El príncipe Carlos, con una calidez inesperada, ofreció unas palabras cargadas de afecto y esperanza para la pareja.
El Príncipe Carlos, con una mezcla de emoción y orgullo contenida, se levantó de su asiento en la mesa principal. Un silencio expectante se extendió por el salón, mientras los invitados se volvían hacia él, sus copas llenas y listas para el brindis. Su mirada se posó primero en su hija, radiante en su belleza y felicidad, sentada junto a su prometido. Una sonrisa cálida se dibujó en su rostro antes de dirigirse a los presentes:
"Queridos amigos, familiares, es un honor y, permítanme decirlo, una alegría inmensa, darles la bienvenida a todos a esta cena en la víspera de un día tan especial. Mañana, no solo celebraremos una unión, sino el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de dos familias que se unen a través del amor de dos seres excepcionales."
Su mirada se dirigió con cariño hacia su hija.
"Mi querida hija...", su voz tembló levemente, traicionando la emoción contenida, "desde el día en que llegaste al mundo, llenaste nuestras vidas de una luz y una alegría indescriptible. Verte crecer, convertirte en la mujer fuerte, compasiva e inteligente que eres hoy, ha sido el mayor privilegio de mi vida."
Hizo una pausa, tomando un respiro antes de continuar.
"Y hoy, verte tan enamorada, a punto de embarcarte en esta nueva aventura al lado del hombre que ha capturado tu corazón, llena mi corazón de una felicidad indescriptible."
Su mirada se posó entonces en el prometido de su hija, dedicándole una sonrisa cálida y sincera.
"Bienvenido a nuestra familia", dijo con sinceridad. "Sé que harás feliz a mi hija, porque la amas como se merece ser amada. Cuídense mutuamente, respétense y apóyense en cada paso que den juntos. Recuerden que el amor es un viaje maravilloso, pero que requiere dedicación, paciencia y una buena dosis de humor para superar los retos que la vida les ponga por delante."
Alzó su copa, sus ojos brillando con afecto.
"Brindemos por el amor, por la felicidad, por el futuro brillante que les espera. Brindemos por la unión de dos familias, y por el nuevo capítulo que comienza mañana. ¡Salud!"
Vladimir, ataviado con un elegante traje, se movía con una mezcla de seguridad y cautela entre los miembros de la realeza británica, respondiendo con diplomacia a las preguntas incisivas de algunos y las miradas curiosas de otros. A pesar de la presión del escrutinio público, sus ojos no se apartaban de Isabella, quien, desde el otro extremo del salón, le devolvía la mirada con una mezcla de amor y orgullo.
Isabella, deslumbrante en un vestido color blanco que realzaba su belleza natural, cumplía con sus deberes como anfitriona con la gracia y elegancia que la caracterizaban. Saludaba, conversaba y reía con la naturalidad de una princesa acostumbrada a las grandes veladas, pero su mente no dejaba de volar hacia Vladimir, preguntándose qué pensaría, cómo se sentiría.
En un momento de la velada, mientras Isabella charlaba con un grupo de amigos, Vladimir se acercó a ella y, con un gesto casi imperceptible, le susurró al oído: "Necesito un respiro de este protocolo. ¿Me acompañas a tomar un poco de aire fresco?".
Isabella, sintiendo una oleada de alivio ante la posibilidad de escapar por unos instantes del bullicio del salón, asintió con una sonrisa cómplice. "¿Un paseo bajo las estrellas, señor presidente? Acepto con gusto."
Mientras se alejaban discretamente del salón, las miradas curiosas de algunos invitados no pasaron desapercibidas para ambos. Sin embargo, en ese instante, sólo importaba la felicidad de estar juntos, de poder disfrutar de un momento de intimidad en medio de la vorágine que los envolvía.
El fresco aire nocturno acarició sus rostros mientras caminaban por los jardines del palacio, envueltos en un silencio cómodo, lleno de complicidad. La luna, redonda y plateada, derramaba su luz sobre el laberíntico jardín, creando un juego de luces y sombras que invitaba a la confidencia.
Vladimir se detuvo frente a un elegante banco de piedra, rodeado de rosales en flor. Ofreció su mano a Isabella, ayudándola a sentarse, y se acomodó a su lado. Un suspiro de satisfacción escapó de sus labios al sentir la cercanía de la mujer que amaba.
-Vladimir, antes de que esto vaya más lejos... hay algo que debemos hablar -dijo, su voz apenas un susurro en la quietud del jardín.
Él la miró con sorpresa, su mano buscando instintivamente la de ella.
La mano de Isabella temblaba ligeramente mientras la retiraba de la de Vladimir. Era la primera vez que sentía la necesidad de crear distancia entre ellos, una distancia que se extendía más allá de lo físico.
-No fue fácil, Vladimir. No fueron simples sentimientos de una adolescente. Lo que sentí por él... era real. -Suspiró, recordando.
Vladimir se mantuvo en silencio, su mirada fija en el rostro de Isabella, permitiéndole llevar el ritmo de la conversación, de la confesión.
-Yo... iba a la universidad a pesar de mi edad. Ya sabes que me adelantaron varios cursos. Era extraño, me sentía fuera de lugar. Y él... él era diferente. -Una leve sonrisa melancólica se dibujó en sus labios-.
-¿Quién era él? -preguntó, su voz áspera a pesar de su esfuerzo por mantener la calma.
-Un médico. Daba clases en la universidad. Era brillante, apasionado... y mucho mayor que yo.
Levy. Tenía esa pasión por la medicina... la misma que yo, pero multiplicada por años de experiencia. Me intimidaba y me fascinaba al mismo tiempo.
Tomó una bocanada de aire, como si necesitara llenarse de valor para continuar.
-Un día, no entendía la lección sobre los huesos. Me sentía frustrada, tonta... todos parecían comprender excepto yo. Me armé de valor y le pedí ayuda después de clase.
Sus ojos se perdieron en el laberíntico diseño de los jardines, como si estuviera reviviendo la escena.
-Y lo hizo, Vladimir. Se quedó conmigo más de una hora, explicándome todo con una paciencia infinita. Ese día nació algo... una conexión. Ya no era solo mi profesor. Era... Levy. Alguien que me veía, me escuchaba.
Vladimir frunció el ceño, sin poder evitar la punzada de celos que le provocaba escuchar a Isabella hablar con tanta emoción de otro hombre. Pero se contuvo, necesitaba escucharla hasta el final.
-Empezamos a hablar. De medicina, claro, pero también de libros, música... incluso política, aunque él siempre se reía de mis ideas radicales. - Una sonrisa genuina, esta vez, iluminó su rostro por un segundo-. Me sentía libre con él, Vladimir. Él me entendía de una forma que nadie más lo hacía.
-Isabella... - Vladimir comenzó a hablar, pero ella lo detuvo con un gesto.
-Sé lo que estás pensando. Pero no te adelantes. Sí, me enamoré de él. Perdidamente enamorada. Pero él... él siempre mantuvo la distancia. Decía que éramos amigos.
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Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De Inglaterra
RomansaEn los salones dorados del Palacio de Buckingham, donde las sombras esconden intrigas y los retratos de antiguos monarcas observan en silencio, se forja una historia prohibida. La princesa Isabella, cuarta en línea de sucesión al trono de Inglaterra...