Capítulo 38

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Pasamos el resto de la semana en Jeju como si el tiempo no existiera, inmersos en nuestra pequeña burbuja de felicidad. Cada día se siente como un sueño, lejos de la oficina, de la rutina, de la tensión que a veces nos rodea. Caminamos por los senderos, exploramos la costa, y Sunny no deja de hacer fotos en cada rincón que visitamos. Él parece totalmente absorbido por el paisaje, por la luz, por las sombras que se proyectan sobre el agua. Siempre lleva su cámara consigo, capturando cada momento que, a su manera, parece hacerlo más feliz que nunca.

- Mira esto. - me dice en una ocasión, mostrándome la pantalla de su cámara. Es una imagen del sol poniéndose sobre los acantilados, los colores del atardecer reflejándose en el agua como un cuadro perfecto.

Pero más allá de que haya recuperado su entusiasmo por la fotografía, lo que me llena de felicidad son esos momentos en los que nuestras miradas se cruzan y sonreímos sin poder evitarlo. No hay palabras necesarias, simplemente entendemos lo que el otro siente. Caminamos de la mano por las playas desiertas, nuestros pies descalzos rozando la arena húmeda, las olas acariciándonos los tobillos. A veces paramos solo para besarnos, como si estuviéramos solos en el mundo. No me importa quién nos vea o si alguien pasa cerca. Solo quiero a Sunny, y en esos instantes todo lo demás desaparece.

Por las noches, volvemos al hostal, nuestras habitaciones bañadas por la tenue luz de la luna que se filtra por las ventanas. Hacemos el amor con una pasión que parece nueva cada vez, como si nunca fuera suficiente. Me maravilla la forma en que Sunny me mira, como si realmente me viera, como si cada vez que me toca o me besa fuera la primera vez.

Es una semana que desearía que durara para siempre, pero inevitablemente llega el lunes, y con él, la realidad de volver a la oficina. El ambiente cambia cuando entramos en el edificio, el bullicio y el ajetreo reemplazando la calma de Jeju. Sin embargo, algo dentro de mí ha cambiado. Me siento más ligero, más seguro. Quizás porque sé que, a pesar de todo, tengo a Sunny a mi lado.

En cuanto lo veo en la oficina, nuestras miradas se encuentran desde la distancia. Sonreímos sin poder evitarlo. Es una sonrisa cómplice, de esas que solo nosotros dos entendemos. No hace falta más, ese pequeño gesto es suficiente para mantenerme a flote durante todo el día.

A media mañana, mientras estoy concentrado en mi escritorio, noto que el director se acerca al de Sunny. Mis oídos se agudizan, prestando atención a la conversación que tienen en voz baja.

- Me ha llamado el senador Park, y no está contento con el cambio de que ya no llevas el caso. Exigió que seas tú quien siga llevándolo, no Ji-Hoo. - dice el director, con una mezcla de molestia y resignación.

Observo a Sunny de reojo, y él asiente lentamente, pero no sin antes hacer su propia petición.

- Lo haré, pero solo si trabajo con Tae-ho. - responde, sin vacilar ni un segundo.

La sorpresa me golpea, pero no digo nada. El director, claramente frustrado por la situación, suspira pesadamente antes de ceder.

- Está bien, pero no te acostumbres a imponer tus condiciones. - responde, y se va sin decir más.

En cuanto el director desaparece, Sunny se levanta con una sonrisa satisfecha. Reúne sus cosas con una calma casi desafiante, y cuando pasa por mi escritorio, se inclina ligeramente para susurrar:

- Vamos, compañero, seguimos siendo un equipo.

Su voz está cargada de una mezcla de humor y afecto que me hace sonreír. La complicidad entre nosotros parece más fuerte que nunca. Termino lo que estoy haciendo y me levanto para seguirlo a la sala de reuniones.

Sin embargo, en el camino, escucho voces elevadas que provienen de la dirección de la azotea. La voz de Sunny, grave y cargada de ira, destaca entre el bullicio, y el corazón se me acelera de inmediato. Conozco esa voz, sé cuando está a punto de explotar. Acelero el paso, movido por una mezcla de preocupación e instinto.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora