Capítulo 40

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El cuarto está bañado por una luz tenue que apenas filtra entre las cortinas, creando sombras suaves sobre nuestras pieles. Sunny me mira, sus ojos oscuros reflejan un deseo que reconozco al instante. Se acerca, sus dedos rozan apenas mi mandíbula antes de descender lentamente por mi cuello, creando una línea de calor que recorre mi cuerpo. Siento su mano moverse con seguridad, como si conociera cada rincón de mí, y lo hace, lo sabe todo.

- No puedo dejar de mirarte. - susurra, justo antes de atrapar mis labios en un beso lento, profundo.

El beso comienza suave, pero la necesidad crece en nosotros, volviéndose más urgente. Mis manos exploran su espalda, siguiendo la curva de sus músculos, trazando caminos que ya he recorrido pero que siempre siento como si fuera la primera vez. Sunny responde con un leve gemido, su cuerpo presionándose más contra el mío. La sensación de su calor, de su piel contra la mía, me hace perder el aliento.

Sus manos empiezan a explorar mi cuerpo con más intención. Sus dedos rozan mi pecho, acarician mi abdomen, antes de bajar lentamente, tocando con suavidad pero con firmeza, haciéndome sentir cada caricia, cada roce. Mi cuerpo reacciona a cada movimiento, cada toque enviando una oleada de deseo que me consume.

Mis manos también se deslizan por su cuerpo, explorándolo, tocándolo como si fuera la última vez. Paso mis dedos por su espalda, sintiendo la tensión en sus músculos, mientras lo atraigo más cerca de mí. Nos besamos de nuevo, esta vez más vorazmente, con una pasión que se desborda. Puedo sentir su respiración volverse más rápida, sus labios dejando un rastro de besos ardientes por mi cuello y hombros.

- Te necesito tanto. - murmuro, entrecortado por la intensidad del momento.

Sunny responde con más caricias, sus manos moviéndose por mi piel desnuda, presionando, tocando, reclamándome de todas las maneras posibles. Su boca sigue bajando por mi cuerpo, cada beso dejando un rastro de calor que parece prenderme fuego desde dentro. Cierro los ojos, dejándome llevar por la oleada de placer que me recorre.

Nos movemos juntos en un ritmo familiar, nuestras respiraciones entrelazándose en el aire caliente de la habitación. El calor de su cuerpo, el peso de su toque, todo se siente tan real, tan intenso. Su boca vuelve a la mía, sus besos profundos, mientras nuestras manos no paran de recorrer cada rincón del otro. Nos tocamos como si quisiéramos memorizarlo todo, como si este momento pudiera durar para siempre.

Cuando finalmente llegamos al clímax, me aferro a él, sintiendo su piel, su calor, el latido rápido de su corazón contra el mío. Nos quedamos abrazados, nuestros cuerpos aún temblando por la intensidad, mientras él me acaricia suavemente, sus dedos trazando líneas invisibles sobre mi piel.

Me quedo ahí, perdido en su calor, sintiendo que en este momento, nada más importa. Solo nosotros, solo este instante que compartimos.

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El timbre suena de repente, rompiendo la tranquilidad que habíamos conseguido. Me sobresalto ligeramente, ya que no esperabamos visitas. Sunny, por otro lado, parece quedarse inmóvil un segundo, pero luego se levanta con una expresión de sorpresa contenida, como si estuviera esperando algo, o alguien, pero no del todo listo para enfrentarlo.

Lo observo caminar hacia la puerta, su cuerpo tensándose en cada paso. Cuando la abre, un hombre mayor, de cabello gris y mirada severa, aparece en el umbral. Incluso antes de que Sunny hable, sé quién es, porque lo reconozco. Su padre. Esa figura de la que Sunny nunca habla mucho, pero cuya sombra parece proyectarse sobre cada aspecto de su vida.

Me quedo en el sofá, en silencio, sin saber muy bien qué hacer. No me han presentado a este hombre en esta realidad. No sé cómo comportarme frente a él, y mucho menos cómo actuar cuando es evidente que su presencia ha traído consigo una carga pesada.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora