El aire huele a sexo y amor....

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La mano de la heredera que sostenía la mano de su esposa hizo que volviera a posarse sobre la piel de su pecho.

Con el corazón latiendo con fuerza, la princesa fijo la vista en la piel que tocaban sus dedos y dejó que estos recorrieran las marcas que múltiples batallas habían dejado en el cuerpo de su esposa. Realmente, aunque la herida de Austin había sido la más grave de todas, lo que Salber le había hecho esa noche a su esposa no se comparaba en nada con las otras heridas que su cuerpo ya había sufrido.

La Mariscal se sorprendió al ver que una solitaria lágrima se deslizaba por la mejilla de su esposa y levantando su brazo, la atrapó con el dorso de sus dedos.

De pronto, sintió temor de que Camila no quisiera estar así como estaban.

-¿Camila?, preguntó en un susurro lleno de inquietud, sin moverse un centímetro.

La princesa, contra todo lo que la Mariscal pensaba, apoyó sus palmas cálidas en su pecho, sobre sus senos y se aproximó aún más a ella.

Lauren se debatió para controlar el impulso de abrazarla. Su esposa levantó la vista para mirarla y la Mariscal pudo ver sus ojos marrones brillantes de emoción.

-Te han lastimado…muchísimas veces, susurró la princesa con tristeza.

Sin poderlo evitar más, la Mariscal la tomó por la cintura acercándola a su cuerpo y su cabeza descendió para capturar sus labios.

Los labios de la princesa se abrieron de inmediato para ella y el beso se hizo profundo y apasionado. Sin notar siquiera el dolor de los golpes, Lauren estrechó su cuerpo con fuerza y las manos de Camila se deslizaron por la piel desnuda de sus hombros.

Durante largos minutos, de pie en medio de la habitación a la luz de las velas, se devoraron a besos.

En la ofuscación de su deseo, la Mariscal solo sabía que no soportaba nada entre su piel y la de su esposa y sin pensar casi en lo que hacia, trató de abrir el vestido de la princesa con dedos temblorosos.

La princesa, quién sentía que ardía por dentro con una necesidad desconocida y tampoco estaba ayudando mucho con su vestido, jadeó mientras los labios de la heredera se deslizaban sobre su cuello y sus manos aferraban sus senos.

-Desgárralo…por favor…

Los botones de la espalda de su vestido, saltaron en todas direcciones. Sin dejar de besarla, la Mariscal apenas se separó un poco de ella para deslizar su vestido hasta su cintura y volver a abrazarla con fuerza.

El primer contacto de sus pieles desnudas fue eléctrico y las hizo jadear a ambas, anhelando por más.

Ahora la Mariscal no podía detenerse hasta tener a su esposa, completamente desnuda, en sus brazos.

Con la respiración agitada, la Mariscal interrumpió el beso y jaló a la princesa hasta la cama donde terminó de desgarrar el vestido de ella para removerlo completamente y después, las dos batallaron con los pantalones de la heredera.

La princesa sentía una aprensión que no podía contener, necesitaba sentir a su esposa más cerca, más cerca, y por más que la estrechaba, no era lo suficientemente cerca.

Ahora y para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora