Capítulo 43

57 11 4
                                    

Llevamos las cajas y las maletas al departamento de Sunny, que, a partir de hoy, será nuestro hogar. Aún no me acostumbro del todo a esa idea. No porque no quiera, sino porque siento una mezcla de emoción y temor al estar dando este paso, un paso que ya viví de otra forma, en otro lugar, con otro Sunny. Este es el mismo, pero a la vez no lo es.

Al entrar, el olor familiar del departamento me envuelve, pero esta vez se siente diferente. Es como si el espacio hubiera cambiado solo porque ahora sé que me estoy quedando. Caminamos hacia la sala con las manos ocupadas, pero en el fondo, hay algo más que pesa sobre mí. ¿Es alivio? ¿Es nostalgia? Quizás ambas.

Dejamos las maletas a un lado y, casi sin hablar, comenzamos a desempacar. No es una tarea particularmente emocionante, pero a medida que abro una caja tras otra, veo cómo mis cosas empiezan a mezclarse con las suyas, fundiéndose en este espacio que ahora será compartido. Siento que una parte de mí se queda atrapada en los detalles. La taza que uso todas las mañanas ahora se va a quedar en su cocina. Mis libros estarán en su estante. Mi ropa colgada en su armario.

Sunny está de pie a mi lado, desempaquetando con un aire de despreocupación. Se detiene por un momento, toma aire, y luego de mirar a su alrededor con una sonrisa que ilumina su rostro, dice:

- Nuestro primer hogar juntos.

Mis manos se detienen de golpe. El eco de esas mismas palabras, pronunciadas hace tanto tiempo en una realidad que no era esta, me golpea de lleno. Mi corazón se acelera, y por un momento, no sé cómo reaccionar. Lo miro, pero mi mente viaja a otro lugar. Lo veo a él, pero también veo al otro Sunny, ese que me acompañó durante tantos años y que dijo exactamente lo mismo cuando nos mudamos juntos por primera vez.

- Tae... - dice Sunny, con el ceño fruncido. Me observa como si estuviera intentando leerme el pensamiento. - ¿Te pasa algo?

Mi boca se seca. No sé qué decirle. Pero entonces me obligo a sonreír, a bajar la guardia un poco. No puedo decirle la verdad, al menos no ahora. No quiero opacarle este momento con recuerdos del otro Sunny. En cambio, le sonrío suavemente y le respondo:

- Me gustó lo que dijiste.

Él me devuelve la sonrisa, aunque parece un poco confundido al principio. Luego, con esa energía que siempre lo caracteriza, se pone en cuclillas delante de mí. Su rostro está tan cerca del mío que puedo sentir su respiración, el calor que emana de su piel. Me mira con esos ojos que siempre me hacen sentir como si fuera la única persona en su mundo, y antes de que pueda decir algo más, toma mi rostro entre sus manos y me besa. Es un beso intenso, cargado de todo lo que no necesito expresar con palabras.

No me resisto. Al contrario, lo recibo con ansias. Llevo mis manos a su cuello y lo atraigo más hacia mí, queriendo sentirlo cerca, más cerca. Es como si en este momento todo lo que importara fuera este contacto, este calor compartido. Sunny pierde el equilibrio, y en un segundo,  quedamos contra el suelo, con él encima de mí. El impacto es suave, casi gracioso, y no puedo evitar soltar una risa, que él sigue con la suya.

Nos quedamos así, entre risas y besos, sus manos recorriendo mi rostro, mi cabello, mientras nuestras respiraciones se entrelazan. Entonces, entre risas, Sunny murmura:

- Deberíamos desempacar más a menudo si esto es lo que pasa.

Vuelvo a quedar en shock. Es otra cosa que dijo el Sunny de mi realidad. 

- No me quejaría - respondo lo que respondí en aquella ocasión, casi en un susurro, todavía procesando lo que acaba de pasar.

Y en ese momento, siento como si el tiempo se detuviera. Esas palabras, tan simples, tan cotidianas, traen de vuelta un torrente de recuerdos y emociones. Me veo a mí mismo, en otro lugar, en otra vida, diciendo lo mismo. Y sin embargo, aquí estoy, con este Sunny, que aunque diferente, me da la misma sensación de hogar.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora