Me encontraba sudando frío, y mi corazón latía desbocado. Ese sueño había sido tan vívido que aún me costaba tranquilizarme. La luz del sol, que se filtraba por la ventana, indicaba que ya era de mañana, pero apenas había dormido durante la noche. Mi mente seguía atrapada en las imágenes del sueño, como si la pesadilla estuviera decidida a no soltarme.
Mi cuerpo se sentía pesado y cansado; desde que llegamos a este mundo, habíamos experimentado las mismas sensaciones que los mortales. No era algo a lo que estuviera acostumbrada, pero ya no podía evitarlo. Aquí, éramos vulnerables, frágiles, y eso me perturbaba más de lo que me gustaría admitir.
Con esfuerzo, me levanté de la cama y caminé hacia donde Ethos dormía plácidamente, ajeno a mis inquietudes. Al verlo tan tranquilo, sentí un impulso incontrolable. Sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre él, sacándolo bruscamente de su sueño.
-¡Tú, idiota! ¿Qué demonios te pasa? -gritó enojado, entrelazando las sábanas con torpeza mientras se incorporaba-. ¿Tus padres nunca te enseñaron que es de mala educación asustar a la gente de esa manera?
-Syg Nómi -me disculpé con una sonrisa traviesa, intentando calmar la situación. Sabía que no podía mantenerse enojado por mucho tiempo.
Ethos suspiró, pasándose una mano por el cabello despeinado.
-¿Por qué tienes que ser tan cariñosa al despertarme? -dijo con evidente sarcasmo, aunque había un toque de resignación en su voz.
-Tuve una pesadilla -admití, cruzándome de brazos, como si eso me ayudara a ocultar lo vulnerable que me sentía al confesarlo.
Él frunció el ceño, y su semblante se suavizó un poco.
-¿Quieres hablar de ello? -preguntó mientras se sentaba en la cama, bostezando.
-Quizás más tarde -respondí, restándole importancia.
En ese momento, Coraline abrió la puerta sin previo aviso, como si supiera exactamente cuándo intervenir.
-Ah, ya están despiertos -dijo sonriendo con su habitual energía matutina-. Las clases comienzan a las siete, así que prepárense y bajen a desayunar. -Luego cerró la puerta tan rápido como había entrado, dejándonos apenas tiempo para reaccionar.
Ethos y yo intercambiamos una mirada cargada de pereza. No queríamos levantarnos, pero sabíamos que no teníamos otra opción. Este nuevo mundo demandaba puntualidad y disciplina, algo que aún no dominábamos del todo.
-Sabes, espero que no hayas olvidado tu cepillo de dientes en el Olimpo, porque realmente apestas -bromeó Ethos, rompiendo el silencio con su tono siempre burlón.
-Bueno, no es como si tuvieras el mejor aliento del mundo -comenté irónicamente, alzando una ceja.
Salí del cuarto y me dirigí hacia el baño. Abrí la puerta con prisa y la cerré detrás de mí, pero al dar un paso, choqué con alguien.
-¡Ti sok! -exclamé, llevando instintivamente mi mano al pecho, aún alterada por la sorpresa. Frente a mí estaba Matthew, el hijo mayor de la familia.
Él ni siquiera me dirigió una palabra. Solo me lanzó una mirada fugaz antes de seguir cepillándose los dientes con una calma que me resultaba desconcertante. Era como si mi presencia no tuviera la menor importancia.
-Oh, lo siento, no sabía que el baño estaba ocupado -dije, torpemente, sintiéndome más avergonzada de lo que quería admitir.
Matthew no respondió. Terminó lo que estaba haciendo, y simplemente salió del baño sin decir una palabra más.
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Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24
FantasyDISPONIBLE TODAS LAS PARTES HASTA EL 30/11/2024 POR PUBLICACIÓN EN UNA PLATAFORMA DE PAGO ¿Qué pasaría si fueras hija del Dios del Amor? Axelia, segunda hija de Eros y Psique, fue concebida en la casa de Afrodita, lo que la convirtió en una diosa de...