El eco de la batalla con Apofis aún resonaba en mi mente mientras sostenía la daga firmemente en mis manos. El templo, aunque en silencio ahora, había sido testigo de un enfrentamiento que nos había llevado al límite. Pero, a pesar de la victoria, algo dentro de mí no se sentía triunfante. La daga que había utilizado para destruir a Apofis no era un trofeo; era una herramienta peligrosa, una amenaza en sí misma.
Nos habíamos reunido fuera del templo para descansar y recobrar fuerzas, pero sabíamos que este breve momento de paz no duraría. La luna de sangre se acercaba, y con ella, el enfrentamiento final con Tánatos. Solo quedaban cinco días, y cada uno de ellos debía ser aprovechado para prepararnos para la batalla más grande de nuestras vidas.
Luca desplegó sus alas plateadas y se elevó en el aire, vigilando los alrededores. Estábamos en medio del desierto, un terreno vasto y traicionero, pero lo suficientemente apartado de cualquier civilización como para evitar llamar la atención. Ethos y Aurel estaban sentados, recuperando el aliento después del enfrentamiento con Apofis. Sofía, por su parte, aún parecía en shock. Había una confusión en sus ojos que no podía ignorar.
Sabía lo que estaba pensando. Su poder celestial se estaba manifestando más rápido de lo que cualquiera de nosotros había anticipado, y aunque habíamos logrado sobrevivir a la batalla con Apofis, todos sabíamos que esto era solo el principio.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Sofía, rompiendo el silencio. Su voz era apenas un susurro, como si temiera la respuesta.
La miré, consciente de la incertidumbre en sus ojos. Sofía siempre había sido fuerte, incluso cuando no sabía de su herencia divina. Pero ahora, su poder, su conexión con Selene, se estaba desatando, y eso la aterrorizaba.
—Primero necesitamos un plan —dijo Ethos, poniéndose de pie lentamente, su espada aún brillando tenuemente con el resplandor del combate reciente—. La daga es una ventaja, pero si no la usamos de manera correcta, podría volverse contra nosotros.
—Lo sé —respondí, sintiendo el peso de la daga en mi mano. Sabía que esta arma tenía el poder de matar a un dios, pero también sabía que si la utilizábamos mal, el riesgo era demasiado grande.
Aurel se acercó, su expresión más sombría que de costumbre.
—La daga tiene un costo, Axelia. Es un arma antigua, más allá de lo que cualquier dios moderno podría controlar. Si la usamos contra Tánatos, debemos estar preparados para las consecuencias.
—¿Qué tipo de consecuencias? —preguntó Luca, aterrizando con gracia a nuestro lado, sus alas plegándose detrás de él.
Aurel suspiró, su mirada fija en la daga.
—No lo sé con certeza. Pero las leyendas dicen que esta daga, aunque capaz de matar a un dios, también podría corromper a quien la use. Necesitamos tener cuidado. Mucho cuidado.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. No podía evitar sentir que la daga me observaba, como si tuviera una conciencia propia, esperando el momento perfecto para devorarme. Pero no había vuelta atrás. Habíamos venido tan lejos, y el enfrentamiento con Tánatos era inevitable.
—Entonces tenemos que prepararnos —dije finalmente, rompiendo el tenso silencio que se había formado entre nosotros—. Sofía, Luca... necesitarán practicar. Sofía, tu poder sigue creciendo, y no podemos esperar a que te sientas completamente cómoda con él antes de que llegue la batalla. Necesitas aprender a controlarlo, y rápido.
Sofía asintió lentamente, aunque la duda seguía presente en sus ojos. Luca, por su parte, le lanzó una mirada confiada.
—No te preocupes, Sofía. Yo te ayudaré —dijo Luca, su tono relajado, pero con una seriedad que pocas veces mostraba—. Vamos a encontrar la forma de que ese poder trabaje para ti.
Ethos, quien hasta ahora había estado observando en silencio, se acercó a Sofía.
—No estás sola en esto —le dijo, su voz firme pero cálida—. Todos estamos en el mismo barco. Y si hay alguien que puede manejar este poder, eres tú.
Vi cómo Sofía lo miraba, y por un momento, el ambiente entre ellos cambió. Había una conexión, algo que ninguno de los dos parecía estar dispuesto a admitir, pero que era evidente para todos. Ethos siempre había sido protector, pero había algo más en su comportamiento hacia Sofía. Tal vez ni siquiera él se daba cuenta de lo que estaba sintiendo.
—Gracias, Ethos —respondió Sofía, su voz más segura ahora, aunque sus mejillas mostraban un ligero rubor—. Haré lo que pueda.
Me aparté un poco, observando la dinámica del grupo. Éramos una mezcla extraña: un grupo de dioses, semi-dioses, y una humana convertida en algo más. Pero estábamos unidos por un propósito común, y en este momento, eso era todo lo que importaba.
—¿Y qué hay de la daga? —preguntó Luca, su tono volviéndose más serio—. Sabemos que es poderosa, pero ¿quién la va a usar cuando llegue el momento?
Ese era el dilema. Sabíamos que solo uno de nosotros podría manejar la daga en el enfrentamiento con Tánatos, y ese alguien tendría que estar dispuesto a pagar el precio, cualquiera que fuese. Mi mente ya había tomado una decisión, pero no estaba lista para decirlo en voz alta.
—Lo decidiremos cuando llegue el momento —respondí, tratando de mantener la calma. No quería que el grupo se distrajera con ese detalle ahora—. Primero necesitamos entrenar, fortalecer nuestras habilidades y prepararnos para lo que se avecina. No podemos darnos el lujo de perder más tiempo.
Ethos asintió, su mirada fija en mí, como si supiera lo que estaba pensando. Sabía que estaba tomando la responsabilidad de la daga para mí misma, y aunque no lo dijo en voz alta, entendía el peso de esa elección.
—Bien, entonces empecemos —dijo Aurel, su tono firme—. Quedan cinco días para la luna de sangre, y debemos estar listos para enfrentarnos a todo lo que venga.
Con esa declaración, nos dispersamos para comenzar nuestros preparativos. Sofía y Luca se alejaron para entrenar juntos, mientras que Ethos y Aurel comenzaron a discutir estrategias para la batalla. Yo, por mi parte, me quedé observando la daga en mis manos, sintiendo el peso no solo del metal, sino de la decisión que pronto tendría que tomar.
El aire a nuestro alrededor se sentía tenso, cargado de anticipación. La luna de sangre estaba cada vez más cerca, y con ella, el destino de todo lo que conocíamos. Sabía que esta batalla no sería como ninguna otra que habíamos enfrentado antes. Tánatos no era simplemente un enemigo a derrotar; era una fuerza primordial, una encarnación de la muerte misma.
Y mientras sostenía la daga, no podía evitar preguntarme si estábamos realmente preparados para lo que se avecinaba.
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Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24
FantasyDISPONIBLE TODAS LAS PARTES HASTA EL 30/11/2024 POR PUBLICACIÓN EN UNA PLATAFORMA DE PAGO ¿Qué pasaría si fueras hija del Dios del Amor? Axelia, segunda hija de Eros y Psique, fue concebida en la casa de Afrodita, lo que la convirtió en una diosa de...