sus nuevos proyectos en televisión.

—Me encantaría que vinieran a verme grabar algún día —dijo a sus hijas—. Les presentaría al equipo y podrían ver cómo se hace una telenovela desde dentro.

—Sí, ¡sería genial! —exclamó Vicky con entusiasmo—.

Isabella asintió, dándole la razón a su hermana. A pesar de que sus vidas habían tomado rumbos diferentes, la pasión de Victoria por su trabajo siempre había sido una fuente de inspiración para ambas.

En ese instante, el teléfono de Victoria sonó, interrumpiendo la conversación. Era Omar, deseándoles buenos días.

—En un ratito voy, mi amor —respondió Victoria con una sonrisa—. Estoy desayunando con las niñas... Sí, ya te contaré... Te amo... Yo también.

Al colgar, Victoria se dirigió a sus hijas con una mezcla de nostalgia y felicidad en la mirada:

—Bueno, chicas, me encantaría quedarme aquí con ustedes todo el día, pero tengo que ir a trabajar...

—Ve tranquila, mami —dijo Isabella, levantándose para abrazarla—. Gracias por esta noche tan especial... Te queremos mucho.

—Yo también las quiero, mis amores —respondió Victoria, estrechándolas entre sus brazos—. Y recuerden que siempre, siempre estaré aquí para ustedes, pase lo que pase.

Y con ese lazo invisible pero inquebrantable que solo el amor entre una madre y sus hijas puede crear, Victoria se despidió con la promesa de volver a verse pronto, para seguir creando recuerdos imborrables en el álbum de sus vidas.

Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De InglaterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora