Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De Inglaterra

La Propuesta del Presidente

La cena estaba servida en un elegante comedor, el suave resplandor de las velas proyectaba sombras danzantes en las paredes. A medida que los aromas de la comida llenaban el aire, la atmósfera se cargaba de expectativas. Entre cada bocado, las miradas de Isabella y Vladimir eran un intercambio constante, un diálogo silencioso que hablaba más que cualquier palabra. Las sonrisas y risas compartidas eran reflejos de una conexión profunda que había crecido entre ellos.

Sin embargo, en medio de la calidez del ambiente, un sentimiento de seriedad comenzó a filtrarse en la conversación.

—Isabella, antes de dar otro paso en nuestra relación, creo que debemos hablar de cosas que antes no habíamos hecho —dijo Vladimir, su tono ahora más grave. La luz de la vela iluminaba su rostro, revelando la determinación en sus ojos.

Isabella sintió un nudo en el estómago. Sabía que este momento era crucial, un punto de inflexión en su relación. Tomando una bocanada de aire, asintió con la cabeza, agradecida por la franqueza de Vladimir.

—Estoy escuchando —respondió, con un destello de nerviosismo en su voz.

—¿Estás dispuesta a casarte con un presidente? —Vladimir dejó caer la pregunta como si de un peso se tratara. Sus ojos la miraban intensamente, buscando sinceridad en su respuesta.

El silencio se volvió palpable. Isabella sabía que ser la esposa de un presidente era más que un título; implicaba sacrificios y una vida pública complicada.

—Ser presidente no es fácil, lo sabes mejor que nadie —continuó Vladimir, permitiendo que sus palabras establecieran la seriedad del tema—. Hay momentos en que llegaré muy tarde a casa, o incluso recibiré llamadas en plena madrugada.

Isabella sintió cómo una ola de realidad la envolvía. Recordaba las veces que había visto a Vladimir lidiar con situaciones complicadas y peligrosas, las noches en las que había permanecido despierta, preocupada.

—Sé que hay riesgos, Vladimir —dijo, su voz firme—. Conoces las sombras que acechan a personas en tu posición.

—Exacto. —Vladimir asintió, su mirada demostrando que comprendía la gravedad de la situación—. Y, además, sé que quieres ser mamá. Estoy dispuesto a darte todos los hijos que quieras. La idea de formar una familia contigo me hace inmensamente feliz.

Los ojos de Isabella brillaron. La idea de tener un hogar lleno de amor y risas la llenaba de alegría, pero también sabía que criar hijos nunca sería fácil.

—Es un hermoso deseo, pero no va a ser fácil —respondió, su voz un susurro que apenas resonaba entre el tintinear de los cubiertos—. Criar hijos es un desafío constante, especialmente con nuestras responsabilidades. ¿Cómo podremos equilibrar todo eso?

Vladimir tomó un sorbo de vino, reflexionando. Al dejar la copa en la mesa, se inclinó hacia Isabella, haciendo que sus ojos se encontraran.

—Creo que es cuestión de compromiso y comunicación —dijo con seriedad. —La carga recae en los dos. Podemos enfrentarlo todo juntos, pero necesitamos establecer un espacio donde seamos honestos sobre nuestras preocupaciones y sueños.

Isabella sintió que su corazón latía más rápido. Había algo en su postura, en su tono, que le daba confianza.

—Lo que dices tiene sentido. —Se sorprendió a sí misma al sentirse enérgica. —Así que, ¿qué haríamos en esos momentos difíciles? Aquellos en los que te llamen a altas horas de la madrugada, o cuando necesites tomar decisiones difíciles?

—Quiero que sepas que siempre tendrás una voz en mi vida. —Vladimir respondió, cargando sus palabras de sinceridad—. No quiero que jamás te sientas sola. Ambos sintieron la intensidad de la conversación, como si el ámbito que los rodeaba se comprimiera. Isabella, en ese momento, se dio cuenta de cuánto valoraba a Vladimir, no solo por su amor, sino por su disposición a dejar atrás las máscaras y mostrarse vulnerable.