Capítulo 44

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Sunny

El sueño comienza con una sensación de extrañeza. Estoy en un departamento que no reconozco. Al principio, todo es una mezcla borrosa, los colores se desvanecen, los bordes de los objetos se difuminan como si estuviera mirando a través de una lente empañada. Parpadeo un par de veces, intentando aclarar mi visión, y cuando finalmente puedo enfocar, me doy cuenta de que estoy de pie en medio de una sala de estar cálida y acogedora.

El lugar está lleno de pequeños detalles: una manta doblada con cuidado sobre el respaldo del sofá, una mesa de café con algunos libros abiertos, dos tazas juntas a medio terminar y... fotos. Fotos por todas partes. Mi corazón se acelera al notar las imágenes que me rodean. Me acerco a la primera fotografía que veo colgada en la pared. Es de mí... pero no estoy solo. A mi lado, en la foto, está Tae, con una sonrisa que me resulta dolorosamente familiar, como si la hubiera visto antes pero no pudiera recordar exactamente dónde. Mi mano se posa suavemente sobre el vidrio del marco, y siento una punzada en el pecho. Esta imagen, esta vida, no me pertenece. O al menos, no debería pertenecerme, entonces... ¿por qué me resulta tan familiar? 

Mis ojos recorren el espacio a mi alrededor. Hay más fotos, todas similares. Yo y Tae, sonriendo, abrazándonos, felices. En una de ellas estamos en lo que parece ser el día de nuestra boda. Estoy vestido con un elegante traje y él también, con un moño que resalta su belleza, su radiante sonrisa que parece iluminar todo. La decoración es sobria pero elegante, y el brillo en nuestros ojos... ¿Es real? ¿Es un recuerdo o solo mi mente jugando conmigo?

Empiezo a caminar por el departamento, mis pasos resonando en el suelo de madera. No puedo evitar fijarme en cada pequeño detalle. Sobre una estantería, veo una colección de cámaras fotográficas, perfectamente alineadas. Algunas parecen nuevas, modernas, mientras que otras tienen un aspecto vintage, como si hubieran sido cuidadas con esmero durante años. Siento una conexión inexplicable con todo esto, como si estos objetos fueran una extensión de mí, de lo que soy... o de lo que fui. Al lado de ellas, una fila de libros. Los títulos hablan de derecho, abogacía... todos perfectamente ordenados, y se que son de Tae, porque lo he visto leyendolos. Al mirar mi mano noto que en uno de mis dedos brilla una alianza dorada. 

Llego al balcón y abro la puerta, dejando que el aire frío me golpee el rostro. Inhalo profundamente, buscando algún indicio de dónde me encuentro, pero la vista no me es familiar. No es Seúl. No es la ciudad en la que crecí. Desde aquí, puedo ver edificios altos, pero la arquitectura es diferente. Todo se siente ajeno, extraño, y a la vez tan... cercano. No puedo evitar pensar "estoy en casa."

De repente, escucho una risa suave detrás de mí. Me giro, y ahí está. Tae. Está sonriendo, como siempre. Lleva puesto un sweater navideño ridículamente adorable, uno de esos con renos y copos de nieve, que en cualquier otra persona se vería ridículo, pero en él... en él es perfecto. Siento un calor en mi pecho, una mezcla de amor y nostalgia que no puedo explicar. Él me mira con esa expresión que siempre parece guardar algo más, una especie de complicidad que solo nosotros compartimos.

- ¿Estás listo para cenar? - me pregunta con su tono suave y familiar.

Le sonrío automáticamente, como si fuera lo más natural del mundo.

- Sí, claro. - respondo, aunque por dentro una parte de mí está gritando, intentando entender por qué todo esto se siente tan real, tan... correcto.

Nos movemos juntos hacia la cocina, y empiezo a ayudarlo a preparar la cena. No hay mucha conversación, pero el silencio entre nosotros es cómodo, lleno de pequeñas miradas y sonrisas que dicen más que las palabras. Cada gesto, cada toque de su mano mientras me pasa un plato o mientras corta los vegetales, todo se siente como una coreografía perfectamente ensayada, como si hubiéramos hecho esto mil veces antes. Y tal vez lo hicimos, en alguna otra vida.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora