Capítulo 24

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Es un nuevo día en la oficina, pero la sensación en el ambiente es pesada, asfixiante. El bullicio del trabajo no ayuda a distraerme del hueco que siento en el pecho. Desde nuestra charla en el bar, aquella noche donde le confesé que estuve casado, que soy gay y que, de alguna manera, le abrí una parte de mí que no había mostrado hasta ahora, algo cambió entre nosotros. Es como si, en lugar de acercarnos más, Sunny hubiera decidido retroceder, construir una muralla aún más alta entre los dos.

Hoy, más que nunca, siento que esa barrera es infranqueable. Él camina por la oficina con una compostura impecable, su traje pulcro, su postura erguida, pero hay algo en la rigidez de sus gestos que me dice que no está bien. Sin embargo, no me mira. No me busca con la mirada como solía hacerlo. Ni siquiera una sonrisa, una palabra amable. Y ese vacío me consume por dentro.

Me encuentro en mi escritorio, revisando unos documentos de un caso nuevo, pero las letras empiezan a volverse borrosas frente a mí. No puedo concentrarme. Lo observo desde lejos, cómo discute en voz baja con otro abogado, sus manos gesticulando con precisión. Y entonces lo sé. Tiene que ver con nuestra conversación, con lo que le dije. Tal vez fue demasiado, tal vez no debí ser tan honesto. Me pregunto si lo asusté, si la idea de que estuviera casado con un hombre es lo que lo alejó. O quizás, simplemente, no significo nada para él.

No puedo seguir así. Me levanto de mi silla y camino hacia él, decidido. No voy a pasar todo el día fingiendo que no siento esta distancia, que no noto cómo se ha alejado de mí.

- Yong-sun. - digo con firmeza, deteniéndome frente a su escritorio.

Él apenas levanta la vista. Su expresión es fría, distante, una máscara que nunca había visto en él, al menos no de esta manera. Mi corazón se encoge al verlo tan... inaccesible.

- ¿Qué sucede? - pregunto, tratando de mantener la calma en mi voz.

Él me mira por un segundo antes de volver su atención a los papeles frente a él.

- No sucede nada, Tae-ho. - responde con un tono gélido, sin emoción.

- No es verdad. - insisto. - Has estado actuando diferente desde la otra noche. ¿Dije algo que te molestó?

Su mandíbula se tensa, pero no levanta la mirada. El silencio entre nosotros es incómodo, casi insoportable. Finalmente, suspira, como si mi presencia fuera una molestia que no puede evitar.

- Tae-ho, no te confundas. - dice con una frialdad que me desarma. - Somos compañeros de trabajo. Nada más.

Las palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Parpadeo, aturdido. ¿Nada más? Después de todo lo que hemos compartido, de esas conversaciones, de esa cercanía que empezaba a formarse entre nosotros... ¿nada más?

- Pensé que estábamos avanzando. - digo, mi voz temblando ligeramente.

Él finalmente levanta la mirada, sus ojos duros, inexpresivos.

-¿Avanzando? No somos amigos. - replica, su tono cortante. - Somos compañeros de trabajo y nada más. No te confundas.

La brutalidad de sus palabras me deja sin aliento. Me quedo ahí, mirándolo, sin saber qué decir. Todo lo que pensé que estábamos construyendo, toda la conexión que sentí... ¿fue solo mi imaginación?

No quiero hacer una escena en medio de la oficina, no quiero que los demás se den cuenta de lo que está pasando. Así que simplemente asiento, como si lo entendiera, aunque no lo hago, no del todo.

- De acuerdo. - es todo lo que logro decir antes de darme la vuelta y regresar a mi escritorio.

El resto del día transcurre en un estado de confusión. Intento concentrarme en mi trabajo, pero no puedo. Mi mente está llena de preguntas sin respuesta, de dudas que se arremolinan en mi cabeza. Cada vez que lo veo al otro lado de la oficina, hablando con otros colegas, interactuando como si todo estuviera bien, como si no hubiéramos tenido esa conversación, me siento más perdido.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora