Ya habían pasado más de dos horas y la fiesta seguía con un ambiente vibrante. Algunos amigos estaban bailando en la pista, mientras que otros charlaban animadamente al lado de la mesa de los snacks. Aproveché la ocasión para acercarme a dicha mesa con una misión clara: conseguir una papita del bol.
Al llegar, aquellos que estaban conversando dejaron de hacerlo brevemente para felicitarme por mis diecisiete años. Les agradecí con una sonrisa sincera, sin rastro de ironía, y volví a enfocarme en mi tarea. Ya casi eran mías, solo un segundo más y...
-¡Hey, Lía! -reconocí al instante la voz de Athan, a pesar de la música que resonaba en todo el lugar.
Suspiré, un poco frustrada por abandonar mi misión, pero me giré con una sonrisa, feliz de verlo.
-Hola -respondí, sin poder ocultar mi alegría.
-¿La invitada de honor me concedería un baile? -preguntó, extendiendo una mano hacia mí con una sonrisa juguetona.
-Para ti, siempre -dije, tomando su mano mientras me dejaba guiar hacia la pista de baile.
Como si hubiese sido planeado, la música estridente dio paso a una melodía lenta y suave en cuanto nos unimos en la pista. Era muy probable que Athan hubiese tenido algo que ver en esa "coincidencia".
Su mano se posó suavemente en mi cintura, y yo coloqué las mías sobre sus hombros, dejándome llevar por la calma de la música. Mientras nos balanceábamos lentamente, parecía como si el mundo entero hubiera desaparecido y solo quedáramos él y yo.
En ese momento, me sentía en paz. Mi corazón latía en sintonía con el suyo, y lo confirmé cuando apoyé mi cabeza en su hombro. Todo en él me transmitía tranquilidad y felicidad, como si solo necesitara estar cerca para sentirme completa. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, mientras inhalaba el suave aroma de su perfume. En todos los años que había vivido, nunca me había sentido tan en armonía como ahora.
-Te amo.
Esas palabras escaparon de sus labios en un susurro. Si no hubiese estado tan cerca, seguramente no las habría escuchado. Me detuve un segundo, sorprendida, separándome un poco para mirarlo a los ojos. Su expresión era seria, pero sus mejillas ruborizadas lo delataban.
Era nuestro pequeño secreto.
Quise decirle lo mismo, expresar cuánto lo amaba también, pero de repente un dolor agudo en el pecho me hizo soltarlo bruscamente.
-¿Estás bien? -preguntó Athan, su rostro mostrando preocupación.
Negué con la cabeza, el dolor era intenso y apenas podía hablar.
-¿Necesitas algo? ¿Quieres ir al médico? Ah, cierto, no eres mortal... -dijo con frustración mientras intentaba encontrar una solución-. ¿Quieres que llame a Ethos?
Volví a negar, aunque el dolor seguía allí, reduciéndose lentamente pero sin desaparecer por completo.
-Estoy... mejor. Solo fue un pequeño dolor -traté de calmarlo.
-¿Estás segura? -preguntó con desconfianza, sus ojos escaneaban cada uno de mis gestos.
-Sí, pero creo que lo mejor será que me vaya a casa a descansar un poco.
Athan pareció estar de acuerdo y asintió.
-Te acompañaré, quiero asegurarme de que llegues bien.
Agradecí su oferta y le dije que avisaría a Coraline antes de irnos. Me acerqué a donde estaba ella, charlando alegremente con los chicos.
-Creo que me iré a casa, no me estoy sintiendo muy bien -anuncié. Coraline me miró preocupada y se ofreció a acompañarme, pero la tranquilicé.
-Athan me llevará, no te preocupes. Por favor, disfruten por mí -dije, esbozando una sonrisa forzada mientras trataba de ocultar mi malestar.
-Está bien, cariño, iremos más tarde -aceptó Coraline, aunque su mirada denotaba cierta duda.
---
-¿Estás segura de que no prefieres que me quede contigo hasta que llegue Coraline? -preguntó Athan por décima vez, evidentemente preocupado.
-Estaré bien -mentí, o al menos eso esperaba. Me acerqué para darle un cálido beso en los labios-. Gracias por traerme y preocuparte por mí, pero ya puedes irte.
Athan me miró sin convencerse del todo. Sentí otro pinchazo en la espalda, pero lo disimulé lo mejor que pude.
-Solo necesito descansar un poco. Ha sido un día agotador, seguramente eso explica el malestar -dije, intentando tranquilizarlo.
Su expresión se suavizó ligeramente. Suspiró y, aunque con reticencia, aceptó lo que le había dicho.
-Está bien, me iré, pero con la condición de que me mantengas informado de cualquier cosa que te ocurra -me advirtió, su rostro mostraba una mezcla de preocupación y cariño. -Prométeme que lo harás.
-Lo prometo -respondí, intentando sonar segura.
Finalmente, Athan se dio media vuelta, preparándose para marcharse. Pero antes de que se alejara por completo, lo llamé.
-Por cierto, también te amo -dije con voz firme.
Él no respondió con palabras, pero la mirada que me dedicó lo dijo todo. Sus ojos transmitían más de lo que podría haber expresado en ese momento. Me quedé viéndolo mientras se alejaba, sintiéndome agradecida por tenerlo en mi vida.

ESTÁS LEYENDO
Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24
FantasyDISPONIBLE TODAS LAS PARTES HASTA EL 30/11/2024 POR PUBLICACIÓN EN UNA PLATAFORMA DE PAGO ¿Qué pasaría si fueras hija del Dios del Amor? Axelia, segunda hija de Eros y Psique, fue concebida en la casa de Afrodita, lo que la convirtió en una diosa de...