CP66: EL AMANECER

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La batalla había terminado. Tánatos, el dios de la muerte, estaba sellado y confinado en un lugar de donde jamás podría escapar. El aire sobre el Monte Olimpo estaba más ligero, aunque el peso de la victoria aún recaía sobre nuestros corazones. El sacrificio de Luca había salvado al mundo, pero también había dejado un vacío que era difícil de ignorar.

Me encontraba sola en el templo, de pie frente al altar donde el collar de la vida había brillado por última vez. Ahora, la luz se había desvanecido, y todo lo que quedaba era el eco de lo que habíamos perdido. Miré el lugar donde Luca se había ofrecido para ser el pilar que sellara a Tánatos. Su sonrisa y sus palabras seguían grabadas en mi mente. Me había prometido que protegería mi vida, pero nunca imaginé que lo haría de una manera tan definitiva.

Un suave viento sopló entre las columnas, y cerré los ojos, permitiendo que la brisa calmara mi mente. No importaba cuánto quisiera aferrarme a ese sentimiento de victoria, sabía que había más que resolver. Sabía que el costo había sido alto.

Escuché pasos detrás de mí. Al girarme, vi a Ethos y Sofía acercándose. Los dos estaban agotados, sus cuerpos mostrando las cicatrices de la batalla. Ethos, con su semblante serio pero sereno, y Sofía, con una mezcla de dolor y alivio en sus ojos. A lo largo de toda esta aventura, había visto cómo ellos dos se habían acercado más y más, hasta que lo que compartían ya no podía ocultarse.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Ethos, con su voz grave pero llena de una comprensión que siempre me hacía sentir un poco más fuerte.

—No lo sé. Siento que deberíamos estar celebrando, pero... —mi voz se quebró ligeramente—, perdimos tanto.

Sofía me miró con tristeza y asintió.

—Luca fue increíblemente valiente —dijo, su voz suave—. No hay palabras para lo que hizo.

Asentí, pero sabía que había algo más que pesaba en Sofía. Sus ojos se desviaron hacia Ethos, y por un momento, el aire entre ellos pareció detenerse. Había un lazo que había crecido entre ellos durante este tiempo, y aunque habíamos sobrevivido al conflicto, el futuro aún era incierto.

—¿Y tú? —pregunté suavemente a Sofía, queriendo saber más sobre lo que pasaba en su mente—. Tus poderes, tu conexión con la luna... fuiste clave para todo esto.

Sofía sonrió débilmente, pero sus ojos reflejaban la incertidumbre.

—Todavía no entiendo del todo lo que soy, lo que puedo hacer —admitió—. La herencia de Selene es más de lo que esperaba, y aunque he aprendido a controlarlo, siento que esto es solo el comienzo.

Ethos, que había estado escuchando en silencio, dio un paso adelante y tomó la mano de Sofía. Fue un gesto simple, pero en él había una conexión profunda que no necesitaba palabras. Había visto cómo la relación entre ellos había florecido en los momentos más difíciles, y aunque nunca lo habían dicho en voz alta, sabíamos que algo especial había nacido entre ellos.

—No estás sola en esto —dijo Ethos suavemente, mirándola a los ojos—. Pase lo que pase, lo resolveremos juntos.

Sofía le devolvió la mirada, sus ojos llenos de gratitud y algo más, algo más profundo. Vi cómo su mano se apretaba en la de Ethos, y supe que él sentía lo mismo. Sus destinos, que hasta hacía poco parecían inciertos, ahora estaban entrelazados de una manera que ninguno de ellos había anticipado.

—Los dos son más fuertes juntos —dije, sonriendo ligeramente—. Y creo que eso es algo que ni siquiera los dioses pueden cambiar.

Ethos y Sofía intercambiaron una mirada, ambos entendiendo que lo que compartían no era solo producto de las circunstancias, sino una verdad innegable.

Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora