Capítulo 34

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El trabajo sigue adelante. Día tras día, Sunny y yo mantenemos la distancia. Como si fuéramos dos desconocidos otra vez. 

En la oficina, apenas intercambiamos palabras. Todo se ha vuelto frío, distante, casi mecánico. Nos limitamos a lo estrictamente profesional, a los saludos cordiales y las conversaciones que no tienen nada que ver con lo que realmente importa. Cada vez que lo veo, siento una punzada en el pecho, una mezcla de culpa y tristeza que me asfixia. Pero sé que hice lo correcto. O al menos, eso es lo que sigo repitiéndome para poder soportar el vacío que ha dejado su ausencia.

Las noches son las peores. Me encuentro solo en la casa de mi padre, en una cama que no siento como mía, rodeado de recuerdos que no puedo dejar atrás. Cierro los ojos y las imágenes del accidente vuelven una y otra vez. El crujido del metal retorciéndose, el sonido ensordecedor de los vidrios rompiéndose, y el grito de Sunny. Siempre el mismo grito, siempre la misma desesperación. Me despierto empapado en sudor, con el corazón latiendo con tanta fuerza que parece que va a estallar en mi pecho.

Me estoy desgastando. Cada vez que veo a Sunny en el trabajo, siento que he tomado la decisión correcta, pero eso no hace que el dolor sea más fácil de soportar. Verlo de lejos, notar cómo ya no me busca, cómo ha dejado de sonreír como lo hacía antes, es como una puñalada constante. Lo he alejado, lo he herido, y eso es lo que quería evitar. Pero ahora me pregunto si realmente estoy protegiéndolo, o si solo estoy haciendo que ambos suframos.

Una noche, después de otro día interminable, estoy en casa de mi padre, tumbado en la cama con las luces apagadas. No puedo dormir. No puedo dejar de pensar en Sunny, en lo que debí haber dicho o hecho diferente. Entonces, el timbre de la puerta suena, haciéndome sobresaltar. No espero a nadie, y mi padre está fuera de la ciudad, así que estoy solo. Por un momento, pienso en no contestar. No tengo energía para ver a nadie, y mucho menos para hablar. Pero el timbre suena de nuevo, esta vez con más insistencia.

Finalmente, me levanto y camino hacia la puerta, sintiendo una extraña sensación de inquietud. Al abrirla, mi corazón se detiene.

Es Sunny.

Está empapado, su cabello mojado cayendo sobre su frente, la ropa pegada a su cuerpo por la lluvia que cae afuera. Sus ojos están rojos, como si hubiera estado llorando, y su rostro está lleno de una mezcla de emociones que no puedo descifrar. No dice nada al principio, solo me mira, y por un momento pienso que tal vez se va a ir sin hablar. Pero entonces, da un paso adelante, entrando en la casa sin esperar una invitación.

- ¿Qué...? Sunny, ¿qué estás haciendo aquí? - logro decir, aunque mi voz suena débil, como si no estuviera seguro de si realmente está ahí o si es otro de mis sueños.

- No. - me interrumpe, su voz cargada de rabia y dolor. - No me hagas preguntas. No después de lo que hiciste.

- Sunny...

- ¡No! - grita, y veo cómo sus manos tiemblan mientras me señala con el dedo. - ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste hacerme abrirme, hacerme sentir que no estaba solo para luego... para luego desecharme como si no fuera nada?

Cada palabra es un golpe, cada acusación me deja sin aire. Trato de explicarme, pero no sé cómo. No hay forma de justificar lo que hice, no cuando lo veo ahí, empapado y con el corazón roto delante de mí.

- Sunny, yo... - intento decir algo, cualquier cosa que pueda calmarlo.

- ¿Sabes lo que me hiciste? - me interrumpe, su voz temblando. - Me hiciste enamorarme de ti, me hiciste pensar que por fin había encontrado a alguien que me entendía, alguien con quien no me sentía solo. Y luego... luego me dejaste. Me dejaste más solo de lo que estaba antes de conocerte.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora