Mano dura a las prisioneras...

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La princesa y Consorte Camila, observó desde la ventana de su habitación como las hermanas Jauregui salían a cabalgar con la luz del sol matutino cayendo sobre ellas. Cuando tenían sus ropas de montar era mucho más difícil discernir entre una y otra. El único detalle que le permitía decir quién era su esposa en esos momentos era la espada que colgaba del cinto de ella y el arco en su espalda.

Durante los días que llevaba en Dinsmark, jamás había visto a su cuñada portar un arma; a diferencia de la heredera Belka que parecía que jamás estaba desarmada...a excepción de las noches.

Los días después de su boda habían sido completamente extraños y desconcertantes para ella. Durante la noche, una de las hermanas Jauregui la rebajaba a límites insospecchados y por el día, la otra la trataba como nadie más en el castillo Belka lo hacía: como a un ser humano con derechos y dignidad, y que las personas que la hacían sentir semejantes extremos eran básicamente idénticos estaba comenzando a afectarle. A veces quería gritar y golpear a Taylor...pero lo peor, era que a veces deseaba que Lauren le sonriera como lo hacía con su hermana.

Suspirando profundamente, se apoyó en el alféizar de la ventana y cerró los ojos para ya no ver a las dos mujeres alejándose.

Pese a sus emociones descontroladas, Camila tenía que reconocer al menos para sí misma que si no fuera por Taylor, se hubiera sentido desolada y atrapada;

-¿Hasta cuándo vas a seguir con esta actitud?

Camila sabía que su consejera no podría quedarse callada mucho tiempo más. Y también tenía que admitir que la actitud de su amiga también ayudaba a que no se sentara a compadecerse de sí misma y de su situación.

La castaña abrió los ojos y se volvió para encontrarse con su amiga mirándola fijamente.

Cada mañana desde su boda, Allyson había tratado de animar a la princesa de todas las maneras posibles. Había usado el argumento de la inevitabilidad, el del pragmatismo, el de la conveniencia...Casi hasta el del destino. Nada había funcionado. Ella seguía completamente aferrada a no ceder ni un ápice frente a los Belka. Y por fin, mucho menos ante su esposa.

-¿A qué actitud te refieres?, preguntó exasperada apartándose de la ventana. Ver a las dos hermanas juntas le había producido cierto desasosiego que ese sí, no estaba dispuesta a admitir. Por lo general, su cuñada siempre la buscaba por las mañanas, para desayunar, para caminar, para hablar o para planear el día. Pero al parecer esa mañana había buscado a su esposa.

-Camila...Allyson la miraba con los ojos entrecerrados.

-Tal vez pienses que quedarte aquí encerrada o hablar solamente con la princesa Taylor sea bueno para nuestra causa, pero debo decirte que mis limitados paseos por la corte Belka me han dado otra impresión.

Camila sabía para dónde iba su consejera pero no era un argumento que quisiera escuchar a esa temprana hora de la mañana. Ni a ninguna otra.

- Te empeñas en rechazar a la heredera Belka de todas las maneras posibles y ella se empeña en someterte. De acuerdo, entiendo el punto de la competencia entre ustedes. Pero por la razón que sea, nadie en la corte se esperaba que Lauren te dedicara más... "atención"... que durante la noche de bodas. Aunque toda la corte se burle, ella y de alguna manera, tú; los han tomado por sorpresa. ¡Tienes una posición de poder que no estás aprovechando! ¿Sería TAN difícil para ti ser, realmente, la esposa de la Mariscal Lauren Jauregui; ¿nada más y nada menos que una Consorte Imperial?

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