CP17: MALA EN DEPORTES

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Cada quien entra al infierno donde quiere quemarse.

— Benjamín Griss

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Nuestras miradas se conectaron por un instante, creando un silencio cómodo pero cargado de algo más profundo.

-No hay de qué -respondió Athan, feliz de que hubiera aceptado el anillo que me había dado momentos antes. Parecía querer decir algo más, pues abría la boca y luego la cerraba, como si lo pensara mejor.

-¿Sucede algo? -pregunté, notando su repentina indecisión.

-Esto... -sonrió tímidamente, y un leve rubor cubrió sus pálidas mejillas-. Mi mamá... bueno, en realidad yo... quería invitarte a cenar el viernes. Con nosotros.

-¿Tu mamá quiere que vaya? -pregunté con una sonrisa dibujándose en mis labios. Amelia, su madre, era una mujer encantadora.

-En realidad, fui yo quien tuvo la idea -admitió, rascándose la nuca, claramente nervioso.

No pude evitar que mis propias mejillas también se sonrojaran. Ambos nos quedamos mirándonos en silencio, algo que solo hacía que mi corazón latiera más rápido.

Se suponía que debía alejarme, que debía poner un límite entre nosotros, pero no podía. Algo en mí se resistía a tomar esa decisión, como si cada fibra de mi ser estuviera en desacuerdo con la idea de apartarme de él.

Por un lado, si me quedaba cerca de Athan, corría el riesgo de que Tánatos lo utilizara para llegar hasta mí y, sobre todo, hasta el collar. Por otro lado, si me alejaba, ambos terminaríamos heridos de una manera u otra.

Athan interpretó mi silencio de la peor manera posible. Su expresión cambió a una de decepción, y su mirada se desvió hacia el suelo.

-Está bien si no quieres ir -murmuró, claramente afectado.

Mi lucha interna se intensificó. Quizás, por una vez, debería permitirme ser egoísta. Si al final ambas decisiones llevarían al sufrimiento, ¿por qué no aprovechar el momento y ser feliz? Aunque solo fuera por un instante.

-Me encantaría ir a cenar con ustedes -respondí finalmente.

La sonrisa que se formó en su rostro iluminó todo el momento, y de pronto me sentí más segura de mi decisión.

-¿Seguimos con nuestro paseo? -preguntó Athan, levantándose y tendiéndome la mano.

Sin dudar, tomé su mano, y caminamos juntos, disfrutando del simple hecho de estar el uno junto al otro. Quizás, después de todo, mi decisión no era tan mala como temía.

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Llegó la mitad de la semana, lo que significaba que era hora de Educación Física.

-¡VAMOS, CHICAS! ¡MUEVAN ESAS PIERNAS! -gritó el profesor Finnick, usando su silbato con entusiasmo.

Habíamos estado corriendo alrededor de la cancha por 18 minutos. Sofía apenas podía mantenerse en pie, jadeaba y sostenía una mano sobre su estómago.

-Creo... creo que no podré seguir... -su respiración era entrecortada, y su cara reflejaba puro agotamiento.

-Vamos, solo faltan dos minutos -le dije, tomando su mano para ayudarla a continuar.

Finalmente, el profesor sonó su silbato, indicando que podíamos parar.

-¡Bien, chicas! ¡Cinco minutos de descanso!

Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora