Capítulo 45

44 8 4
                                    

Sunny

El sueño comienza suave, casi como si flotara en el borde de la consciencia. Pero a medida que las imágenes se hacen más nítidas, me encuentro en aquel departamento, ese lugar cálido y que me resulta tan extraño como familiar. Afuera, la luz del atardecer atraviesa las ventanas, creando un ambiente dorado que inunda la habitación, pero por dentro, todo es frío y oscuro.

Estoy acostado en la cama, de costado, abrazando una almohada. Mi respiración es pesada, y aunque tengo los ojos abiertos, están vacíos. El peso en mi pecho es casi insoportable, como si una enorme losa me aplastara. El dolor por la pérdida de mi madre me consume. Ella (aparte de Tae) siempre fue mi mayor apoyo, la única que creyó en mí cuando decidí seguir mi sueño de ser fotógrafo. Mientras el resto del mundo dudaba, ella siempre estuvo ahí, recordándome que era capaz de lograr cualquier cosa. Pero ahora se ha ido, y con ella, una parte vital de mi vida. El vacío que dejó es abrumador.

Escucho los pasos suaves de Tae acercándose a la habitación. No necesito verlo para saber que es él. Incluso en mi peor momento, puedo reconocer su presencia, ese toque inconfundible de seguridad que solo él puede ofrecerme. Sé que, aunque esté tan dolido como yo, siempre pone su propio dolor a un lado cuando se trata de mí. Esa devoción silenciosa es lo que siempre me ha hecho sentir amado, protegido. Seguro.

La puerta se abre sin hacer ruido, pero no me muevo. Sigo abrazando la almohada con fuerza, como si aferrarme a algo físico pudiera mantener a raya el dolor que me inunda. Tae entra y, con su habitual gentileza, se acerca a la cama. Deja en la mesa de noche una taza de té humeante y una pequeña caja de chocolates, mis favoritos, aquellos que siempre me hacen sonreír, aunque sea un poco.

Se sienta en el borde de la cama, su peso apenas perceptible en el colchón. Por un momento, simplemente me observa. Puedo sentir sus ojos sobre mí, pero no digo nada. Hay algo en su presencia que me calma, una quietud que suaviza los bordes ásperos de mi tristeza, aunque solo sea un poco.

Tae desliza sus dedos suavemente por mi cabello, acariciándolo con movimientos lentos y cuidadosos. Es un toque delicado, lleno de amor, pero también de algo más profundo: comprensión. Cierro los ojos, dejándome llevar por esa sensación. Su toque es mi refugio, mi lugar seguro. Con solo un roce, siento cómo mi cuerpo, tenso y rígido, empieza a relajarse ligeramente.

- Mi amor... - dice en voz baja, casi como un susurro, sin dejar de acariciarme. - ¿Qué dices si miramos una película?

El silencio se alarga, pero finalmente sacudo la cabeza, mi voz quebrada cuando respondo:

- No estoy con ánimos, Tete.

Me mira con ternura, comprendiendo. No presiona, porque sabe que mi dolor no va a desaparecer con una película, pero tampoco quiere verme hundirme más.

- Lo sé. - responde, manteniendo su tono suave y tranquilizador. - Sé que una película no va a solucionar nada, pero... al menos por un rato, podrías enfocarte en otra cosa.

No respondo de inmediato, pero sus dedos siguen peinando mi cabello, su toque tan reconfortante que, de alguna manera, consigue calmar las olas de dolor que me arrastran.

- Podemos acurrucarnos en el sofá - continúa Tae. - Comeremos esos chocolates que tanto te gustan, y... te dejaré poner las películas de "Piratas del Caribe."

A pesar del dolor que me abruma, no puedo evitar una ligera sonrisa.

- Pero si no te gustan. - murmuro, mi voz apenas un eco de lo que solía ser.

Tae sonríe también, sus ojos suavemente iluminados por la luz que entra por la ventana.

- Bueno, les daré otra oportunidad. - Hay una chispa de humor en su tono, y aunque estoy agotado, puedo sentir que está intentando. Siempre lo hace.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora