Capítulo 9

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Llego a casa y subo directo a mi habitación. La puerta se cierra detrás de mí con un suave clic, y el silencio de la casa me envuelve como una manta pesada. Me dejo caer en la cama, y el cansancio se hace presente en cada músculo de mi cuerpo. Sin poder contenerlo más, me hago un bollito en la cama, enterrando la cara en la almohada, y las lágrimas empiezan a fluir, sin detenerse.

Lloro con fuerza, cada sollozo es una liberación de la angustia acumulada. Me siento triste, abrumado, desesperado. Es como si una enorme carga de desesperanza me aplastara, y no puedo encontrar la manera de salir de este agujero oscuro. Me siento perdido, sin saber cómo acercarme a Sunny, cómo romper esa barrera impenetrable que ha levantado a su alrededor.

El tiempo parece dilatarse mientras lloro, pero no me doy cuenta de cuánto pasa hasta que escucho un golpe suave en la puerta. Mi padre entra en la habitación y se detiene al verme en esta posición vulnerable. Su expresión cambia de preocupación a comprensión.

- ¿Día difícil? - pregunta con una voz que intenta ser neutral, pero que revela su preocupación.

Me giro lentamente, las lágrimas aún mojando mis mejillas. Respiro hondo antes de responder.

- Uno de los peores. - digo con voz rota, apenas un susurro entrecortado.

Mi padre asiente con una mezcla de compasión y determinación, acercándose a mí con pasos medidos. Se sienta al borde de la cama, mirando mi rostro empapado de lágrimas.

- Tal vez deberías considerar la idea de dejar atrás a Sunny y enfocarte en tu nueva vida aquí. -sugiere con tono cuidadoso.

Una oleada de enojo y tristeza me embarga al escuchar sus palabras. Me siento, fruncio el ceño y lo miro con intensidad, tratando de calmar el nudo en mi garganta.

- ¡No, jamás! - exclamo, mi voz cargada de desesperación. - No tienes idea del dolor que he sentido, del dolor en mi alma y mi corazón. Durante esos nueve meses en los que viví el duelo, cada día fue un tormento. No sabes lo que es que te desgarren el alma, que te duela hasta respirar. Cada mañana al despertar era como enfrentar un nuevo tormento, un martirio constante.

Mi padre me observa con una mezcla de tristeza y preocupación, sin interrumpirme. Sabe cuánto me duele hablar de esto, pero también sabe que necesito desahogarme. Finalmente, asiente lentamente.

- Debes ser fuerte, Tae. Mantente firme en tu objetivo. No puedes quedarte sentado esperando a que ocurra un milagro. Es tú quien debe acercarse, fallar, y fallar, hasta que una de esas veces resulte.

Me echo hacia atrás, exasperado, con las lágrimas aún en los ojos. La idea de fallar una y otra vez parece agotadora, casi imposible de soportar.

- ¿Y qué hago? - pregunto, mi voz quebrada. - No sé cómo acercarme a Sunny. Parece que tiene una coraza impenetrable a su alrededor.

Mi padre toma un momento para pensar, su mirada fija en mí con un leve atisbo de esperanza.

- Lo conoces mejor que nadie. Tú sabes lo que le importa, lo que le apasiona. Prueba a conectar con eso. Dices que ama la fotografía. Empieza por ahí. No creo que ese sentimiento haya surgido de la nada.

Asimilo sus palabras mientras miro hacia el suelo, sintiendo cómo la idea comienza a germinar en mi mente. La fotografía. Sunny siempre hablaba de cómo la hacía sentir vivo, cómo era su verdadera pasión. Quizás, si puedo encontrar una manera de acercarme a esa parte de su vida, pueda romper esa coraza.

Mi padre se levanta, dándome una última mirada alentadora antes de salir de la habitación.

- Recuerda, Tae. - dice mientras se dirige hacia la puerta. - No te desanimes. Es un camino difícil, pero si realmente lo amas, encontrarás una manera de llegar a él.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora